El artista nacional Francisco Papas Fritas, el mismo que quemó más de 500 millones de dólares en pagarés de estudiantes endeudados de la extinta Universidad del Mar, entre varias otras performances, explica aquí las razones de su adiós y de la que podría ser su obra más radical: vivir.

“Papas Fritas se retira de las artes visuales y de hacer arte de manera formal y pública”. Con este mensaje en redes sociales, Francisco Papas Fritas, uno de los más polémicos, prolíficos y populares artista visuales chilenos de los últimos 20 años, anunció acaso su performance menos esperada: su propio paso al costado. Y por razones tan profundas como prácticas; tan complejas como sencillas.

“Es una decisión difícil, que me ha hecho sentir que me desprendo de una mochila muy pesada. Ha sido un proceso doloroso obviamente, porque a medida que uno lo va contando vienen todos estos ‘no te vayas’, y te suben el ego. El artista siempre se va a alimentar del ego, siempre se tiene que estar ‘vendiendo"”, cuenta en diálogo exclusivo con BioBioChile.

“Hay preguntas que son profundas y que la distancia permite entender qué está haciendo uno realmente, y si es necesario el arte hoy como lo conocemos, más allá de esa paranoia de las máquinas terminando con los artistas… Hay una cosa humana y espiritual que las máquinas nunca van a tener”, reflexiona al momento de explicar su retiro, que estuvo antecedido de no pocas autocríticas y cuestionamientos, incluso existenciales.

Antes de plantearlo, Papas Fritas se hizo estas preguntas. “¿Hoy día uno puede ser artista en una sociedad tan neoliberalizada? ¿Tan hiperidentificada? ¿Qué es hoy el artista? ¿Un personaje? ¿Alguien que tiene una narrativa? ¿El que hace una imagen, en un tiempo en que todo es imagen?”.

Parte de lo que lo llevó a pensar en el adiós, radica en su diagnóstico de la propia escena artística chilena, la misma de la que fue parte por más de dos décadas. Pero no es el único motivo.

“Hoy el arte se mueve entre mucha espectacularidad. Quizás yo también lo hice, pero eran momentos donde eso podía funcionar un poco. Hoy en día todo desaparece tal como es. Es lo mismo que los chicos que hacen trap, en otra clase social, cultural y educacional: están buscando el éxito, buscan estar en la mejor galería, en la mejor colección y olvidan la obra. Es doloroso ver cómo las nuevas generaciones buscan validarse en la individualidad”, dice.

“Ante ese proceso, hoy en día no sé si el arte es la respuesta humana ante el avance del fascismo, de los populismos en general”, cuenta al mirar por su ventana.

Francisco Papas Fritas y el arte operacional

Nacido en Santiago en noviembre de 1983 y a través de una ruta totalmente al margen de la academia, Papas Fritas ha impulsado una carrera artística que suma tantas postales como escándalos. Como cuando se tatuó el logo del Gobierno de Chile en su propia piel a modo de reflexión de los espacios artísticos locales; o cuando se autodenunció por la quema de pagarés equivalentes a 500 millones de dólares en deudas de estudiantes de la extinta Universidad del Mar.

Aquella icónica performance “Ad augusta per angusta” (2014), que le valió reconocimiento internacional, terminó con las cenizas de los documentos siendo expuestas a las afueras del Centro Cultural Gabriela Mistral, en una Kombi que después impactó vallas papales durante las protestas de un 21 de Mayo en el frontis del Congreso.

Su última gran exposición en el GAM fue “Razón de morir mi vida”, donde abordaba temáticas como la eutanasia, la muerte asistida, la ortotanasia y la ruta completa del proyecto “Amortanasia”, donde exhibió planos para la construcción de “Iristhanatos” (máquinas funcionales a la muerte asistida).

También usó su piel para tatuarse archivos del Informe Valech, además de inmortalizar en un óleo sobre tela a la viralizada Paulina Palma, en su famosa fotografía delante de un incendio porteño. En 2012, en la Galería Metropolitana, fabricó y expuso una moneda de 500 pesos hecha con pasta base y resina, valor por el que una dosis de esta droga se adquiere en los extramuros de Santiago. Todo esto al mismo tiempo en que lidiaba con un cuadro de agorafobia que el tiempo sólo hizo recrudecer.

En todos estos casos, sus obras causaron revuelo, debate y variados escándalos, incluso llevándolo a enfrentar a la justicia. ¿El hilo conductor de estas piezas regadas a lo largo de 20 años? En todas, es el espectador el único y principal protagonista. Papas Fritas lo llama “arte operacional, que llama a la desobediencia civil”. “El gesto más desobediente es desobedecer la fetichización del personaje”, explica sobre propio fin de era.

“Hay algo muy fascista en tratar de imponer tu postura y tu verdad desde una retórica de la víctima”

“Hoy no hay espacio para el arte que uno quiere hacer, y el arte que uno quiere hacer se aleja de los mecanismos mercantiles. Uno trata de mantenerse al margen, uno subsiste, trata de mantenerse lo más ético posible, pero es difícil mantenerse así (…). Aquí, a partir de como se construyen los personajes sudamericanos, también hay un imaginario del mártir y del caudillo, como del santo, sobre todo con lo que pasó con la Universidad del Mar y lo del Informe Valech. Por suerte pude mantener distancia, pero eso no significa que no haya pecado en el narcisismo y el egocentrismo que te ponen esas situaciones. Y eso te va comiendo”, cuenta desde su residencia en San Miguel.

(P): En una parte de tu declaración, te refieres a errores y actitudes desafortunadas cometidas en el pasado. Incluso haces alusión, entrelíneas, a funas que recibiste. ¿Fue esto un impedimento al momento de plantear ideas, performances? ¿Se relaciona esto con el retiro?

(R): Es una cosa que vimos hoy en día, la lógica de la cancelación, que es una lógica cultural fascista, que no tiene otra línea, porque se crea a partir del miedo. Parece una idea progresista, pero es un acto sumamente represivo, porque la gente no deja de hacer cosas por entender y tener consciencia de sus actos, sino que lo deja de hacer por miedo. Entonces cuando el miedo desaparece, vuelve lo incorrecto con más fuerza, con rabia, con venganza, y es lo que va a pasar en el mundo. Sobre todo en los elevamientos más alineados a la izquierda. Decir eso, abiertamente, es súper complicado. Las personas cuando no tienen argumento, la única forma de anularte es tratando de cancelarte, caricaturizándote… Hay algo muy fascista en tratar de imponer tu postura y tu verdad desde una retórica de la víctima. Hay un neoliberalismo de la víctima. Y a eso yo lo llamo hipervictimización. Una competencia por quién lo pasa más mal.

Francisco Papas Fritas y su inesperado retiro del arte: "La felicidad es un estado de posibilidades"
Cedida

(P): ¿Esto significa que Francisco Tapia Salinas ya no se dedicará al arte?

(R): Creo que uno nunca va a dejar de ser artista. Y nunca va a dejar el arte tampoco. El punto está en cómo uno trabaja con ese conocimiento que ya adquirió. Son herramientas que están instaladas en uno, pero no creo que no puedan ser usadas en un espacio común. Soy hábil para conectar cosas, conectar gente, para producir, uno aprende muchas habilidades. Ver algo y pensar al respecto. Esa forma de analizar puede ser útil en cualquier cosa. Mi objetivo hoy es tener un trabajo estable, donde pueda ser un asalariado, aportar con mi conocimiento en cosas. Eso por ahora. E ir avanzando por salir, que es lo más potente que me ha pasado el último tiempo.

(P): Con relación a la agorafobia…

(R): Sí. Por primera vez tengo ganas de salir, tengo hambre de salir, que si bien antes tenía, para mí era difícil llevarlo a cabo. No había un silencio en mi cabeza como para poder hacerlo. Eso es lo más importante. Si se dan posibilidades de estudiar; yo nunca estudié nada, entonces es como un renacer de cosas que quedaron en el pasado por algo de subsistencia. Cuando me echaron del colegio, yo en noviembre de ese año cumplía 17 años, y tenía que definir mi futuro, y fue estudiar arte solo. Le tuve que prometer a mis papás que iba a ser un artista reconocido, y cuando lograra algo fijo iba a sacar mi Enseñanza Media, eso es lo único que me pidieron ellos. Yo trabajé como suche en fábricas de zapatos, no la estábamos pasando bien. Yo tenía mucho dolor con lo institucional, entonces no encontraba sentido ir a la universidad (…).

Me la puse difícil. Además de que mi vida era difícil, donde ni siquiera tenía el linaje de la universidad, me la hacía difícil poniéndome un nombre que era complejo de asimilar (Papas Fritas). Años después me entero que Nicanor Parra dijo que la mejor obra de arte que se había hecho en Chile era ponerme ese nombre (ríe). Ese esfuerzo de sobrevivencia, de primer gesto de “aquí tengo que romperme para lograr algo y poder vivir esto”, te rompe. Son muchas frustraciones, muchas cosas que tienes que dejar de lado. Y te vas transformando psíquicamente, y esa transformación psíquica se transforma en ansiedad, angustia, crisis de pánico, agorafobia, no salir, y eso trae mucha frustración y mucha brutalidad. Me costó mucho salir de tirar mierda. Yo tiré mucha mierda. Más que arrepentimiento, soy consciente de esos errores, de mis errores emocionales. Entonces sé que pasé a llevar gente, y es la parte no agradable del personaje. No es bonita la ansiedad, cómo actúa uno con la ansiedad, la paranoia que genera, no ha sido bonito vivir tantos años de encierro.

(P): ¿Te sientes más feliz ahora?

(R): Me siento una persona feliz, entendiendo que en la felicidad también está el dolor constantemente. La felicidad no es ese imaginario consciente. Es un estado de posibilidades, creo yo, y a veces tiene espacios oscuros (…). Mi etapa actual es buscar esa posibilidad. No sentirme atado a un personaje, no casarme con algo, incluso no casarme con que me voy a retirar. En la carta que escribo pongo que la puerta queda semicerrada, con las llaves puestas, no es un “chao, nunca más vuelvo”. Pero claro, a lo mejor nunca más vuelvo.