Rusia está tratando de repetir lo que hizo en 2014 en Crimea para anexionar más territorios ucranianos, pero esta vez fracasará, según estima en esta columna el periodista Konstantin Eggert, de la Deutsche Welle.

Los seudorreferendos organizados por Rusia en cuatro regiones de Ucrania parcialmente ocupadas se consuman. Todos, incluyendo el presidente Vladimir Putin, saben que estos “plebiscitos” son aún más falsos que el espectáculo del referéndum realizado en 2014 en Crimea, que condujo a la anexión de la península a Rusia.

Los resultados fueron previsibles, y durante la última jornada el Kremlin anunció formalmente que las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón “votaron” por adherirse a Rusia. Putin no dudará en acceder a su deseo y firmará los documentos de adhesión en los próximos días para hacerse a sí mismo un regalo para su septuagésimo cumpleaños, el 7 de octubre.

El mundo no reconocerá esta votación fraudulenta, tal como no reconoció la apropiación de Crimea. Puede que sí lo hagan algunos Estados dependientes de Rusia, como Eritrea y Siria, o entidades no reconocidas, como Abjasia u Osetia del Sur (ambos arrebatados por la fuerza a Georgia en 2008).

La movilización cambia el panorama

Es posible que Putin crea que los rusos estarán encantados de enterarse de que “salvó” a más de los suyos de las imaginarias garras de los imaginarios “neonazis ucranianos”, y que engrandeció aún más su país. Pero, si la euforia acompañó la anexión de 2014, esta vez el ánimo es diferente.

En primer lugar, porque Crimea tenía un lugar especial en el imaginario postsoviético, herido por el súbito colapso de la URSS. El este de Ucrania no tiene el mismo significado simbólico. En segundo término, porque los seudorreferendos tienen lugar ante el trasfondo de lo que Putin llama oficialmente una movilización parcial, pero es, para todos los efectos, una movilización general en Rusia.

Cientos de miles de familias están enviando a sus hombres, sin preparación, a la guerra, y muy probablemente a la muerte. Muchos más están tratando de ayudarles a escapar a través de fronteras que se están cerrando rápidamente.

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El Kremlin no tiene otra opción que declarar rápidamente territorio ruso las regiones ucranianas ocupadas y desplegar masivamente allí a los reservistas recién movilizados. Sin ellos, será muy difícil para Rusia mantener esos territorios. Pero ahora que estas regiones serán declaradas territorio ruso, Putin alegará que las fuerzas armadas ucranianas están invadiendo Rusia.

Probablemente volverá a recurrir a la amenaza nuclear (como lo ha hecho regularmente desde la invasión de Ucrania en febrero) para conseguir un respiro en los combates y quizás hasta acceda a algún tipo de negociación.

Putin está bajo presión y tiene que actuar rápido antes de que la inevitablemente creciente imagen de los muertos y heridos empiece a sacudir a la sociedad rusa.

La desesperada táctica de Putin

Este es un plan desesperado y peligroso. Los ucranianos no abandonarán Donetsk y las otras tres regiones. Putin tendrá que hacerlos retroceder con medios bélicos convencionales o cumplir su amenaza de usar armas nucleares de corto alcance.

Eso llevaría a una respuesta de Estados Unidos con “terribles consecuencias”, como dijo recientemente el secretario de Estado Anthony Blinken.

El plebiscito de 2014 en Crimea fue un espectáculo montado por un vencedor inescrupuloso y cínico. En 2022, la situación es completamente diferente.

Los seudorreferendos de Putin parecen un intento de demostrar fuerza y decisión, cuando ambas escasean visiblemente. Sin importar cuánto más dure la guerra, esta farsa de votación quedará mañana en el olvido.