El apagón del 25F nos mostró lo que está en juego: un sistema centralizado nos hace vulnerables.
Esta semana Chile completo quedó a oscuras tras un megacorte de luz, dejando al descubierto la vulnerabilidad de nuestro sistema eléctrico centralizado. Durante horas, el país quedó desconectado y en caos, evidenciando que un fallo en un punto crítico puede paralizar todo nuestro territorio.
Este evento nos obliga a cuestionar nuestra dependencia de un sistema vulnerable y concentrado. Ante fenómenos climáticos extremos, ciberataques o crisis geopolíticas, Chile no está preparado. Sin embargo, esta debilidad también es una oportunidad para replantearnos cómo generamos, distribuimos y consumimos energía.
El país ha avanzado en la transición energética, con leyes que promueven las energías renovables y la participación de las comunidades en la generación de energía. Gran parte de la solución pasa por la descentralización energética, algo que países como Alemania y Dinamarca han demostrado, construyendo sistemas energéticos robustos basados en comunidades locales.
Las Energiewende (comunidades energéticas) en Alemania, han permitido que ciudadanos, cooperativas y municipios generen su propia energía, principalmente a través de fuentes renovables. Dinamarca, por su parte, ha impulsado parques eólicos comunitarios como Middelgrunden wind farm, uno de los ejemplos más emblemáticos de participación comunitaria cuya propiedad pertenece en un 50% a una cooperativa de ciudadanos y en un 50% a la empresa de servicios públicos Copenhagen Energy, donde los beneficios económicos y sociales revierten directamente en la población local.
Un país centralizado nos hace vulnerables
En Chile, organizaciones como Energía Colectiva, Ecosur y RedPe, pertenecientes al Fondo Movimiento Energético y apoyados por la Alianza Potencia Energética Latinoamericana, ya están trabajando en esta dirección.
Por una parte, el estudio “Energía ciudadana en Chile: propuestas para su implementación” de Energía Colectiva, en coordinación con Fundación Heinrich Böll y la colaboración de Fundación Chile Sustentable, Red de Pobreza Energética y la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA), señala que el sistema sigue priorizando la generación a gran escala, lo que perpetúa un modelo centralizado y vulnerable.
En la investigación indican que es crucial fomentar la participación ciudadana en la transición energética, entregando protagonismo a las comunidades y para ello es necesario eliminar barreras regulatorias, facilitar el acceso a financiamiento y brindar apoyo técnico.
En la misma vereda, Ecosur también publicó un estudio llamado “Transición Socioecológica Justa desde la Adaptación: propuestas para la implementación local”, en él se enfatiza la importancia de las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) como una forma de abordar la crisis climática y energética. Estas soluciones, que incluyen la restauración de ecosistemas y la implementación de infraestructura verde, no solo ayudan a mitigar los efectos del cambio climático, sino que también fortalecen la capacidad de las comunidades para adaptarse a los cambios. Además, las SbN pueden ser una fuente de empleo local y un motor para la economía regional.
El apagón del 25F nos mostró lo que está en juego: un sistema centralizado nos hace vulnerables. Necesitamos invertir en infraestructura local, como microrredes y sistemas de almacenamiento que permitan a cada región generar y gestionar su propia energía. Esto no solo mejoraría nuestra resiliencia ante crisis futuras, sino que también crearía empleos locales y reduciría las emisiones de carbono. La energía del mañana debe ser local, limpia y democrática. El momento es ahora.