Desde hace ya mucho tiempo me siento perturbado, inseguro, temeroso. Y últimamente, a veces horrorizado.

Debe ser porque son demasiadas las malas noticias que desde distintos medios llegan a bombardear mi mente y me hacen sentir débil e impotente. Pienso que me encuentro experimentando un fenómeno psíquico descrito como “Indefensión Aprendida”, teoría planteada por Martin Seligman en la década del 70 y que, explicada de manera simple, refiere la actitud de no querer enfrentar contextos adversos.

Esta condición se presenta cuando la persona comienza a sentirse en indefensión, creyendo y convenciéndose de que, aunque haga lo que haga, no tiene el control ni la posibilidad de cambiar el entorno negativo. Y agregar que mi impotencia se incrementa al percibir que lo posible de hacer para darme seguridad recae en manos de las autoridades, que frente a los acontecimientos permanecen impasibles, a lo más, dando declaraciones de buenas intenciones miles de veces repetidas. Sin duda, a muchos compatriotas les debe estar pasando lo mismo.

Es perturbador darse cuenta que la maldad flota sobre nuestras cabezas escudándose en el anonimato. Es aterrador comprender que, según estudios clínicos, y Martha Stout, psicóloga de Harvard, lo refiere claramente en su libro “El sociópata de la puerta de al lado”, el 4% de la población mundial es sociópata. Es decir, una persona cada veinticinco, cuatro cada cien, cuarenta cada mil… Cuarenta mil en un millón.

Todos, de una u otra manera, hemos sido víctimas de sociópatas

Según lo anterior, si Chile tiene veinte millones de habitantes, entonces ochocientos mil (800.000) serían sociópatas que circulan camuflados entre nosotros teniendo el control de calles, poblaciones y territorios, lugares a donde el estado no llega.

Un sociópata no tiene sentimientos de culpa y convierte a las personas en cosas que pueden ser utilizadas para satisfacer sus fines, cosas que puede desechar y destruir sin remordimientos. Todos, de una u otra manera, hemos sido víctimas de sociópatas. Y, lamentablemente, no fuimos capaces de descifrarlos a tiempo. Solamente el transcurso de los años ha evidenciado que nuestra experiencia con esas personas ha dejado un daño profundo y duradero en nuestra vida.

Los sociópatas no son solamente el típico asesino serial, también existen los sociópatas integrados que, sin ser homicidas, con su encanto avasallador, llegan fácilmente a posiciones de poder en la política y el empresariado en donde se esconden como la fiera que espera a su presa. Son encantadores, aduladores, siempre sonrientes y dispuestos a ser de utilidad, comportamientos claramente superficiales que, sin embargo, les permiten manejar al resto porque son expertos en encontrar debilidades para controlar.

La alta influencia de la sociopatía en la sociedad tiene un profundo efecto sobre nosotros. Los sociópatas roban nuestro dinero, carcomen nuestras relaciones, nuestros logros, nuestra autoestima, nuestras esperanzas y libertad. Y lo peor, es que estos seres sin conciencia ni empatía son difíciles de ver, porque tienen la facultad del camaleón para mimetizarse entre el resto.

Y si somos capaces de identificar a un sociópata, ¿A quién le podríamos contar? ¿Qué podríamos decir? ¿Qué pruebas podríamos mostrar? Desafortunadamente, estos seres son inexpugnables para el ciudadano común.

Lee también...

Si un 4% de la sociedad es sociópata, ¿Qué ocurre con el 94% restante…? Bueno, somos lo que, con nuestra inacción, y nuestros votos, le damos el control. Somos aquellos que estamos regulados por una conciencia moral que nos despierta en la noche diciéndonos que hemos obrado mal y que necesitamos hacer algo reparador para quedar tranquilos. Somos quienes han dado poder a los nombres más famosos del mundo, pertenecientes al 4%, que han sido capaces de utilizar lo indecente en un nivel suficientemente intenso y profundo como para quebrar a la sociedad, dejando intensas huellas de daño emocional que perduran toda la vida.

En la Psicopatía Codiciosa, que describió Theodore Millón en 1998, están las ansias incontrolables de tener connotación, poder y riqueza. Aquí se manifiesta el deseo incontrolable de ser dueño de las posesiones de los demás. Y como no es posible robar la inteligencia, la moral, el carisma, la belleza, la admiración o el éxito, por dar algunos ejemplos, el psicópata codicioso se enfoca en manchar las cualidades de las personas que consideran, son obstáculos, barreras que les impiden conseguir sus logros.

¿Ustedes ya han padecido los ataques de este tipo de psicópata?

Estoy absolutamente atónico frente a las noticias de importantes autoridades de nuestro país que están más preocupados de satisfacer sus egoístas necesidades, dejando de lado las de los seres vulnerables que alguna vez le confiaron su voto. ¿Son ellos parte del 4%?

Las noticias diarias sobre corrupción, asesinatos, robos, estafas, violaciones me dicen que el 4% está al frente controlando a la sociedad. Los hechos me hacen ver que estos fenómenos dañinos que experimentamos a diario no desaparecerán, porque el poder está en manos de los sociópatas.

A estas alturas mi reflexión me deja empantanado, el temor no desaparece ni lo hará, porque no existe alguien o algo que pueda defendernos de los sociópatas. Simplemente, creo que tengo temor justificado al entender que el 4% está al frente dictando las pautas del vivir.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile