Nacida en 1883 en una de las familias más adineradas de Buenos Aires, Rufina Cambaceres se había convertido en una adolescente muy querida por la aristocracia.

Paseos con amigos, tareas de bordado, y sueños románticos, eran parte de los pasatiempos de la joven dueña de una belleza inigualable, según destaca el diario digital Clarín.

A pesar de la muerte de su padre, el escritor y político argentino Eugenio Cambaceres, la familia mantenía una activa participación en la sociedad, haciendo fiestas íntimas y ágapes.

Uno de los asistentes frecuentes a estos encuentros, era el abogado Hipólito Yrigoyen, quien años más tarde se convertiría en presidente del país trasandino.

Rufina tenía solo 19 años cuando lo conoció y se enamoró de él. Yrigoyen bordeaba los 50.

Sin embargo, el destino de la joven cambió, cuando el hombre la invitó al famoso Teatro Colón para escuchar a la orquesta sinfónica. Si bien existen varias versiones sobre lo que ocurrió después, lo cierto es que esta es la que más cercana a la realidad.

Caras y Caretas
Caras y Caretas

Aquel día, Rufina estaba ilusionada con la invitación del abogado, ya que después de escuchar a la orquesta, planeaba consumar su amor con él. Incluso, una amiga fue a visitarla esa mañana y hablaron del tema.

No obstante, para evitarle una humillación, la joven le confesó a Rufina lo que era “un secreto a voces”: Yrigoyen era el amante secreto de su madre. Al escuchar la verdad, Cambaceres le pidió a su amiga que la dejara sola.

Dos horas después, la mucama encontró a Rufina tendida en su cama, pero en una extraña posición. Cuando intentó despertarla y ver que no reaccionaba, decidieron llamar al médico de la familia.

Al sentir su piel helada y no encontrarle el pulso, el especialista le informó a su madre que la joven había fallecido.

Tras declararla muerta, es misma noche Rufina fue sepultada en el panteón de la familia, ubicado en el cementerio de Recoleta. Su madre desconsolada se abalanzó sobre su cuerpo y aseguró que la joven estaba viva.

Flickr
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No fue hasta la madrugada siguiente, cuando el cuidador del cementerio escuchó ruidos profundos al interior de la sepultura. En primera instancia, pensó que se trataba de un ladrón que había entrado al panteón a robar las joyas con las que Rufina había sido enterrada.

Ante la incertidumbre, el hombre decidió avisarle a los Cambaceres. A la mañana siguiente, Luisa y un amigo acudieron al cementerio. Tras abrir el panteón, descubrieron que el ataúd había sido removido. Asimismo, la tapa del cajón estaba arañada en su interior, y el cuerpo se encontraba boca abajo.

La joven que “murió dos veces”

Rufina presentaba rasguños en la cara, el cuello y el pecho. Bajo las uñas de la joven, también se hallaron restos de la madera del cajón.

Fue en ese momento cuando entendieron que Rufina se había despertado en algún momento de la noche y al verse encerrada, golpeó el cajón una y otra vez para pedir ayuda. Sin respuesta del exterior, falleció “nuevamente” de asfixia.Desde ese entonces, Cambaceres fue conocida como “la joven que murió 2 veces”.

Rufina habría sufrido una catalepsia, un estado donde la persona yace inmóvil, sin signos vitales, pero en realidad se encuentra viva consciente o inconscientemente. Sin duda, un error médico que pudo haberse evitado.

A partir de este caso, se instituyó la ley que dicta que los fallecidos deben ser velados por 24 horas, antes de ser enterrados.