Crítica de Teatro: "Granma, Metales de Cuba", teatro documental vibrante y creíble

Creditos: Granma, foto de Dor Tuch (c)

Lunes 20 enero de 2020 | Publicado a las 16:05

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Con sólo tres funciones en el Teatro UC, en el marco del Festival Santiago a Mil, “Granma, Metales de Cuba” demuestra que es posible construir obras con fuerte impacto político coyuntural, sin caer en la propaganda.

Y que se pueden entremezclar visiones culturales distintas, junto con distinguir y valorar el origen de las miradas que intervienen en una obra.

Más aún, si a esto se agrega un fuerte sentido humano, credibilidad escénica y visiones críticas en lo social y político, más allá de la admiración y respeto.

Granma, foto de Ute Langkafel (c)
Granma, foto de Ute Langkafel (c)

Esto sucede en la propuesta del director suizo-alemán Stefan Kaegi: al frente del colectivo Rimini Protokoll le habla al espectador chileno mediante un entretejido de historia, música y trombones.

Creada en 2019, y coincidiendo con los 60 años de la Revolución Cubana, el elenco lo integran Milagro Álvarez, Daniel Cruces-Pérez, Christian Paneque y Diana Sainz, todos cubanos.

Trae al presente, en primera persona, los recuerdos que cada intérprete tiene de sus abuelos, todos vinculados de alguna manera a la gesta revolucionaria que triunfó el 1 de enero de 1959.

También dibuja en perspectiva, a través del relato personalísimo de cada uno, la historia de los abuelos, y rastrea las huellas más relevantes que de ellos han quedado en la memoria de sus nietos.

En esa conexión, a veces con sublime amor infantil, humor y colisión de ideas y experiencias, transita este montaje que remueve historias personales y colectivas de la siempre controvertida Cuba.

Granma, foto de Dor Tuch (c)
Granma, foto de Dor Tuch (c)

Máquina del tiempo

En el formato del teatro documental y performático, “Granma…” menciona utopías y realidades, y cómo la memoria de los cuatro nietos atesora, olvida o relee la actualidad a sus abuelos, vía recuerdo espontáneo.

El director dibuja el perfil de lo latinoamericano y cubano, lleno de vitalidad, incluso algo caótico, al tiempo que ordena y reordena el fuego interno, presionando la vertiente documental.

De este modo, entreteje, compara, contrasta y reitera las vivencias utilizando certezas documentales, fotos, música, palabras y videos antiguos y grabados para la obra por abuelos sobrevivientes.

Son momentos vibrantes en que la conexión intergeneracional se hace muy humana y cercana: cuerpos, voces, murmuraciones, vestuario y rostros entregan lecturas nuevas a las historias personales, sociales y políticas.

Una máquina de coser a pedal y una tela que marca los años –lo cotidiano y metafórico del avance del tiempo- pone al espectador en contacto con su propia memoria al interpelar la historia de Chile.

El director parece conocer a fondo la cultura cubana y sus contradicciones, de modo que cuando se pregunta qué queda de las utopías de los abuelos en sus nietos las respuestas tienen mucha credibilidad.

Así, pone en escena los matices, deja fuera del mapa histórico la idealización y las distorsiones, fija posiciones claras –apoyos, frustraciones, esperanzas- y, lo esencial, mira el futuro mientras empuja la creatividad para seguir avanzando.

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