Una lancha de los años 1980 acribillada y cubierta de sangre, en el jardín de una callecita habitualmente tranquila de un suburbio de Boston, se convirtió en el nuevo atractivo para sus habitantes que apenas logran reponerse del estado de shock tras los atentados en el maratón.
Desde que la policía levantó la prohibición de salir, los vecinos y demás habitantes de la ciudad en Massachusetts (noreste de Estados Unidos), traumada por una semana de terror y sangrienta persecución de los sospechosos, desfilan para observar el lugar en el que se había escondido Dzhojar Tsarnaev, el más joven de los dos hermanos sospechosos de ser los autores del doble atentado del lunes.
Frente a la casa de Dave Henneberry, sobre la calle Franklin ubicada en una zona tranquila de Watertown, cámaras de televisión y curiosos se apelmazan contra el cordón amarillo instalado por la policía para impedir el acceso al jardín de la casa.
Henneberry, a quien un vecino describió como “en estado de shock” y “completamente alterado”, abandonó su casa ni bien se lo autorizó la policía, que tapó la lancha de la que estaba tan orgulloso.
El mismo vecino, George Pizzuto, contó a la cadena de televisión ABC cómo Henneberry descubrió al joven que buscaban los miles de agentes policiales de la ciudad.
“Miró en el jardín y notó que había algo extraño en su lancha. Entonces sacó su escalera para ir a ver, la colocó contra un costado de la lancha y subió. Vio que había sangre sobre la lancha y creyó ver un cuerpo adentro. Se bajó rápidamente y llamó a la policía”, cuenta.
Dzhojar Tsarnaev, de 19 años, finalmente se entregó tras un intercambio de tiros e intentos de negociaciones. El sospechoso, quien fue hospitalizado gravemente herido, no podía ser interrogado de inmediato.
Según la cadena CNN y varios medios, el joven había sido herido entre otros en la garganta durante la persecución y los intercambios de disparos con la policía, en las cuales su hermano mayor, Tamerlan, de 26 años, murió.
Otro vecino, Greg Turner, no salía del asombro tras lo ocurrido en la calle habitualmente tranquila. “Las bombas (que estallaron en el maratón), ya habían sido un shock. Pero lo que pasó aquí es increíble”, dijo.
Rebecca Heavey, también vecina, narra los hechos como si se tratara de una película. “Estábamos mirando por la ventana y vimos que había un grupo de policías muy armados frente a nuestra casa. De golpe hubo disparos, nos tiramos al suelo pero no sabíamos lo que estaba pasando”.
“Miré por la ventana, vi a un policía sobre mi coche, otros, armados, se protegían detrás de mi coche. Luego un policía vio que estábamos mirando por la ventana y nos dijo que cogiéramos nuestros zapatos y huyéramos; y es lo que hicimos”, cuenta antes de asegurar que “fue terrible”.
Pero Dave Henneberry, el héroe del momento, se mantiene alejado de la prensa y prefiere esperar que las cosas se calmen para regresar a su casa… donde no encontrará su bote.
“Esta lancha era su bebé, la cuidaba con amor. Y ahora le dijeron que había quedado absolutamente inutilizable. Va a quedar con el corazón roto”, comenta Pizzuto.
En Facebook, una campaña fue lanzada para poder comprarle un nuevo bote.