Recientemente se dio a conocer la noticia sobre la nueva legislación presentada en Italia por el partido de la primera ministra Giorgia Meloni, que busca penalizar a los italianos que utilicen palabras en inglés y otros extranjerismos en comunicaciones oficiales, ya que, según lo expuesto, “degrada” el idioma de ese país. Calificaron este uso como “anglomanía”, definida como una afición exagerada por el empleo de anglicismos.

No obstante, la introducción creciente de palabras en inglés en el contexto diario de la comunicación, tanto formal como informal, no es algo que se limite únicamente a ese país, sino que es un fenómeno cada vez más creciente a nivel mundial.

No podemos permanecer ajenos al hecho de que el idioma inglés se ha convertido en una lengua franca, es decir, un medio global de comunicación entre diversas comunidades y que, en cierta medida, como idioma también ha introducido nuevas palabras y términos en el contexto de la evolución tecnológica. Cada vez es más frecuente observar rubros en los que hay un uso creciente de anglicismos, ante la ausencia o imposibilidad de expresar las mismas ideas o avances en la lengua nativa.

Un gran ejemplo de ello serían los “leads” en jerga de marketing, que corresponde a personas que expresan interés en un producto o servicio determinado y cuya traducción muchas veces se dificulta por la posibilidad de generar confusión dentro de un área específica, dado el arraigo de estos términos y conceptos en lengua extranjera dentro de un grupo específico de profesionales.

Vale la pena entonces conciliar un enfoque en el que rescatemos y valoremos el uso de nuestra propia lengua, en el caso del español, un idioma rico en vocabulario y que cada vez se flexibiliza más ante la aparición de neologismos, sin desconocer la importancia de la evolución tecnológica a nivel mundial, que también trae consigo nuevas palabras y conceptos que será necesario incorporar y, eventualmente, reformular para estar a la par de los nuevos desarrollos.

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