Vivimos momentos difíciles, tal vez uno de los más complejos desde el 27F, según el Presidente de la República. Sin duda, el dolor por las familias afectadas, por las pérdidas humanas, debe ponernos en acción para atender la emergencia con la mayor diligencia, para ir en ayuda de quiénes hoy nos necesitan.

Pero también debemos ponernos sobre la marcha en lo que ya sabemos que es el gran desafío frente a los desastres provocados por los incendios: educación, ordenamiento territorial y silvicultura preventiva.

Sin embargo, y nuevamente de la mano de la aparente intencionalidad, vivimos una situación como país que quisiéramos dejar atrás.

Por eso la educación es tan importante, ser conscientes de la importancia de los bosques y lo clave que es su protección y restauración, y por lo mismo, la prevención de incendios. Así como entender cómo enfrentar un llamado de alerta por esta causa y lo serio que es. Todo eso lo hacemos desde la fundación, pero no es suficiente, es una tarea de política pública.

Y el ordenamiento territorial no es más que el conjunto de acciones transversales del Estado para implementar una ocupación ordenada y un uso sostenible del territorio, resguardando la adecuada habitabilidad en armonía y respeto con los espacios naturales que tanto requerimos para mantener un ecosistema en equilibrio, desarrollando asentamientos humanos planificados.

A esto se suma la silvicultura preventiva que es un elemento clave a la hora de modificar, ordenar o eliminar la vegetación viva o muerta y los residuos y desechos vegetales para evitar que se produzca un incendio forestal, por ejemplo, a través de la construcción de cortafuegos.

La ejecución planificada y oportuna de estas estrategias en el desarrollo de los polos urbanos contribuyen, sin duda, a evitar tragedias como la que estamos sufriendo, y no estaríamos lamentando las vidas humanas, ni la muerte de más de 1300 especies de plantas y árboles del Jardín Botánico, incluidas especies en extinción, que contribuyen con su desarrollo a la salud de nuestro ecosistema y de la vida de nuestras sociedades.

Sin duda una pérdida para la biodiversidad y el medio ambiente de unos de los reservorios más grandes del mundo. Una pérdida irreparable.

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