Rodrigo Mundaca, gobernador regional de Valparaíso, nos ha sorprendido con su extraña propuesta de reabrir el debate sobre la aplicación de la pena de muerte a los autores de delitos atroces.

La pena de muerte fue abolida en Chile en 2001 durante el gobierno de Ricardo Lagos, con excepción de lo dispuesto en el Código de Justicia Militar para tiempos de guerra. Entre los parlamentarios que votaron a favor de mantenerla se contó Evelyn Matthei.

Durante la dictadura de Pinochet, además de las torturas, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales, abundaron los “consejos de guerra” que terminaban con el asesinato de los reos por fusilamiento.

Si a la vuelta de la democracia los tribunales ordinarios hubiesen dispuesto el fusilamiento de los autores de delitos atroces, todos los presos de Punta Peuco deberían haber sido fusilados.

En tal caso, sus nombres se habrían sumado a los del francés Émile Dubois, autor de seis asesinatos en Valparaíso a comienzos del siglo XX; al del Tucho Caldera, carnicero de San Felipe que descuartizó a sus víctimas con los instrumentos de su oficio; al del Chacal de Nahueltoro, campesino analfabeto que mató a su pareja y sus cinco hijos, tema de la película de Miguel Littín; y a los nombres de Jorge Sagredo y Carlos Topp Collins, los carabineros depravados de Viña del Mar, autores de diez asesinatos y violaciones, ajusticiados en 1985.

Sobre la abolición de la pena de muerte

En todo el mundo la abolición de la pena de muerte ha sido bandera de intelectuales y humanistas, como Albert Camus en sus Reflexiones acerca de la guillotina, y Arthur Koestler, autor de Reflexiones sobre la horca, y de organizaciones como Aministía Internacional

A lo largo de los siglos, los abolicionistas han refutado el derecho de un ser humano y del Estado a privar de la vida a otro ser humano como castigo, venganza o en virtud de la ley del talión -“ojo por ojo, diente por diente”-, por muy atroces que hayan sido sus crímenes. Además, se trata de una pena que no se puede revertir en caso de haberse aplicado por error.

A fines de 1981 el presidente François Mitterrand y su ministro Robert Badinter, fallecido recientemente, consiguieron que el Parlamento de Francia aboliera la pena de muerte contra la opinión del 60% de los franceses, orgullosos de ser el país de la guillotina.

Durante la Revolución Francesa, el compasivo médico Joseph Ignace Guillotin inventó el artefacto que lleva su nombre con el fin de ahorrar sufrimiento a los condenados, decapitándolos en forma instantánea con una afilada hoja diagonal que les cae en el cuello de manera veloz y silenciosa.

Charles-Henry Sanson

Y aquí entra en escena Charles-Henry Sanson, verdugo de París durante 40 años, que tuvo el honor de ejecutar a Luis XVI y María Antonieta durante la Revolución y, más tarde, a numerosos revolucionarios como el propio Robespierre.

Charles-Henry Sanson era tataranieto de Charles-Louis Sanson, verdugo de tiempos de Luis XIV, primero de una dinastía que se prolongará a lo largo de siete generaciones.

Los verdugos Sanson aprendían el oficio desde la niñez como ayudantes de sus padres y se casaban con hijas de verdugos de otras ciudades, ya que ninguna mujer ajena a esas familias habría aceptado que acariciaran su cuerpo las manos que accionaban la guillotina y sacaban del canasto la cabeza del ejecutado para mostrarla a la multitud.

Es de suponer que a la hijas de verdugos también les haya costado encontrar novio entre los varones ajenos al oficio de sus progenitores.

Si el debate que pretende iniciar Mundaca desembocara en la reinstauración de la pena de muerte, no faltarán en Chile los candidatos a verdugo, como sucedió en Francia cuando uno murió sin descendencia y 527 candidatos postularon a esta sanguinaria función bien remunerada por solo una docena de días de trabajo al año.

Aunque los criminólogos han comprobado que la pena de muerte no se refleja en una disminución de la criminalidad, desde la Antigüedad las ejecuciones se han realizado como escarmiento ante un público ávido de presenciar el espectáculo.

Aplicando en la región de Valparaíso el criterio de imponer la pena de muerte con el fin de atemorizar a los criminales para que se la piensen dos veces antes de cometer sus fechorías, las ejecuciones podrían efectuarse en la Quinta Vergara, en una ceremonia con entrada liberada presidida por el gobernador Mundaca y transmitida por televisión después de las 22 horas.

En mi mesa receptora de sufragios de la escuela de Las Cruces, Litoral de los Poetas, yo voté por Rodrigo Mundaca para gobernador, en reconocimiento por su labor como líder del Movimiento de Defensa por el Acceso al Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente, MODATIMA. Sin embargo, tras su propuesta sobre la pena de muerte, creo que no volveré a darle mi voto.