Su nombre puede hacer referencia a algo totalmente retorcido, pero en estricto rigor no fue así. La denominada “Balsa del Sexo” fue en realidad un experimento social realizado en 1973, cuyo nombre fue “Acali”. Su gestor fue un antropólogo español llamado Santiago Genovés.

El objetivo de este hombre era poner a prueba comportamientos, reacciones, tolerancia y trabajo en equipo de 11 desconocidos ante situaciones límites. El escenario sería una balsa de tamaño mediano que cruzaría desde las Islas Canarias (España) hasta México.

Según detalla el sitio Gizmodo, Genovés se había recibido en la Escuela Nacional de Antropología e Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (país a donde había llegado siendo un adolescente). Junto con eso había obtenido su doctorado en la Universidad de Cambridge (Inglaterra).

El cientista social había tenido, durante la década de los 60, tres expediciones en pequeñas barcas cruzando el Atlántico y Pacífico. Su objetivo era replicar travesías y viajes épicos de pueblos primitivos.

Con el paso del tiempo, el hombre armó un plan que comprendía el estudio de las conductas humanas en un contexto que les fuera desfavorable. Desde ese momento surgió la idea de crear una barca de 12 metros de largo por 7 metros de ancho que fuera únicamente impulsada por una vela.

Tras eso reunió a once personas de diferentes nacionalidades, razas, estratos sociales, creencias religiosas y edades. La idea era que ellas convivieran en alta mar por un plazo superior a tres meses, lo que tardarían en llegar hasta tierras mexicanas.

Participantes de Acali | Wikimedia Commons
Participantes de Acali | Wikimedia Commons

Fue así como el 13 de mayo de 1973 se presentaron en el puerto de Las Palmas una mujer de Suecia, una doctora judía, un fotógrafo de Japón, un restaurador griego, un sacerdote proveniente de Angola, una mujer blanca de Estados Unidos, otra mujer afroamericana, una joven árabe de Argelia, un uruguayo, una mujer de Francia y el mismo Genovés.

El alimento para ellos nunca fue un problema, ya que el antropólogo había cargado cinco toneladas de comida y agua para todo el viaje. Sí fue una complicación la forma como iban a dormir: había sólo una habitación de 4×4 metros donde todos debían amontonarse.

Junto con eso venía otra regla del creador del proyecto: todos debían dormir mezclados dentro de sus sacos de dormir en la habitación, no debían separarse las mujeres de un lado con los hombres del otro.

Las notas que dejó la aventura

Según detalla la BBC, la primera instrucción que dio Genovés fue nombrar a la mujer sueca como capitana de la expedición, en tanto que la médica judía sería la encargada de la salud de los demás. Los hombres estarían encargados de las labores más duras dentro de la embarcación, mientras que las mujeres del orden.

Durante las semanas de aventura, el investigador completó con la expedición un total de 46 cuestionarios, de los cuales obtuvo un total de 8.079 respuestas. Todo orientado a tomar conclusiones sobre interacciones humanas.

La primera complicación surgió al tercer día, cuando las personas se negaron a utilizar el baño público que tenía el barco. Este consistía en una especie de bote anexo, pegado a la barca, donde el individuo hacía sus necesidades a la vista de los demás.

Santiago Genovés | Wikimedia Commons
Santiago Genovés | Wikimedia Commons

Tras un periodo de discusión se llegó al acuerdo de que la persona que deseara ocupar el baño debía anunciar con anticipación para que nadie estuviera cerca. Aunque, para Genovés, los hombres mostraban menos pudor que las mujeres en ese aspecto.

Dos semanas más tarde surgieron las primeras fricciones serias dentro del lugar. Según las notas del antropólogo, existían muchos reclamos contra la mujer sueca, a quien acusaban de ser autoritaria para dar órdenes (era la líder del barco). Por otra parte, la joven de Argelia fue tachada como floja por los demás, ya que consideraban que se rehusaba a realizar sus tareas, por lo que fue bautizada como “la turista”.

Asimismo, hubo muchas críticas hacia la actitud del sacerdote de Angola, a quien describían como un hombre sucio que no se bañaba y olía muy mal. La mujer de Francia también fue objeto de reclamos y en este tiempo se dijo que pasaba mucho tiempo “arreglándose”, por lo que empezaba sus quehaceres con una hora de retraso.

Respecto al sexo dentro de la embarcación, el mismo profesional sostuvo en unas de sus notas que no se veían muchas interacciones amorosas en el lugar, aunque sí le llamó la atención que entre el hombre de Japón y la norteamericana blanca había un acercamiento más evidente.

Posteriormente, Genovés quiso probar las reacciones de los demás con una serie de preguntas mucho más personales: “¿Qué es lo que más te molesta de la experiencia a bordo?, ¿qué es lo que más te gusta de tus compañeros?, ¿lo que menos te gusta de ellos?, ¿te gustaría cambiar el orden para dormir?, ¿con quién te gustaría dormir al lado? y ¿con quién no te gustaría dormir al lado?.

Esto provocó una mayor apertura dentro del grupo, ya que muchos quisieron saber qué habían respondido los demás. Desde ese momento, explica, se formaron mayores grupos por afinidad dentro de la barca.

Dentro de la balsa | The Guardian
Dentro de la balsa | The Guardian

Ya en el segundo mes a bordo vino otro cuestionario que puso a prueba a los once participantes. Este estaba compuesto de preguntas con propuestas que todos debían votar: ¿Hay que pasar un día entero desnudos? seis votos a favor y cinco en contra, ¿Qué tal mantener una especie de fiesta continua donde todos puedan dormir con todos? cuatro votos a favor y siete en contra, ¿Deberíamos prohibir que se formen parejas? dos votos a favor, seis en contra y tres abstenciones.

Tres semanas más tarde vino la propuesta de las dos mujeres de Estados Unidos contra la reglas. En ella se pedía que en un plazo de cinco noches el grupo permitiera a un hombre con una mujer quedarse dentro de la habitación durante una hora.

Si bien la proposición fue rechazada por los demás. Genovés ya sacaba las primeras conclusiones sobre la necesidad de interacciones más íntimas de algunas personas. Vino entonces el mayor periodo de relajo dentro de la barca, donde se estima que hubo relaciones sexuales, aunque nunca se especificó cuantas.

Tras eso vinieron dos hechos que fueron complicados para el grupo, debido a que el japonés intentó suicidarse debido a que la mujer estadounidense lo había rechazado. Por fortuna, los demás hombres lograron detenerlo.

Asimismo, dos semanas antes de arribar a México, específicamente Cozumel, el antropólogo enfermó de apendicitis, por lo que estuvo en reposo hasta que la expedición llegara a tierra.

Según detalla Clarín, el grupo fue separado inmediatamente al llegar a Norteamérica. Allí fueron analizados por psicólogos y psiquiatras.

Dentro de la balsa | The Guardian
Dentro de la balsa | The Guardian

Por su parte, el investigador se dedicó los siguientes dos años a analizar y tomar conclusiones tras haber obtenido más de 4.000 respuestas de las demás personas. Fue así como en 1975 lanzó el libro Acali, el cual resumió como “una importante contribución a los comportamientos y convivencia humanos”.

Si bien, hasta el día de hoy, se considera que la publicación no entrega datos relevantes para explicar las interacciones humanas, la prensa de la época hizo todo un festín con el experimento, bautizándolo como “La Balsa del Sexo”.

No obstante, según el relato del joven uruguayo que subió a la embarcación en mayo de 1973, el viaje tuvo muy poco de relaciones sexuales y mucho más de problemas.

“La vida sexual en ese ambiente tan promiscuo no fue lo que la gente se imaginó. Fue pobre y escasa. Cualquiera que haya navegado sabe lo que significa andar en una balsa tan endeble a la que sólo le impulsa una vela. Permanentemente se están rompiendo cosas y no hay tiempo para pensar en la vida sexual; las guardias hay que respetarlas y la intimidad casi no existe”, indicó en una entrevista.

Sobrevivientes de Acali en 2015 | The Guardian
Sobrevivientes de Acali en 2015 | The Guardian

“Todo eso es inhibitorio para la vida sexual. Además, todos teníamos que hacer nuestras necesidades en un espacio abierto que había sobre una borda, a la vista de todo el mundo, y a nadie le llamaba la atención”, agregó.

Cabe señalar que Santiago Genovés murió el 5 de septiembre de 2013. Hasta el día de hoy se habla de sus experimentos para comprender cómo se dan las interacciones humanas.

Por su parte, el grupo de diez participantes volvió a reunirse para dar algunas entrevistas en la prensa estadounidense y europea. Todos ellos lograron conservar sus matrimonios tras el proyecto, pese a los rumores de la prensa.