La guerra rusa contra Ucrania es un golpe contra la memoria de la victoria de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Para Rusia, comienza una era que no será color de rosa, opina Iwan Preobrażeński ante a Deutsche Welle.

Misiles caen sobre ciudades ucranianas como Kiev, Járkov y Odesa, un pérfido ataque sin declaración de guerra. Antes, cuando escuchábamos esas palabras, nos quedaba claro que se trataba del ataque de la Alemania nazi a la Unión Soviética, de la “Gran Guerra Patria”, como se llama a la Segunda Guerra Mundial en Rusia.

Esa guerra dividió el tiempo en un “antes” y un “después”, y durante décadas no hubo que aclarar por qué. Cuando se hablaba de la “posguerra”, todos tenían en claro que eso era después de 1945. Pero desde febrero de 2022, otra guerra separa el pasado del presente, una en la que Rusia es el agresor.

Putin destruyó el último “broche”

Hasta febrero de 2022, el recuerdo de la victoria en la Segunda Guerra Mundial fue la base de la identidad rusa. Todas las encuestas y estudios desde finales de los años 90 demostraron cuán importante es esa victoria en la conciencia colectiva de Rusia.

No en vano, el régimen de Putin convirtió la memoria de ese triunfo en el broche que se suponía debía mantener unida a la sociedad rusa. Una especie de religión civil que la mayoría de los rusos aceptaron.

Las víctimas de la Segunda Guerra Mundial son recordadas en Rusia con la iniciativa “Regimiento inmortal”, una idea que provino, en primera instancia, de la sociedad, como alternativa al pathos estatal y a eslóganes como “Podemos lograrlo otra vez”.

Pero la propaganda estatal se apropió rápidamente de esa iniciativa civil, así como de la Cinta de San Jorge, cuyo origen está en una condecoración militar del Imperio Ruso, y que más tarde comenzó a usarse bajo otro nombre. En Rusia es hoy uno de los símbolos militares más importantes de la victoria rusa contra la Alemania nazi.

También en ese aspecto, la sociedad rusa siguió a la propaganda del Kremlin. Pero en febrero de 2022, Putin mismo destruyó este pilar fundamental de la identidad rusa.

Ahora, las tropas rusas no solo disparan contra Járkov y Odesa. También toman por asalto Mykolaiv, y ocupan Jersón en Ucrania. Lanzan bombas cerca del memorial del Holocausto de Babyn Yar, en Kiev, y, por miedo, disparan a los tanques que se encuentran aún sobre pedestales en las ciudades ucranianas como recuerdo de la Segunda Guerra Mundial.

No es solo la “Gran Victoria” lo que tienen en la mira. Es un ataque de tanques, no solo contra la memoria de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, sino también un ataque personal contra los veteranos: los pocos testigos sobrevivientes de la guerra no pueden abandonar sus hogares durante los bombardeos rusos.

El inicio de una nueva era

Cualquiera sea el resultado de esta guerra desatada por Vladimir Putin -si es que no termina con un ataque nuclear-, los ucranianos, y aquellos rusos que están en contra de la agresión, ahora tiene su guerra. Es decir, la “Gran Guerra Patria Ucraniana”, como ya la están llamando.

Esta guerra separará ahora la vida de generaciones enteras en un “antes” y un “después”. Este es el conflicto -y no otros, como la guerra de 2008 contra Georgia, o la anexión de Crimea, en 2014- que marcará el final del período histórico postsoviético, pero también el del “espacio postsoviético” en sí.

Ahora está el “Imperio Ruso”, y aquellos que pudieron liberarse de él luchando. Rusia, que gracias a la victoria sobre el golpe de Moscú, en 1991, pudo conservar la apariencia de “la democracia más importante” del espacio postsoviético, se convertirá finalmente en una “prisión de los pueblos”, como se llamó una vez a la Unión Soviética.

No todos podrán sentir de inmediato los cambios actuales. En Ucrania comenzó una nueva era en febrero de 2022. Pero muchos rusos todavía prefieren ocultar la cabeza en la arena, como el avestruz.

Sin embargo, también los rusos están en el umbral de estos “nuevos tiempos” que, inevitablemente, los golpearán duramente: con las sanciones occidentales y las contrasanciones rusas, que también afectarán a su propio pueblo; con la subida inevitable de los precios de los alimentos por la falta de siembra en el sur de Rusia y en Ucrania; con la escasez de productos y la inflación galopante debido al aislamiento.

Si a los rusos no les gusta todo esto y quieren tomar las calles en protesta, se encontrarán con la Policía rusa y la Guardia Nacional preparadas.