Lo que se ha llamado “el giro en U” de la política y la geopolítica alemanas puede, desde ya, considerarse uno de los cambios geoestratégicos más importantes del siglo. Sus efectos prácticos durante las próximas décadas marcaran, sin duda, el rumbo de la geopolítica mundial.
El factor ruso y el factor norteamericano
Tras reunirse en Londres con el Presidente Vladimir Zelensky para analizar “los avances” en las negociaciones de paz con Rusia (“trianguladas” por Estados Unidos), a comienzos de semana el Canciller alemán Friedrich Merz volvió a establecer que “el futuro de Ucrania está indefectiblemente ligado al de Europa”.
En presencia de sus colegas el Primer Ministro británico Keir Starmer y el Presidente francés Emmanuel Macron (también líderes de la llamada “Coalición de Voluntarios con Ucrania”), la afirmación del señor Merz se entiende no solo como respaldo al rechazo ucraniano de hacer concesiones territoriales a Moscú (Dombás y/o Crimea), sino también como manifestación de la voluntad de Alemania de enfrentar la amenaza rusa “en toda la línea”.
Se trata de un cambio político radical, que confirma lo señalado en 2022 por la Ministra de Relaciones Exteriores del anterior gobierno socialista (ecologista), respecto de que Rusia impulsó a Alemania hacia una época de post-pacifismo.
No solo la clase política, sino el conjunto de la sociedad alemana está consciente de que el escenario gatillado por la “operación militar especial” rusa de febrero de ese año “por la fuerza” impuso un escenario estratégico definido por las ambiciones neo-imperialistas de la Rusia de Putin, que apuntan a la modificación estructural de las fronteras (y el control de importantes recursos naturales) desde el Ártico al Mar Negro y el Cáucaso.
Entre los efectos no deseados de la agresión rusa sobre Ucrania ya se cuentan la ampliación de la OTAN (a Suecia y Finlandia) y -en lo que va corrido de la segunda administración Trump- la “falla tectónica” surgida entre la “comprensión norteamericana respecto de la narrativa neo-imperial rusa”, y el frontal rechazo a la misma de todos los demás miembros de la Alianza Atlántica. Irritado por la actitud de sus “aliados de la OTAN, el Presidente Trump ha terminado por calificar a sus líderes (y países) de “débiles” y “decadentes”.
En los hechos, la actitud norteamericana de, paulatinamente, retirarse de Europa, “terminó por obligar a los alemanes” a abandonar su histórico “apaciguamiento” respecto de Rusia, y a optar por una política de contención que, “en el día a día”, implica la confrontación estratégica con Moscú.
La reciente citación del embajador ruso en Berlín por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores para “documentadamente enrostrarle” los ataques de la inteligencia rusa sobre las redes sociales y ciertos servicios alemanes, ilustran esta gravísima realidad.
Cambio de paradigma y esfuerzo industrial
Lo que se ha llamado “el giro en U” de la política y la geopolítica alemanas puede, desde ya, considerarse uno de los cambios geoestratégicos más importantes del siglo. Sus efectos prácticos durante las próximas décadas marcaran, sin duda, el rumbo de la geopolítica mundial.
Mientras la escisión entre Europa y los Estados Unidos de Donald Trump se profundiza, el “cambio mental” en marcha en la sociedad alemana está ilustrado por la decisión de comienzos de diciembre del Parlamento de reinstalar el servicio militar. Abolido en 2011 durante “la era Merkel”, desde comienzos de enero de 2026 todos los jóvenes de 18 años recibirán un formulario “invitándolos” a unirse a las Fuerzas Armadas.
A la fecha las fuerzas militares alemanas suman cerca de 184 mil funcionarios activos, y unos 850 mil reservistas. Considerando que la población alemana supera los 83 millones de personas, se trata de un número relativamente modesto, comparado con las amenazas que enfrenta el país (la frontera entre Polonia y Bielorrusia, “Estado títere” de Rusia, está a apenas 660 kilómetros de Berlín, ergo, una distancia equivalente a la que hay entre Santiago y Temuco).
En este contexto, el influyente “The Wall Street Journal” ha “filtrado” información sobre el “Plan de Operaciones” alemán que, en lo esencial, establece que la responsabilidad de la defensa del país recae en el “conjunto de la sociedad”.
Asimismo, el “plan” considera que, antes de dos semanas, a través de territorio alemán la OTAN movilizaría no menos de 800 mil efectivos, acompañados de no menos que 200 mil vehículos en tránsito hacia “el flanco oriental”. A los efectos, el plan detalla los sistemas de coordinación y apoyo que los servicios y la ciudadanía alemana deben garantizar a tal despliegue (carreteras, puentes, hospitales, combustible, alimentación, etc.), en volúmenes no menores a los que se calculaban hasta 1989 y 1991 cuando, primero, le ex Alemania Comunista y el “Pacto de Varsovia” simplemente se “disolvieron”, y la amenaza soviética terminó por implosionar después de una larga decadencia.
Relevante como lo anterior es que, como durante años lo exigió Estados Unidos, desde 2024 Alemania ha elevado el gasto en defensa desde el 1,5% en 2023 a 2,0% en 2024, y a 3,5% del PGB en 2029. Como “medida de emergencia”, ya en 2022 el gobierno anterior autorizó una inversión de €100 billones para “modernizar” unas fuerzas armadas que, se estima, durante décadas fueron mantenidas en un bajísimo nivel de operatividad.
A la fecha Alemania se encuentra plenamente abocada no solo a la citada “modernización”, sino que, a la construcción de fragatas, submarinos, aeronaves de combate y transporte, además de miles de blindados para uso propio y de otros miembros de la OTAN. En 2024 el mencionado 2% del PGB fue equivalente a un gasto de €90,6 billones, dieciocho veces el gasto militar de Chile.
Aun así, atendido que la operatividad de las fuerzas armadas alemanas era inferior a la reconocida hasta antes 2022, el actual esfuerzo alemán ha encontrado diversos cuellos de botella: por ejemplo, en la construcción de tanques Leopardo (hasta 2024 3,6 tanques al mes) o la producción de munición para esos blindados y en general, para todo tipo de piezas de artillería. Los mismo ocurre con la producción de aviones “eurofighter”, cuya dotación debe aumentarse, en principio, en 20 unidades.
Sin embargo, considerando las complicadas relaciones con Estados Unidos, no puede descartarse que Alemania, al igual que otros países que antes se habían incorporado al grupo de clientes del avión F35 producido por Lockheed Martin (Canadá, Suiza, Portugal), termine cancelando esa compra, y opte en su lugar por otros aviones de combate europeos, incluido el “eurofighter” de producción propia.
Los especialistas estiman que tomará varios años para construir las capacidades industriales para responder a las necesidades de la defensa de Alemania. En la práctica, los clientes están sometidos a demoras y listas de espera que influyeron, por ejemplo, en que Polonia (otro país en pleno rearme) optara por tanques y aviones de combate surcoreanos (entregados en un plazo menor a un año).
Este es un asunto que, en tanto “problema”, también debe preocuparnos, pues el mantenimiento de parte del equipamiento militar chileno está vinculado a la industria de la defensa alemana.
Desafíos para la sociedad alemana
Está por verse cuáles serán los efectos sobre la mentalidad alemana del siglo XXI que tendrá el esfuerzo en marcha para rearmar al país, y convertirlo en una potencia militar no solo regional, sino que global.
La tarea de las autoridades alemanas es compleja, pues debe lidiar con el “complejo de culpa” en el que, después de 1945, las generaciones siguientes fueron educadas.
Ese “complejo” incluye no solo el sentimiento de culpa por las atrocidades del aparato nazi sobre minorías étnicas, sexuales o personas con enfermedades invalidantes, sino que las centenas de atrocidades sobre la población civil cometidas por el mismo Ejército Alemán en “países ocupados” como Francia, Bélgica, los Países Bajos, Chequia, Eslovaquia, Hungría, Polonia, Dinamarca y Noruega (socios en la OTAN).
Se trata de un desafío para “el conjunto de la sociedad alemana”, en el cual la clase política tendrá una responsabilidad esencial. En este ámbito una tarea prioritaria consiste en neutralizar minorías neonazis en la ex Alemania Oriental, curiosamente admiradoras de la “Rusia de Putin”, no obstante que en la “mitología” y la idiotez seudocientífica nazi los territorios ocupados por los “pueblos eslavos” es el “espacio vital” de los “pueblos germanos”, per se “superiores” a sociedades “subhumanas” como la rusa.
Hoy Alemania no solo es una potencia industrial, sino que una potencia cultural conformada por 83 millones de ciudadanos altamente educados. Si bien en algunos países subsisten resquemores respecto del curso que podría tomar Alemania luego de volver a convertirse en potencia económico-militar, en general existe confianza en que dicho país -en tanto parte esencial de la civilización occidental- estará a la altura de los desafíos que le impondrá el siglo.
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