La reciente publicación de rankings internacionales de universidades pone un foco de atención en el desempeño de las instituciones chilenas en este ámbito.

Se debe partir por reconocer las limitaciones de los rankings. Por ejemplo, son sensibles a los indicadores seleccionados, y aquellos que incluyen indicadores cualitativos basados en opinión tienden a favorecer a universidades más tradicionales. A pesar de ello, son muy interesantes: permiten observar con mayor imparcialidad e ilustran temas que, a ojos internos, pasan inadvertidos.

Algunas publicaciones, en este mismo medio, han destacado que en promedio las universidades chilenas están mejorando su reconocimiento por parte de la comunidad académica internacional. Por ejemplo, la firma británica Quacquarelli Symonds en su QS World University Rankings 2022, destaca 20 universidades chilenas.

Otra evidencia del mejor posicionamiento promedio, o general, es el reconocimiento que logran la mayor parte de ellas en el Ranking QS América Latina de Universidades. Este ranking identifica 418 instituciones destacadas a nivel de América Latina, y entre ellas 40 universidades chilenas. Cabe notar que, en este ranking, los indicadores de opinión (reputacionales) representan el 50% del puntaje final, y el 50% restante considera indicadores cuantitativos.

En América Latina, hay cinco países que, por su tamaño, concentran la oferta de universidades: México, Brasil, Perú, Argentina y Colombia. Sin embargo, resulta distintivo el caso de Chile, ya que la mayoría de sus universidades destacan en el ranking QS América Latina: un 71% de sus universidades aparece entre las 418 instituciones del ranking.

Se observa, entonces, una diferencia significativa en la posición de Chile en el ranking QS América Latina, seguido por Colombia con un 64%, Uruguay con 57%, Brasil con un 47% y luego Argentina, que sigue con un 38% de sus universidades en dicho ranking.

Una hipótesis que sugerimos es que el sistema universitario chileno ha avanzado hacia un estándar promedio superior de calidad en la mayor parte de sus universidades. Este avance ha sido planificado y acompañado por programas con importantes recursos como MECESUP, hoy Fondo de Desarrollo Institucional (FDI), por una parte, y por la instalación de un sistema de aseguramiento de la calidad a partir de 1999. Este último, a través de la acreditación de las instituciones y de sus programas de pre y postgrado, y con una creciente rigurosidad en su aplicación en los últimos años, ha permitido una calidad basal superior del sistema universitario, el cual ha favorecido un posicionamiento significativo a nivel de América Latina.

Los nuevos criterios y estándares recientemente publicados por la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), y su cumplimiento por todas las universidades, debieran contribuir a seguir mejorando el prestigio de las universidades chilenas. Más allá del tamaño, debiéramos aspirar a que Chile destaque en el concierto internacional por la calidad del conjunto de su sistema universitario, y por la contribución de estas instituciones a solucionar los graves problemas que enfrenta nuestra región.

Si bien nos falta mucho para conseguir que el 71% de nuestras universidades sea de clase mundial, un mejor posicionamiento de aquellas existentes en rankings latinoamericanos debiera reflejar, no sólo un mayor prestigio para el país, sino un avance en la innovación, la generación de nuevo conocimiento y el emprendimiento productivo y social, que nos permita proyectar un mayor optimismo sobre el futuro del país.

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