Más que profundizar en propuestas, incentivó la búsqueda de frases para la galería y la repetición de lugares comunes.

Previo al debate presidencial, la gran interrogante era si habría candidatos con desempeños sobresalientes o, por el contrario, extremadamente deficientes que derivaran en cambios sustantivos en las bases de apoyo ciudadano. Sin embargo, pese a los momentos de tensión, cruces de propuestas e interpelaciones, este no parece ser el caso.

Si bien hubo diferencias de desempeño, no se advirtieron grandes momentos como los de 2017 y 2021, que recordamos hasta hoy como episodios que marcaron la contienda electoral.

Que el debate no produjera grandes cambios en el escenario electoral beneficia, naturalmente, a aquellos candidatos que lideran las encuestas. Su principal labor era evitar cometer errores sustantivos y con ello, mantener la base de apoyo que hoy les está asegurando el pase a segunda vuelta.

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Jeannette Jara se mostró incómoda, incluso temblorosa cuando interpeló fuertemente a Kast al iniciar el debate (en una jugada que responde a un diseño claramente preparado), y tampoco logró responder con argumentos las interpelaciones respecto de su rol como ministra y las altas cifras de desempleo que heredó.

José Antonio Kast, por su parte, identificó rápidamente a su contendora (Jeannette Jara) y apuntó sus dardos en consecuencia. Sin perder la calma, pero sin mostrar grandes luces, pasó el debate sin mayores momentos que destacar.

Sin embargo, los candidatos que requieren aumentar su competitividad para pasar a segunda vuelta necesitaban arriesgar más. En ese sentido, Evelyn Matthei consiguió poner en la mesa el relato principal de su campaña: Chile tiene todas las condiciones para dar un salto al desarrollo. Para ello, recalcó varias veces que tienen los equipos y la experiencia necesaria, y subrayó que su apuesta es la unidad del país.

Johannes Kaiser, por su lado, probablemente fue uno de los ganadores de la noche. Respondió lo que se le preguntó, las ideas las comunicó coherentemente, interpeló con consistencia a sus contendores y defendió propuestas extremas con templanza, sin abrir flancos importantes. El mundo de la derecha radical que aspira a representar el candidato probablemente está mirando con buenos ojos su desempeño.

A pesar de que el balance es positivo para Matthei y Kaiser en comparación al resto de los candidatos, es escasamente probable que marque una diferencia sustantiva respecto del estado actual de las encuestas. No quedaron momentos que marquen un giro en las tendencias. Lo más parecido a ello es la intervención final de Matthei, donde responde firmemente a una artera interpelación de Parisi, mostrando grandeza, humildad para reconocer errores y apostando por su capacidad para construir acuerdos.

Dificultad para profundizar en propuestas

Con todo, hay dos elementos propios de este debate que hacen difícil profundizar en las propuestas de los aspirantes a La Moneda.

Primero, el formato: aunque más ordenado y equitativo, no permite que los periodistas contra pregunten y ahonden en aquello que incomoda o se contradice.

Esto no se trata de que ellos sean el centro del debate, pero sin duda son los profesionales idóneos y capacitados para desentrañar las complejidades de los programas de gobierno, ponerlos a disposición de la ciudadanía y probar su consistencia.

Al excluir esa posibilidad, los candidatos terminan respondiendo a sus pares en vez de a los periodistas, lo que ayer incluso llevó a que una de las postulantes se negara a contestar.

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En segundo lugar, la multiplicidad de participantes redujo al mínimo los tiempos de intervención.

Más que profundizar en propuestas, incentivó la búsqueda de frases para la galería y la repetición de lugares comunes. Muchos países democráticos que tienen regulados los debates oficiales, exigen requisitos adicionales a los candidatos para tener presencia: representación parlamentaria, porcentaje de votación en elecciones anteriores o umbrales de apoyo en encuestas.

Es una discusión del todo razonable de implementar para los próximos ciclos electorales, sobre todo en un escenario de híper fragmentación, donde abundan los candidatos y proyectos personalistas.

Así las cosas, no parece que el debate mueva la aguja de forma radical: no generó grandes sorpresas ni alteró el panorama actual. Mientras quienes encabezan las encuestas administren el status quo, y los demás candidatos no se arriesguen lo suficiente, será difícil el surgimiento de cambios importantes.