Oleg Penkovski: un nombre que suena a ruso, moscovita o a soviético para ser precisos. Detrás de esta figura existe una historia con final feliz para la humanidad, al desactivar la que sería la tercera guerra mundial, pero con un trágico final para alguien que decidió ir contra corriente de sus ideales.

La espina del descontento y la traición a su servicio por parte del Kremlin calaron más hondo que el propio himno soviético en todo uniformado de la época. Antes de fallar a su bandera, Penkovski ya se sentía ultrajado en su nacionalismo y años de servicio.

Eran un coronel del Servicio Militar de Inteligencia (GRU) de Rusia. Antes, en sus palmares figuraba haber combatido a los nazis con el Ejército Rojo. Fue ahí donde su escalafón militar se elevó como su orgullo mismo. Sin embargo, fue una condecoración estática. Oleg no ascendió más allá de sus aspiraciones como buen soldado que luchó contra el mal.

De hecho, las líneas que describen su carrera mencionan a su mejor amigo (desde la infancia) el general de la KGB, Iván Serov, como la catapulta para ingresar al GRU. Tenía 50 años para cuando la recomendación dio en el blanco. Lo que vendría después, definiría su hoja de vida en la historia reciente de Rusia.

BBC
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Un espía por venganza

Corría octubre de 1962 cuando el presidente Kennedy fue notificado del envío de misiles nucleares desde la Unión Soviética a Cuba. La información salió del centro de escuchas en la costa inglesa (Base GCHQ), instalado desde la Primera Guerra Mundial.

Para cuando los aliados combatían a Hitler y a sus leales, con ayuda de los soviéticos, jamás imaginaron que la misma base con la que se interceptaban submarinos nazis y comunicaciones del enemigo, revelaría casi dos décadas después que un antiguo aliado estaba colaborando para gestar la mundialmente conocida como “Crisis de los misiles”.

El trabajo en la base inglesa pasó de ser rutinario a epicentro de una tromba en formación que amenazaba con convertirse en una temida Tercera Guerra Mundial. Las aguas gélidas de una Guerra Fría alimentaban su crecimiento y los soviéticos le teledirigieron varios misiles como ingrediente al asunto.

Estados Unidos ya había puesto su cuota. En abril de 1961, Kennedy envió a un ejército de exiliados cubanos a invadir la Bahía de Cochinos o Playa Girón.

Cuba, comandada ya por Fidel Castro, asestó una contundente derrota a Washington en la que murieron soldados de la misma nacionalidad. Cubanos contra cubanos fueron enfrentados en pro de la liberación de la isla.

Oleg Penkovski formaba parte de este esquema. En un documental de Discovery Science, que narra la situación de esa época, se describe a un coronel iracundo por verse relegado en sus funciones, sin obtener el grado de general que todo militar anhela en su carrera armamentista.

Express.uk
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¿Cuál era la forma para vengarse de su país por tal osadía? revelar información clave de los misiles que los soviéticos estaban enviando a los cubanos, quienes se estaban armando de tal forma por si Kennedy volvía a ordenar un ataque.

Penkovski tocó la puerta de varios estadounidenses para comunicar lo que sabía. Había tenido acceso a documentos que su grado de coronel le permitía obtener de zonas exclusivas del GRU.

En un bar, se acercó a tres estudiantes de intercambio de EEUU en Moscú. Les dio información para que estos pudieran comunicarla vía consular. Pasaron las semanas y el coronel soviético no fue contactado por el gobierno norteamericano. Al parecer, lo que los estudiantes dijeron no tuvo el peso necesario para motivar un contacto.

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Sin embargo, Penkovski no se detuvo. Contactó a un empresario estadounidense en Moscú, le reveló lo que sabía y lo convenció de trasladar la información a su gobierno.

Para colaborar a la trama, la esposa del estadounidense fue un nexo importante ya que recibió del coronel soviético la primera tanda de documentos que había podido fotografiar, la cual revelaba posiciones de los primeros misiles en la isla cubana, el alcance e impacto que tendrían contra el enemigo estadounidense y otros secretos militares que los soviéticos creían escondidos, a no ser por la existencia de un coronel descontento hasta la patria.

El plan fue poner en el bolso de la mujer del empresario unas golosinas para sus hijos, después de acercarse para hacerles un saludo cariñoso. De esos que se hacen a los críos ajenos por resultar adorables.

Fue así como EEUU recibió los documentos del soviético. Semanas después fue contactado y motivado por Washington a tomar más fotografías. Con un pasaporte falso, consiguió viajar a territorio estadounidense donde sostuvo peligrosos y decisivos contactos con sus nuevos aliados. También se reunió con un agente de la CIA en territorio británico.

El espía hacía uso de una minúscula cámara que reveló, irónicamente, mayúsculos secretos en favor de los norteamericanos en el marco de la Crisis de los misiles.

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Kennedy respondió con el anuncio de los planes soviéticos de instalar los misiles para los cubanos. Ordenó la cuarentena a todos los barcos extranjeros y una exhaustiva revisión de los cargamentos para los que navegaran en aguas turbulentas para la época.

“No ordenaré a nuestros barcos que se desvíen”, declaraba el líder soviético, Nikita Kruschev, agregando que si Estados Unidos atacaba a alguno de sus barcos, respondería desatando una guerra.

El mundo observó una crisis enorme y EEUU ya había pedido a la ONU desarmar los misiles que ya habían sido instalados en Cuba.

Para el 26 de octubre de 1962 iniciaba, tras los amagos nucleares entre Cuba, EUA y Rusia, un intentó de diálogo que frenó un estallido nuclear. No obstante, era el principio del fin para el hombre que había contribuido con su espionaje para evitar la guerra.

CIA FILES
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Envenenado y después ejecutado

“Los soviéticos envenenaron a Penkovski”. Es el título del libro en el que se describe el plan para castigar al traidor de la patria que reveló información a Estados Unidos.

En la publicación se describe a un Penkovski ya descubierto por su país, envenenado en un almuerzo oficial. La intención no era matarlo.

Cuando acudió al hospital para ser ingresado por una aparente intoxicación alimentaria, los soviéticos intervinieron su hogar en busca de documentos y otras pruebas de su espionaje. También instalaron cámaras y micrófonos que más tarde formarían parte de las pruebas contundentes contra el general.

La acción de Oleg Penkovski tuvo un corto alcance en contra de uno de sus viejos conocidos. Su promotor y amigo en la KGB, Iván Serov, fue destituido de su cargo, ya que Nikita Kruschev dijo que le había perdido toda la confianza.

Con la prueba documental y auditiva en manos, la inteligencia soviética procedió a la captura del coronel Penkovski. Lo encarcelaron durante meses, con los tratos respectivos a un traidor, mientras se decidía en una corte marcial su destino.

Polska zbrojna
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Los testimonios de sus compañeros describieron la horrorosa muerte de Oleg, quien fue torturado y metido vivo a un horno crematorio. Se trató de un salvaje castigo que los soviéticos se dieron a la tarea de revelar para que otros espías en potencia se vieran reflejados entre las cenizas de Penkovski, las cuales fueron tiradas a una fosa común. Así quedaron esparcidos sus honores militares.

Entre los hallazgos de la labor de espía que Penkovski realizó para Washington, figuran documentos tácticos de los misiles. No obstante, y tras su muerte, no se encontró indicios de una remuneración por los servicios de alta traición a la patria que ejecutó.

Al parecer, el precio no fue monetario. Lo hizo por satisfacción propia y terminó siendo él quien pagó con su vida la osadía de desbaratar la estrategia nuclear soviética y cubana contra EEUU.

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