Las ratas de laboratorio sienten empatía: si se les da a elegir entre saborear un pedazo de chocolate o liberar a un colega encerrado, los roedores se inclinan por la última opción, según un estudio estadounidense que demuestra que la empatía no es exclusiva del hombre.

La ciencia ya había demostrado que el altruismo no estaba exclusivamente reservado al ser humano, sino que existía también, por ejemplo, entre los monos.

Pero este estudio, llevado a cabo por especialistas del cerebro de la Universidad de Chicago (norte) y publicado este jueves en la revista científica Science, es “el primero en poner en evidencia un comportamiento de ayuda en las ratas suscitado por un sentimiento de empatía”, dijo Jean Decety, uno de los autores del estudio.

Para llevar a cabo la investigación, los científicos pusieron 15 parejas de ratas en cajas en las que convivían durante dos semanas. Luego, las trasladaban a otras cajas en las que una de ellas estaba atrapada en un pequeño lugar, y la otra permanecía en relativa libertad.

La rata en libertad, que podía oír y ver a su compañero encerrado, mostraba signos de agitación.

La puerta para liberar la trampa no resultaba fácil de abrir, pero después de tres a siete días, la mayor parte de los roedores lograban hacerlo. Una vez que descubrieron cómo hacerlo, los roedores iban directamente a abrir la puerta de la trampa cada vez que su compañero era encerrado.

Para probar la buena voluntad de las ratas, los investigadores también hicieron el experimento encerrando juguetes, para ver si las ratas también tratarían de liberarlos como hicieron sus colegas, pero no sucedió así.

“No entrenamos a las ratas de ninguna forma. No les enseñamos cómo abrir la puerta, no están expuestas anteriormente a cómo abrir una puerta y es una puerta difícil de abrir. Pero continúan intentándolo hasta que finalmente funciona”, dijo el autor principal del estudio Ben-Ami Bartal.

Incluso cuando los científicos rediseñaron el experimento para comprobar si las ratas liberarían a otros colegas distintos a aquel con que convivieron, estas lo hicieron, lo que muestra que no estaban motivadas por compañerismo.

“No hubo otra razón para realizar esta acción que finalizar la aflicción de las ratas atrapadas”, dijo Bartal. “En el modelo del mundo de las ratas, ver este comportamiento repetido de forma constante significa, básicamente, que la acción es gratificante para la rata” que libera a su par.

En la última prueba para medir la resolución de las ratas, los científicos les pusieron un montón de trozos de chocolate en la caja.

En situaciones normales, las ratas devorarían todo el chocolate. Pero, también entonces, las ratas tendían a actuar de forma benevolente: incluso cuando en algunos casos tomaban unas pocas pepitas en primer lugar, liberaban a su compañero y compartían el chocolate con él.

Puesto que la mayoría, aunque no todas las ratas, abrían las puertas para sus compañeros, el próximo paso de la investigación podría ser buscar “la fuente biológica de estas diferencias de comportamiento”, dijo el estudio.

La coautora del estudio y profesora de neurobiología, Peggy Mason, afirmó que la investigación ofrece una importante lección para los humanos.

“Cuando actuamos sin empatía lo hacemos contra nuestra herencia biológica”, dijo. “A los humanos les iría mejor si escucharan y actuaran en función de su herencia biológica más a menudo”, concluyó.