“Me interesan los alumnos problema”, dice el creador visual y taxidermista, quien será parte del equipo del Centro Experimental Perrera Arte que dictará clases en la Universidad Abierta de Recoleta.

Por Josefina Márquez

A la antigua, el artista visual Antonio Becerro, director del Centro Experimental Perrera Arte, carga un alto de fotocopias con imágenes de obras y escritos del alemán Joseph Beuys (1921-1986), quien es parte de la bibliografía obligada de los alumnos que tendrá en el curso “Insignias de identidad”, que dictará en 2021 en la Universidad Abierta de Recoleta, como parte de un convenio de cinco años que ambas organizaciones acaban de suscribir.

“Desde su origen, el proyecto de Universidad Abierta nos ha parecido fantástico y agradecemos que las autoridades de Recoleta nos hayan invitado a participar”, dice Becerro. “Estamos cruzando el río, el Mapocho por cierto, y por eso me estoy apoyando en Joseph Beuys, el creador de la Universidad Libre Internacional, a principios de los años 70. En ese cauce va mi pensamiento respecto al arte y la educación. Beuys fue lúcido al plantear la pedagogía del arte como herramienta liberadora y transformadora de los individuos y sus entornos”, agrega el taxidermista.

Foto de Hugo Peña (c)

-¿Cómo llegan a este convenio con la Universidad Abierta de Recoleta?

-Principalmente por la gestión del dirigente social de Matta Sur Vladimir Huichacura y el periodista independiente Patricio Olavarría, que también dictará un curso. Perrera Arte viene jugando con esta idea de la educación desde sus comienzos, en 1995. Aunque cueste creerlo, hemos compartido ejercicios experimentales de arte desde los jardines infantiles hasta las universidades, pasando por colegios básicos y de enseñanza media. Entre estos últimos, el que más se ajustó a nuestro método fue el Liceo Experimental Artístico, LEA, que es vecino del barrio. Lo mismo ha ocurrido en nuestro vínculo académico con diversas facultades, principalmente de arte y arquitectura, de las principales universidades locales, lo cual nos permite pesar y evaluar el conocimiento de los egresados que realizan sus tesis en nuestro espacio patrimonial.

-¿Qué valoras de este modelo abierto de enseñanza?

-Esta idea nace de la necesidad de la comunidad y por mutuos intereses de poder abordar otra forma de educar que no tenga que ver con la repetición de la cosa como único recurso de aprendizaje. No existe una sola forma de enseñar arte, no hay conclusiones precisas en el método y la forma. En ese sentido, las universidades que se arrogan el título de enseñar arte como una carrera al éxito mienten descaradamente a los estudiantes. Hemos visto sus primeras obras, discursos y montajes aquí, en la Perrera, así que sabemos de lo que hablamos. Somos testigos del sistema.

-¿Tiene sentido una universidad popular, abierta o libre habiendo tanta oferta universitaria acreditada en el país?

-Tiene mucho sentido porque una universidad que centra su ejercicio en el saber, en la investigación, en la apertura del conocimiento y, sobre todo, en democratizar las matriculas permite abrir el obturador, bajar la luz y mover el diafragma, que es, por ejemplo, el ejercicio de la fotografía. Las universidades del modelo de mercado, en cambio, han mostrado su incapacidad de generar un modo orgánico, propio del ser social, lo que ha creado una cesantía tanto económica -nadie compra cuadros en este país- como conceptual, ya que los egresados tienen competencias que no se necesitan. Pero ahí surge el contraejemplo, el estallido social no se puede entender sin el estallido visual. Eso no estaba en la malla curricular de la academia.

-¿Por qué ocurre esto con el sistema universitario?

-Porque su formato de aranceles, costos y deudas de matricula se apoya en una nomenclatura económica que, como los productos de los malls chinos, pregona la multiplicación en escala, la mayor utilidad al más bajo costo. Por eso hay tantas carreras de pizarrón, tantos periodistas que no ejercen y artistas que no pintan ni comercializan sus obras. Por eso hay mucha frustración. En lo que respecta al arte y salvo heroicas excepciones, las facultades reiteran mantras probados que gustaron tal vez en su momento a los mecenas, pero que hoy están disociados del tejido de masas, articulado principalmente, en lo que respecta a la visualidad, desde la rústica estética televisiva o las nuevas tecnologías de la información. Los políticos, desesperados como están, han entendido eso y, por lo mismo, pasan horas y horas en los matinales o tuiteando como malos de la cabeza. Esto sin contar los cómplices pasivos.

Foto de Hugo Peña (c)

-¿Cómo cuáles?

-Me refiero a los que saben lo que ocurre en las universidades chatarra, pero igual avalan la situación por sobrevivencia. Las facultades te cobran hasta que egresas o hasta que pagas el CAE y, en ese artilugio, cuentan con redes de curadores y curadoras, galeristas, editores y medios de prensa confiables que mantienen la ilusión y sostienen un negocio fraudulento. El curso en la Universidad Abierta de Recoleta va por otro lado: me interesan las personas con talentos, las personas obsesionadas y prolijas. Trataré de guiar y destacar esa habilidad o virtuosismo, darle sentido y forma. Me interesan los alumnos problema; los títulos se pueden comprar en el mercado negro.

-¿En qué consiste y cómo abordarás tu curso “Insignias de identidad”?

-Los alumnos, de diversas edades, sexos y procedencias, trabajarán a partir de objetos y materiales encontrados, no basuras, que tengan como carga alguna señal de identidad barrial por cuadras o territorios, que acumulen información visual y conceptual de una determinada especie de identidad orgánica. Tendrán que construir una obra que, en su historia material y en su resignificación, contenga elementos visuales simbólicos. Es algo sencillo y, en términos simples, tiene cuatro momentos: búsqueda, restauración, resignificación y la presentación del objeto a modo de exposición.

-¿Perrera Arte será el espacio de exhibición?

-Sí, de todos modos, pero no exclusivamente. Es relevante generar identidad barrial y valorar nuestros talentos, por lo que cualquier espacio puede transformarse en el punto de llegada y reinicio del ciclo. Cuando realizas talleres libres con vecinos, siempre sorprende el nivel de búsqueda, creatividad y capacidad de resolver los más complejos y sufridos imaginarios.