Referente de la política conservadora y repudiado por los liberales, lo cierto es Diego Portales fue uno de los pocos ministros de Estado que ha marcado la historia política de nuestro país, y que terminó asesinado por un ideal cuyo legado que aún perdura.

Se trata de uno de los políticos más controversiales en los comienzos de la república, que fue determinante en el cambio vivido alrededor del 1830, cuando las libertades personales pasan a estar sometidas al orden público, y que de paso logró dar estabilidad a un país que daba sus primeros pasos.

Proveniente de una familia aristocrática, Diego Portales saltó desde el mundo de los negocios -en específico del tabaco- a la política, logrando instituir el denominado “orden portaliano”, tal como queda de manifiesto en una famosa carta enviada a un amigo, según destaca el sitio Memoria Chilena.

Su empeño le valió ser ministrodel Interior, Relaciones Exteriores, de Guerra y Marina; destacándose por organizar la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. Fue precisamente en dichas labores, un 3 de junio de 1837, cuando el regimiento al cual pasaba revista se sublevó, secuestrándolo y dándole muerte tres días después.

No obstante, las balas de los fusiles no lograron acabar con las ideas “portalianas”, que hasta ahora dividen a los historiadores entre quienes lo consideran un fundador de la República y un político que tuvo que adaptarse a los tiempos que le tocó enfrentar, mientras que otros lo consideran un dictador en las sombras.

Quizás su muerte en trágicas circunstancias alimentó su figura histórica, alimentada desde la derecha chilena, y siempre apuntada por sus detractores como un símbolo de la represión.

El Ideal Político

La principal base del pensamiento político de Diego Portales no es precisamente un documento demasiado elaborado, sino más bien una simple carta escrita a su amigo José M. Cea en marzo de 1822.

“A mi las cosas políticas no me interesan, pero como buen ciudadano puedo opinar con total libertad y aún censurar los actos de Gobierno. La Democracia que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y en donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera República. La Monarquía tampoco es el ideal americano, salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué ganamos? La República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero saben como yo la entiendo para estos países? Un gobierno Fuerte, Centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se haya moralizado, venga el Gobierno verdaderamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos”.

Pero más allá de este documento, diversos historiadores, desde Benjamín Vicuña Mackena hasta Gabriel Salazar, han analizado en extenso el legado del polémico ministro.

Su influencia queda de manifiesto precisamente en el libro Introduccion a la Historia de los diez años de la administracion Montt. D. Diego Portales, donde pese a su nombre, está dedicada casi íntegramente a revisar la actuación de Portales, a quien considera el ideólogo de un gobierno que destacó por ser fuerte y autoritario.

Esto último, sin embargo, es destacado por Ramón Sotomayor Valdés en “Historia de Chile bajo el Gobierno del General don Joaquín Prieto” y por Diego Barros Arana, en su “Historia General de Chile”, según destaca Ana Henríquez Orrego, directora de Pedagogía en Historia de la Universidad de Las Américas.

En ambos textos se destaca el “nuevo orden” implementado por Portales, donde primó el restrablecer el orden público en aras del progreso, tal como lo reafirma Barros Arana cuando asegura que “se imponía un sistema político que siendo severo y restrictivo, llevaba el sello de seriedad y de firmeza, que no habían podido imprimir a sus actos los gobiernos que venían sucediéndose desde 1823”.

Otro autor, Alberto Edwards, destacó la labor de Portales, asegurando en su libro “La fronda aristocrática” que el ministro “restauró la monarquía no en sus principios dinásticos, sino en sus fundamentos espirituales, fuerza conservadora del orden y las instituciones”.

“El país siguió obedeciendo no a Prieto, Bulnes o Montt, sino al Gobierno. Como antes se obedeció no a Carlos III o Carlos IV, sino al rey”, destaca Edwards.

Más actuales, dos historiadores -Sergio Villalobos y Gabriel Salazar- entregan una crítica mirada de Portales y su legado político, a quien califican de “dictador” y “tirano”, por sus políticas restrictivas.

Salazar, por su parte, destaca el pensamiento de Portales expresado en una de sus cartas a Antonio Garfias, donde el ministro reclama que “en Chile la ley no sirve para otra cosa que no sea para producir la anarquía, la ausencia de sanciones, el libertinaje, el pleito eterno, el compadrazgo y la amistad”.

“Con ley o sin ella, a la señora que llaman Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas”, señala Portales en la misiva escrita en diciembre de 1834.

De esta forma, según el octagenario historiador, “el mito del orden portaliano, fue en esencia un orden policial y militar, se basa sólo en una sinrazón si no se prueba que ese orden fue beneficioso para todos los chilenos”.

Lo que para algunos fueron las circunstancias de la época en que se vivía, lo concreto es que Portales, para bien de sus seguidores o para mal de sus detractores, continuará siendo tema de debate frente a la disyuntiva entre los derechos individuales o el orden público.

Su muerte, calificada de magnicidio por tratarse nada menos que de un ministro de Estado, no logró terminar con la ideología de una república con autoridad, que en la actualidad aún debate en los límites de la libertad.