El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, advirtió el martes que la democracia estadounidense está amenazada por la “subversión electoral” republicana.

Sumado a ello, el mandatario dijo que proteger el derecho a voto supone una “prueba” histórica para el país.

“Depende de todos nosotros proteger ese derecho. Es una prueba de nuestro tiempo”, dijo el jefe de Estado en un encendido discurso en Filadelfia.

En la ciudad cuna de la Constitución de Estados Unidos, Biden arremetió contra los intentos liderados por su predecesor republicano, Donald Trump, de anular el resultado de las elecciones de 2020, así como de contar con nuevas reglas electorales en nombre de la seguridad.

“Esto es una subversión electoral”, dijo. “Es la amenaza más peligrosa para la votación y la integridad de las elecciones libres y justas en nuestra historia”, apuntó.

Biden enfatizó que, tras las acusaciones republicanas de fraude generalizado el año pasado, más de 80 tribunales, hasta la Corte Suprema, celebraron audiencias y en todos los casos no encontraron ninguna irregularidad significativa.

Las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre de 2020 registraron la participación histórica más alta a pesar de la pandemia de covid-19, y luego fueron “las más escrutadas en la historia de Estados Unidos”, añadió.

Sin nombrar a Trump, Biden dejó en claro lo que pensaba de la campaña sin precedentes del republicano para revertir los resultados electorales.

“La gran mentira es solo eso: una gran mentira”, comentó.

“En Estados Unidos, si uno pierde, acepta el resultado, respeta la Constitución. Lo intenta de nuevo. No llama a los hechos ‘falsos’ y luego trata de derribar el experimento estadounidense solo porque no está contento”, apuntó.

Herramientas limitadas

El discurso en la ciudad donde se redactó y firmó la Carta Magna estadounidense en 1787 supone la incursión de más alto perfil de Biden en esta controversia.

Según la Casa Blanca y los demócratas del Congreso, los republicanos están utilizando las legislaturas estatales para restringir los derechos de voto en todo el país con el pretexto de incrementar la seguridad electoral.

Los republicanos, incitados por Trump, insisten en que se necesitan reglas de votación más estrictas para acabar con el fraude electoral.

Esto significa, por ejemplo, reducir la votación por correo, acortar los horarios de apertura de las urnas e imponer fuertes multas a los trabajadores electorales que cometen errores.

Para los republicanos, estas medidas contribuyen a transparentar las elecciones estadounidenses.

Pero los demócratas señalan que la incidencia de fraude ya es extremadamente baja y que lo único que se busca es complicar la participación de votantes no blancos, que tienden a votar por los demócratas.

“Quieren hacerlo tan difícil e inconveniente que esperan que la gente no vote en absoluto”, afirmó Biden.

Sin embargo, no está claro qué puede hacer el presidente sobre este tema.

En su discurso, Biden anunció que se duplicará el personal de la división de derechos electorales del Departamento de Justicia.

Para tomar otras medidas se necesitaría un cambio en las leyes y los demócratas, a pesar de tener una leve mayoría en el Congreso, no han podido superar el uso republicano de una regla de bloqueo conocida como obstruccionismo.

Bajo esta regla, el “filibuster”, se necesitan 60 de los 100 senadores para aprobar la mayoría de las leyes.

Los demócratas tienen solo 50 senadores y la vicepresidenta Kamala Harris puede emitir un voto de desempate cuando es necesario.

Hasta ahora Biden, sin embargo, se ha mostrado reacio a apoyar plenamente los llamados de algunos demócratas para eliminar el obstruccionismo.

En el episodio más dramático de la actual ofensiva por el acceso de los votantes a las urnas, los legisladores demócratas en Texas abandonaron el estado el lunes para evitar que hubiera quórum en la legislatura, donde la mayoría republicana estaba a punto de votar nuevas restricciones.

El éxodo demócrata marcó la segunda vez que usaron esta táctica para descarrilar el proyecto de ley.

Los texanos se dirigieron a Washington, donde estaban presionando a los legisladores del Congreso para que impulsaran las leyes federales de protección al voto.