La aviación keniana atacó el miércoles posiciones de los shebab con el objetivo de expulsar a estos rebeldes islamistas del sur de Somalia, a los que tiene por responsables de los recientes secuestros en su territorio.

Las tropas kenianas, guiadas por fuerzas pro-gubernamentales somalíes, preparaban un nuevo ataque contra los insurgentes, en el cuarto día de su intervención en la provincia somalí de Juba Bajo.

Su principal base avanzada se encuentra en Qoqani, a unos cien kilómetros de la frontera entre Somalia y Kenia.

Actualmente, las tropas de Nairobi se preparan para avanzar y tomar Afmadow, a una decena de kilómetros más al este.

Kenya lanzó su operación sin ningún mandato internacional.

Pero el martes, Nairobi y el gobierno somalí de transición (TFG) firmaron un acuerdo de cooperación militar.

Kenia, que desde que comenzó la guerra civil somalí en 1991, nunca había emprendido oficialmente una operación de este tipo en territorio de su vecino, recibió también el apoyo de Uganda.

Uganda proporciona la mayoría de las tropas de la fuerza de la Unión africana en Somalia, que interviene en apoyo al TFG.

El ejército keniano afirmó haber perdido sólo cinco hombres en su operación, en el accidente de un helicóptero y afirmó haber dado muerte a 73 shebab. Pero una fuente policial en la ciudad keniana de Garissa (este) señaló que las pérdidas kenianas eran más importantes.

Desde el domingo, los shebab, afines a Al Qaida, multiplicaron las amenazas de represalias, diciendo querer combatir contra Kenia “en todos los frentes”. Los insurgentes rechazan toda responsabilidad en los secuestros de cuatro europeos, en septiembre y octubre en el este del país.

Primero la británica Judith Tebbutt fue secuestrada en el archipiélago de Lamu, vecino de Somalia. Poco después, fue capturada la francesa Marie Dedieu. Esta mujer de 66 años, cuya muerte fue anunciada el miércoles por París, estaba en silla de ruedas y sufría de insuficiencia cardiaca.

La semana pasada, dos españolas, Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, fueron secuestradas en los campos de refugiados de Dadaab, a un centenar de kilómetros de la frontera somalí.

Según los analistas, hasta ahora, Kenia, donde vive una importante comunidad somalí, había encontrado un equilibrio operatorio ante los shebab, que utilizaban a este país como base logística y financiera. Por ello, los rebeldes había evitado todo ataque de envergadura contra Kenia.

Ahora, las fuerzas de seguridad kenianas prevén “una gran operación para limpiar Nairobi de los shebab”, según reconoció el ministro adjunto de la Seguridad interna, Orwa Ojode. Una manera, del lado keniano, de reconocer que amenaza de los shebab concierne también a la capital.

Oficialmente, el ejército keniano no ha dado el número de hombres que participan en la operación en Somalia, pero los analistas lo estiman en unos 2.000.

Nairobi tampoco previó la duración de su intervención, cuando los analistas advierten contra el riesgo de una escalada: tomar una ciudad es más fácil que conservarla.

La última intervención unilateral de un país de la región en Somalia fue la de Etiopia en 2006.

Etiopía había desplegado a decenas de miles de hombres durante dos años, sin alcanzar su objetivo de desalojar a los islamistas para restaurar una autoridad central en Mogadiscio. Por el contrario, la operación creó las condiciones para la emergencia del movimiento shebab.