Imagine una foto de muchos políticos tomados de las manos, logrando un acuerdo transversal, amplio, donde hay representantes de todos los sectores. Muchos señalan que es un momento histórico, y que el avance para el país es inédito.
Este escenario se repitió muchas veces, con grandes acuerdos y avances gigantescos (según algunos). Sin embargo, el congreso y los partidos políticos gozan de una pésima reputación y no se ve que esto pueda mejorar. ¿Qué es lo que pasa entonces?
¿La verdad? difícil saberlo, pero voy a aventurarme con una pequeña hipótesis: nos rascamos donde no nos pica.
¿No me cree? Pensemos en la reforma educacional, con el eslogan “educación pública, gratuita y de calidad para todos” (sin el todes). Qué tiene de malo esto dirá usted, y es que la verdad, una reforma no es mala “per se” y los problemas se ven en los detalles e inspiraciones.
Y este caso, no fue la excepción. Cuando se pensaba en mejorar la calidad, se optó por la ideología; cuando se debía apostar por la disciplina, se justificó la violencia; y cuando los expertos en el mundo señalaban que se debía privilegiar la educación inicial y escolar, se optó por la superior, algo lógico si consideramos que las guaguas no marchan.
Estos errores los vemos en un reciente estudio de Acción Educar, al compararnos con el promedio OCDE. Por cada $1.000 que ellos gastan en educación parvularia, se gastan $998 en escolar y $985 en superior, justo como lo señalan los expertos. ¿Qué ocurre en Chile? Por cada $1.000 que se gastan en los primeros años, se gastan $800 en escolar y $1.176 en superior, todo lo contrario a lo señalado por los expertos.
Debe ser un caso aislado, pensará usted. La verdad es que no, pues veamos otro ejemplo. Existe un consenso en que la recaudación fiscal (la plata del Estado) proviene en gran medida por el crecimiento económico, y en una mucho menor, por las reformas tributarias. René Cortázar señala que el crecimiento aporta un 80% y las reformas sólo un 20%. Es de sentido común entonces que apostemos por el crecimiento.
Permítame decirle que la clase política no ha estado de acuerdo con esto en el último tiempo, pues ha impulsado 3 reformas tributarias en los últimos 10 años, si contamos la de este Gobierno.
A eso hay que sumarle la reforma de las 40 horas y las cotizaciones con cargo al empleador, que sólo van a contribuir a trancar el crecimiento, pues va a ser más difícil que una PYME pueda contratar a alguien.
Todo esto, sin mencionar que de flexibilidad laboral o de mejorar el pésimo transporte público que se lleva buena parte del tiempo familiar de muchos, ni se habla. Lógico, si el Gobierno puede arrancar de su responsabilidad de resolver esos problemas, proponiendo soluciones populistas.
Quizás todo esto sea necesario para disminuir la desigualdad de nuestro país, puede pensar usted. Pues analicemos ese caso: Nos dicen que para combatir la desigualdad, se deben subir los impuestos. Pero si se toma el coeficiente de Gini (índice que mide la desigualdad de ingresos) antes de aplicar los impuestos y transferencias del Estado, estamos similares a Alemania, Francia o Noruega. ¿Qué pasa entonces? Ocurre que de cada 4 puntos que se mejora en igualdad, 1 viene por impuestos y 3 por transferencias del Estado hacia los ciudadanos.
¿Qué nos quiere decir esto? Que uno de los grandes responsables de la desigualdad es nuestro Estado que funciona muy mal. Pero, ¿Qué solución nos dan los políticos? Pues, nada más y nada menos, que agrandar el Estado, crear más ministerios y multiplicar los políticos. Casos de un pésimo funcionamiento estatal hay muchos, es cosa de que usted haga memoria.
Pero sin lugar a dudas, la joya de la corona viene en la seguridad de los chilenos.
Resulta que este Gobierno se dice comprometido con la seguridad, pero su mejor solución es intentar prohibir las armas por ley, como si los delincuentes, narcos y terroristas fueran a entregarlas a la parroquia más cercana y volvieran con un rosario a cambio. Esto no sólo muestra la total falta de preocupación por el orden público, sino que también es otro caso donde algunos políticos se enfocan en el lugar equivocado, y dejan que el problema se siga agrandando. Qué compromiso con la seguridad se puede esperar de aquellos que le rendían homenaje a un perro llamado Matapacos.
Pero lo cierto, y para ser justos, es que muchos problemas de la política en general vienen dados porque tenemos un afán, o derechamente la costumbre, de rascarnos donde no nos pica.