Ante esta nueva amenaza, que realmente supone una postergación de la anterior, nos preguntamos: ¿Hay necesidad de que el alarmismo se reavive durante este periodo de investigación? ¿Cuáles serían las implicaciones económicas para Chile si entrasen en vigor estos aranceles? ¿Cómo de probable es que realmente se implementen dentro de este plazo?

El miércoles pasado, la Casa Blanca emitió un comunicado en el que anunciaba la entrada en vigor de los aranceles al cobre el 1 de agosto y, lo que es más importante, que los minerales, concentrados, matas, cátodos y ánodos del metal rojo estarían exentos de dicho arancel. Tras hacerse pública la noticia, la industria cuprífera chilena suspiró con alivio ya que prácticamente la totalidad del cobre que exporta a Estados Unidos son cátodos refinados que no estarán sujetos a ninguna restricción comercial.

El precio del cobre en la bolsa estadounidense de Comex cayó estrepitosamente al hacerse pública esta noticia, registrando una caída diaria de en torno el 20%, la mayor registrada en un solo día. En la bolsa londinense de metales, los movimientos del cobre fueron menos pronunciados, devaluándose poco más de un 1% en la última semana. El peso chileno también cayó un 1%, el miércoles pasado, en parte por la bajada de tipos de interés por el Banco Central de Chile, y desde entonces ha vuelto a apreciarse ligeramente hasta la cota de 960, dada la buena noticia para la industria nacional minera.

Sin embargo, como es habitual en los pronunciamientos de Trump, su comunicado fue acompañado de una amenaza sustancial. El presidente anunció que ordenaría al Secretario de Comercio investigar la capacidad de refinamiento de la industria cuprífera estadounidense, exigiéndole un informe que deberá entregarse a más tardar el 30 de junio de 2026, sobre el que se basará para imponer, o no, aranceles universales al cobre refinado. De confirmarse la necesidad de dichas restricciones comerciales, el presidente aplicaría a partir del 2027 una tasa al cobre refinado del 15% y del 30% a partir del 2028.

Ante esta nueva amenaza, que realmente supone una postergación de la anterior, nos preguntamos: ¿Hay necesidad de que el alarmismo se reavive durante este periodo de investigación? ¿Cuáles serían las implicaciones económicas para Chile si entrasen en vigor estos aranceles? ¿Cómo de probable es que realmente se implementen dentro de este plazo?

Un impacto más limitado de lo que parece

En primer lugar, resulta lógico que pueda persistir cierta inquietud, ya que la industria del cobre representa entre el 10% y el 15% del PIB chileno. Dicho esto, EE.UU. supone únicamente un 10% del total de las exportaciones de cobre chilenas, siendo China el principal destino de las mismas. Si bien EE.UU. es un comprador relevante, las exportaciones a este país de esta materia prima representan apenas un 2% del PIB nacional, según las estimaciones de algunas consultoras económicas. Por lo tanto, el impacto de estas medidas en la economía chilena, en su conjunto, debería ser limitado.

Como señalábamos, la mayor parte del metal rojo adquirido por EE.UU. es refinado, y dada la escasez de refinerías en EE.UU, que les obliga a importar un 45% del mismo, su demanda será relativamente inelástica en el medio plazo.

EE.UU. tiene una abundancia de cobre, pero únicamente tiene cinco refinerías de cobre ya que las trabas burocráticas requeridas para poner en funcionamiento las minas han desincentivado la inversión en el sector.

La construcción de una nueva mina lleva, de media, entre 16 y 18 años, desde la fase de descubrimiento del yacimiento hasta el inicio de la producción. En Estados Unidos este proceso se puede alargar aún más, alcanzando una media de casi 29 años, ya que la obtención de permisos puede prolongarse, a su vez, entre siete y diez años. Si bien podríamos presenciar una desregulación del sector que permita recortar estos tiempos de espera bajo la administración de Trump, nos cuesta creer que consigan reducir tan drásticamente la dependencia de importaciones de un año para otro.

Por ello, no creemos que haya que caer en un alarmismo excesivo ante la postergación de la amenaza de los aranceles pero insistimos que, de materializarse, el impacto sobre la economía chilena no sería tan significativo. Además, al igual que EE.UU. reforzará su industria cuprífera en el interín, Chile deberá protegerse diversificando no sólo los destinos de sus exportaciones de cobre, si no también, el surtido de bienes y servicios vendidos en el exterior.