Los desfiles de retroexcavadoras, que sustituyen el pensamiento, propuestas y gestión por ciega obediencia, anticipan un capítulo final amargo para una administración y un paso torpe para reparar lo que nunca comenzó.

Ha comenzado un proceso de demolición inédito en nuestra historia. Por primera vez, una crisis habitacional trascendental se ha enfrentado con retroexcavadoras, desalojos masivos y demolición de hogares con puntos de prensa y vocerías. Desde la pantalla de mi celular miro atónito: ¿qué nos depara el futuro?

Se hace especial hincapié en que los hogares, en este tipo de lugares, han tenido la posibilidad de postular a subsidios en todo el abanico de su espectro. Aquellos que se mantendrían en situación de “campamento” no han cumplido con su postulación o, simplemente, están a la espera de resultados.

Una vocera de los departamentos desalojados de Michaihue, en San Pedro de La Paz, aseguraba que, de cien familias, solo un 10 obtuvieron subsidios de arriendo y 40 quedaron en lista de espera. Es decir, solo la mitad de los hogares obtuvo respuesta…en la década de vida de esta toma. Mientras tanto, en el Cerro Centinela de San Antonio, el desalojo se vislumbra tan caro como extenso. Pero la demolición ya ha pasado por el campamento Dignidad de La Florida.

Es muy difícil entender este salvoconducto que autoridades se han otorgado con el fin de justificar al país los motivos de la existencia y permanencia de personas en estos asentamientos. Una forma de decir, con cámaras y micrófonos: ellos tienen la culpa.

El eco de este mensaje seduce la idea de un abuso generalizado por parte de pobladores y da a entender que, en primer lugar, los subsidios actuales son suficientes y, en segundo, que al asolar los asentamientos existirían soluciones mediatas, disponibles en el sistema, para las familias.

Tristemente los subsidios, por sí solos, están lejos de ser suficientes y necesarios para pasar aplanadora sobre la crisis habitacional de Chile.

En mi experiencia trabajando con las dirigencias del campamento Un Nuevo Amanecer de Cerrillos, las mesas de trabajo han sido escasas o, sencillamente, abandonadas. En al menos cuatro ocasiones las autoridades locales, gobierno central y policías han declinado, dejado de responder o simplemente ghosteado los grupos WhatsApp de dichas mesas.

Viendo las imágenes de maquinarias, policías y desalojos pienso si acaso estos mecanismos burocráticos son tan engorrosos como desagradables hasta para quienes trabajan en el aparato público. Un proceso más que kafkiano. O, si es que simplemente están barriendo -marginando- familias bajo el tejido de la ciudad. El problema para los que vendrán.

En ambos casos, pienso importante hacer una introspección y preguntarse ciertas cosas. ¿Es suficiente remitirnos sólo a subsidios?; ¿De qué manera podemos facilitar el acceso de los hogares a una solución habitacional más eficiente? o ¿será que el Estado ha retrocedido en sus relaciones con la ciudad?

Las primeras preguntas tienen, sin duda, respuestas técnicas y tecnocráticas, -que en los últimos periodos evidencian precariedad-. Pero la tercera abre la puerta para una conversación más amplia y, por cierto, política.

El salvoconducto ético, para una acción sin precedentes en nuestra historia, como la demolición sistemática de hogares viviendo en la marginalidad del sistema, representa un récord en la levedad del carácter moral del Estado con la ciudad.

Hace no mucho tiempo tuve una discusión con una autoridad oficialista que me respondió lo siguiente: “Tenemos una oficina abierta para que los vecinos de campamentos reciban asesoría para postular a subsidios individualmente”. Desgraciadamente la fragilidad de soluciones parciales o individualizadas, a cuenta gotas, tienden a generar una rueda en la cual quien sale del asentamiento abre la puerta a la entrada de otros.

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En esa rueda de salir y entrar, en Nuevo Amanecer, aparecen intenciones que buscan la oscuridad, de un espacio abandonado por el sistema, para planes igual de oscuros. El reloj está corriendo.

Estoy convencido de que los males sociales que nos aquejan y orbitan el déficit habitacional —la injusticia, la desigualdad, la violencia o el vacío institucional— no pueden resolverse únicamente desde el individuo, sino que requieren una reconstrucción del vínculo comunitario y del sentido de pertenencia al mundo, a la ciudad y hacia los otros.

La destrucción de raíces colectivas, el abandono de mesas de trabajo y haber dejado de prestar atención a la gente —sin imponer, sin dominar, sin aplanar— se transforma en un acto erosivo de la justicia, hacia cualquier comunidad verdaderamente humana y a lo que puedo entender como democracia social con foco en los hogares.

Los desfiles de retroexcavadoras, que sustituyen el pensamiento, propuestas y gestión por ciega obediencia, anticipan un capítulo final amargo para una administración y un paso torpe para reparar lo que nunca comenzó.

Para lo que nos depara el futuro, creo que no debemos quedarnos con meros diagnósticos —la pérdida de comunidad, pertenencia y sentido— sino exigir una ética y una política de arraigo, basada en la justicia, la atención y el deber hacia los otros. Quizás los hogares en toma ya se han puesto manos a la obra hacia soluciones.

Tomás Ives es diseñador, artista y animador autodidacta, nacido y criado en Chile. Dedicado a proyectos creativos y estrategias de comunicación social a través del arte y el diseño.

Exalumno del programa Impact! Design for Social Change en 2013, ha desarrollado su carrera como consultor de diseño e ideas, tanto en ilustración editorial como para televisión.

Además, ha estado involucrado en el trabajo social y el muralismo, lo que lo llevó a tener cercanía con lugares como el campamento Nuevo Amanecer, lo que le permitió tener una visión las dinámicas que se viven día a día entre las personas que habitan las tomas.