Leonart (La patria, Lacra, Pascua, El libro rojo de la historia de Chile, entre otros, además de obras de teatro y guiones de teleseries) vuelve con un libro que retoma al ex-presidente de Renovación Nacional y ex-senador Carlos Larraín como un referente de la élite chilena.

Con una prosa que usa -y abusa- de la reiteración para generar ambientes agobiantes, desquiciados a ratos, donde las violencias de distinto tipo -muchas pasivas-, los excesos, la irracionalidad y la frustración son protagonistas, parte indisoluble de nuestro ser nacional.

“¿Qué sentido tiene vivir, contar, escuchar, inventar si después -por culpa del trago o de la mala memoria- no somos capaces de recordar?” (pp 192). Y Leonart reitera y reitera, en un tránsito entre no querer olvidar y la letanía cargante de un ebrio o un drogado (con un protagonista no bebe alcohol y no fuma ni tabaco ni marihuana).

Marcelo Leonart escribe novelas de ficción invocando desgracias nacionales (hechos y personajes), que nos han remecido -y atontado en su reiteración-, confundiendo inventiva, imaginación oscura y realidad. Son textos sin límites -o al menos sin límites claros-, como nuestra realidad. Con poca magia, menos realismo mágico, pero sí mucho surrealismo marginal, chato, con poco o nada de poético.

Weichafe combina un “carrete” -con mucho alcohol, tabaco y marihuana- de una pareja (el protagonista y Valentina) con Nadia (la ex-señora del mejor amigo del protagonista) en la que ha aparecido Felipe (un mapuche que relata que ha participado de la quema de un granero y una casa para luego salvarse de morir a manos de Carabineros y guardias civiles), con el Caso Luchsinger-Mackay, el del hijo del ex-senador Carlos Larraín y la historia de Joel, el ex-esposo de Nadia.

Las historias se entrecruzan, se establecen paralelos y choques, propios del clasismo y racismo local, donde prevalece la fuerza, el sinsentido y la falta de esperanza. Y donde el sexo, finalmente, termina siendo necesidad o descarga meramente física.

A Marcelo Leonart se lo califica de excesivo, de soez, alguno dirá que es un resentido. Es posible que todo ello sea, en parte, cierto… pero no hace sino expresar una parte de la oscuridad de nuestro país, y su obra dialoga en consonancia con la de varios creadores chilenos que, con sus obras, están encendiendo alarmas y más alarmas sobre situaciones (“latentes” para algunos) graves, sobre condiciones humanas deplorables… todo ello mientras gran parte de las “masas”, los “líderes” y “autoridades” parecieran estar viendo sus celulares, sacándose “selfies” o “twiteando”.

Sin ser tan provocativo como Lacra, por ejemplo, lleva los conflictos a ámbitos más cotidianos, más cercanos, y por tanto, resulta más inquietante.

Weichafe

Marcelo Leonart
Tajamar Editores
Santiago de Chile, agosto de 2018