Señor director:

Como hijo de un padre minero, lo ocurrido en El Teniente me ha golpeado profundamente. No solo por la pérdida irreparable de seis vidas en un contexto de trabajo duro y riesgoso, sino también por lo que ha surgido después: una ola de comentarios insensibles que usan esta tragedia como arma política.

Me genera sentimientos encontrados ver cómo, en medio del dolor, hay quienes no dudan en politizar un hecho tan devastador. En vez de pedir respeto, justicia y medidas concretas para que esto no vuelva a ocurrir, algunos prefieren instalar una discusión sobre qué gobierno habría reaccionado mejor. ¿En qué clase de personas nos hemos convertido?

¿Tan cegados estamos por nuestras posturas políticas que hemos perdido la empatía? ¿Dónde quedó la humanidad? Le hago una pregunta que quizás muchos deberían hacerse: ¿hay un límite?

El dolor de las familias no tiene color político y donde la memoria de los fallecidos merece más que ser usada como munición en debates ideológicos.

Por Walter Mauricio Tralma
Temuco

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