Lo que está ocurriendo entre Israel e Irán no hace más que extender el conflicto y agregar una dosis de ampliación del quiebre de la paz internacional.

El desarrollo de la violencia extrema en el Medio Oriente preocupa al mundo, incluida una parte importante de la población judía, que observa cómo la escalada belicista aumenta. Esta tiene como actor relevante al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien tiene el poder de ordenar las represalias en la Franja de Gaza y acciones militares en otros territorios, como ha ocurrido en los últimos días contra Irán.

La formación bélica de Netanyahu

La conducta de Netanyahu está vinculada desde muy joven a las actividades armadas. Próximo a cumplir los 18 años de edad —si tenemos en cuenta que nació en agosto de 1949— se unió a las fuerzas israelíes en la denominada guerra de los Seis Días en 1967. A partir de aquel año participó en operaciones de fuerza y en guerras, como la de Yom Kipur en 1973.

Su vida política ha sido nutrida paradojalmente por las acciones de grupos radicalizados, como Hamás, que han servido de impulso a las posiciones extremas representadas por él. Es un hecho que una reiteración de atentados ocurridos en el marco de las elecciones de 1996 fortaleció su posición para propinar una impensada derrotar, a quien aparecía como seguro ganador, Shimon Peres.

Esas elecciones tenían lugar después de ocurrido el asesinato de Yitzhak Rabin, a manos de un extremista judío, y luego de los Acuerdos de Oslo de 1993, que tuvieron entre sus decididos opositores a Netanyahu. Convergencia que era un punto de partida para lograr una solución al problema palestino-israelí y que requería un proceso de gradual implementación. Esos acuerdos fueron firmados por Shimon Peres y Mahmud Abbas, en presencia de Rabin, Yasir Arafat y el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.

Ciertamente, estos acuerdos no servían a las posiciones extremas ni palestinas ni israelíes. En la Franja de Gaza también fueron derrotados los gestores de los acuerdos y Hamás tomó el control de ese territorio.

La debilitada posición de Netanyahu

Netanyahu no es una persona que ajuste su actuar a principios y reglas. Tampoco es permeable a las críticas internacionales y ello ha quedado reflejado en su constante accionar, como primer ministro, al promover la expansión de los asentamientos israelíes en los territorios ilegalmente ocupados de Cisjordania.

Sin embargo, ha tenido momentos frecuentes de evidente debilitamiento en su gestión política. En esa condición estaba cuando se produjo la cruel e insensata acción terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023, con el asesinato de cerca de 1200 israelíes y extranjeros y la captura 251 rehenes. Netanyahu estaba en una fuerte tensión a raíz de reformas a la justicia y acusaciones por falta de probidad, lo que motivaba demandas por llamado a elecciones.

Lo ocurrido sirvió al primer ministro para sortear las vulnerabilidades. Pero ha sido utilizando métodos y acciones claramente violatorias del derecho internacional.

Luego del evidente fracaso de las medidas de inteligencia para anticiparse al ataque, ha recurrido a las represalias que han costado la vida a más de 55 mil personas y la destrucción de infraestructura básica para la subsistencia. Esto ha significado que la Corte Penal Internacional tenga emitidas órdenes de detención contra él y su exministro de defensa, Yoav Gallant, desde noviembre de 2024, por crímenes de guerra y contra la humanidad. Órdenes similares ha expedido la Corte contra líderes de Hamás.

La expansión del conflicto

La interrogante que surge es evidente. Esto es, con este estilo de liderazgo en que la conducta belicista no deja espacio para, al menos, un cese de las hostilidades, ¿qué margen se tiene para una racional negociación que logre una paz estable mediante la existencia de dos Estados, con fronteras seguras e internacionalmente reconocidas?

Lo que está ocurriendo entre Israel e Irán no hace más que extender el conflicto y agregar una dosis de ampliación del quiebre de la paz internacional, donde no hay legítima defensa, sino agresión y represalias recíprocas.