La contaminación invernal en la región Metropolitana es en un 70% causada por el uso de la leña como combustible para la calefacción. En zonas como Bío Bío y Araucanía, previo a algunas mitigaciones a nivel de política pública, esta cifra llegó a empinarse sobre el 90%.

Durante este período, las ciudades del centro-sur chileno se caracterizan por una espesa bruma, casi de proporciones cinematográficas, que no es otra cosa que partículas provenientes de sistemas que utilizan madera para generar calor. Con una población habituada a su presencia, el impacto a nivel de polución y salud humana es gigantesco.

Si bien se ha avanzado en acciones para reemplazar el uso de elementos contaminantes en diversos tipos de calefactores (por ejemplo, promoviendo el reemplazo de estufas a leñas), los esfuerzos a nivel de regulación constructiva han sido, tal vez, menos notorios. Probablemente, fortalecer las normativas en este segundo ámbito de acción tendría un efecto considerable en mejorar la calidad del aire, tanto o más que disponer de nuevas tecnologías de climatización; todo esto, sin generar gases de efecto invernadero y con una huella de carbono nula, que podríamos denominar “preventiva”.

En el complejo contexto climático que vivimos y que viviremos en las próximas décadas, esto es fundamental. Se estima que cada vez de manera más frecuente presenciaremos eventos de temperatura extrema, tanto en verano como en invierno, a consecuencia de los impactos del calentamiento global.

La actual regulación de aislación térmica data del año 2007, época en que la urgencia por fomentar sistemas más amigables con el medioambiente era menor. Hoy Chile es referente internacional en esfuerzos para la transición de su matriz energética; impulsó una ley de cambio climático que dispondrá de metas para que cada sector reduzca a mínimos su huella de carbono e incluso, fue anfitrión de un evento mundial para alinear a los países en esfuerzos para mitigar el calentamiento global.

En ese espíritu, el sector de la construcción y las regulaciones que se definan -en el corto y mediano plazo- podrían buscar impactos similares. Sumado a esto, la industria puede complementar estos esfuerzos agilizando la incorporación de desarrollos que respondan de mejor manera a las necesidades actuales.

Un ejemplo de esto es el sistema de aislación EIFS, creado hace más de 60 años, pero aún vigente en el mercado. Se trata de un mecanismo internacional de aislación por capas que mejora significativamente la eficiencia energética de una casa. En la actual regulación chilena, las soluciones EIFS pueden reducir en un 40% el consumo energético para climatizar un hogar. Nuestro país es el primero de Latinoamérica en incorporarlo; y nuestra compañía ha instalado más de 3 millones de metros cuadrados a lo largo de Chile durante los últimos años, aportando no solo a la aislación, sino que también a la sostenibilidad de los hogares.

En definitiva, la construcción chilena tiene mucho por hacer aún en materia de aislación térmica de los hogares. La tecnología existe, solo falta amplificar su uso.

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