Revuelo causó en 2016 la irrupción de Lil Miquela, una “influencer digital” creada bajo el alero de la start up tecnológica Brud, cuyo objetivo era apuntar a un público definido con un estereotipo (en este caso, una personalidad adolescente) amoldada a sus gustos.

Miquela le habla a los jóvenes con referencias culturales y comerciales afines, defiende causas políticas (apoya al movimiento Black Lives Matter y los derechos de inmigrantes en EE.UU.), e incluso se involucra en discusiones con otras modelos de su tipo. Como con Bermudaisbae, otra influencer digital pero conservadora y a favor de Donald Trump.

Por estos días, la autodenominada “robot” vuelve a sorprender bajo un nuevo formato: la música, donde ha desarrollado una auspiciosa carrera.

A través de plataformas de streaming, Lil Miquela ha irrumpido en ránkings internacionales con una saga de singles interpretados por ella misma. O mejor dicho, por su dulce voz computarizada.

En el circuito musical de carne y hueso, la influencer se ha hecho un considerable espacio: con apenas tres años de vida, en su currículum destacan entrevistas con Rosalía y J Balvin, y un puesto número ocho en el ránking de Spotify Viral con Not Mine, uno de sus primeros éxitos mundiales.

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con la bebecita @lilmiquela 💖💖

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Esta semana, Miquela estrenó Money/Sleeping In: un single doble donde retoma su carrera artística con hasta ahora casi una decena de canciones, todas populares entre sus más de 1.6 millones de seguidores sólo en Instagram, donde se ha convertido en un paradigma de las ‘it girls’.

“El `influencer real` es fácil de replicar en términos de robot porque las audiencias generan empatía pero no lo pueden ver físicamente, como antes pasaba con la tele o el cine, entonces puede no existir y ese sujeto puede ser un robot”, comentó Leonardo Murolo, especialista en comunicación y nuevas pantallas en diálogo con el diario argentino Página 12.

Consultado por el éxito de la modelo, el experto explica así su arraigo en la juventud: “Este es un tema que nos llama la atención a la generación posterior y desde ese lugar lo cuestionamos. Pero las marcas, que lo deben tener estudiado, saben que hablar desde un sujeto construido no le va a llamar la atención a una generación de jóvenes que cuando empezaron la escuela ya estaban cambiando de la Playstation a la Wii a la realidad virtual”.