Hasta no hace mucho tiempo, las personas se informaban sobre la salud mental de forma directa con los profesionales con que se atendían, leyendo libros, noticias, columnas en los diarios, o buscando en Google. Pero, en los últimos años, a esas fuentes de información se han sumado las búsquedas en YouTube y en plataformas de RRSS como Instagram o TikTok.

Esto, que en sí mismo no es bueno ni malo, sí desafía a la comunidad científica y profesional a analizar qué impacto tiene esa nueva práctica en el grupo de la población que está más expuesta a esas RRSS, como son los más jóvenes. Sobre todo, considerando que la mayor parte de los contenidos sobre salud mental que son subidos a aplicaciones como TikTok no son creadas por profesionales de la salud. Y, tal como se ha visto, abundan además los vídeos breves con información de mala calidad que se expanden de manera muy rápida.

En ese contexto, en un estudio publicado en Acta Psychologica el mes pasado, un grupo de investigadores de diversos centros en Canadá (Armstrong et al.), se propuso conocer el grado en que los jóvenes que buscan tratamiento por trastornos del estado de ánimo y ansiedad utilizan redes sociales para autodiagnosticarse, la importancia que le asignan al diagnóstico y el papel que juegan plataformas como TikTok, Instagram o YouTube en la formación de creencias sobre su salud mental, antes de consultar a un profesional.

Para tales fines, encuestaron a 57 jóvenes de entre 16 y 25 años, que estaban siendo entrevistados antes de ingresar a tratamiento para la ansiedad o trastornos del estado de ánimo.

¿Qué encontraron?

El 100% de los jóvenes reportó haber visto contenido de salud mental en línea y, si bien Instagram y TikTok eran los más usados, fueron vídeos de YouTube los que más contribuyeron al autodiagnóstico.

El 71,4% informó que creía tener un diagnóstico no proporcionado por un profesional y, el 65% de ellos, afirmó que había sido el contenido en redes sociales lo que inspiró esa creencia.

Los que informaron que se autodiagnosticaron, también mostraban una mayor implicación emocional y cognitiva con redes sociales.

El 84% de la muestra consideró que el diagnóstico era importante como una forma de validación personal, de conexión con otros, para acceder a un tratamiento adecuado y para facilitar que amigos y familiares los comprendieran. Estas razones muestran cómo el identificarse con un diagnóstico en RRSS puede ofrecer sentido de comunidad, pero también puede solidificar una identidad basada en la patología, dificultando el tratamiento y pudiendo implicar una menor flexibilidad para el cambio o recuperación.

Riesgos

Dentro de los riesgos que pueden desprenderse de estos hallazgos se encuentra el cómo la mala información puede llevarlos a adoptar etiquetas clínicas erradas. Y cómo la forma en que consumen RRSS puede llevar a reforzar el algoritmo de esas plataformas, llevando a la intensificación de los síntomas percibidos.

Aunque las RRSS pueden facilitar el acceso inicial a información, este tipo de resultados advierte contra los riesgos de la desinformación, el sobrediagnóstico y la fusión identidad-diagnóstico.

Tres efectos que generan preocupación en el campo de la salud mental y que instan más bien a recomendar el no autodiagnosticarse viendo contenido de TiKTok, Instagram o YouTube.