Hay asesinatos perturbadores, pero ninguno tan espantoso como los realizados por Leonarda Cianciulli. Esta mujer italiana nacida en los 1894, mató de la forma más horrorosa a tres mujeres cuyos cuerpos los convirtió jabones y su sangre en galletas.

La historia parece salida de una película gore, sin embargo, ocurrió en la vida realidad en la pequeña localidad de Correggio en Italia, donde hasta el día de hoy se recuerda a la “Jabonera asesina de Correggio”.

Como ha sido el caso de la mayoría de los asesinos en serie, la vida de Leonarda estuvo marcada por la tragedia y la violencia. Según el portal Murderpedia, ella nació producto de una violación que sufrió su madre siendo aún muy joven, por lo cual jamás recibió cariño o cuidados de parte de ella. De hecho, la mujer se convirtió en una borracha que aborrecía a Leonarda y la maltrataba cada vez que tenía la oportunidad.

 Murderpedia
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Siendo aún una niña, Leonarda no quiso seguir soportando los malos tratos e intentó suicidarse en dos ocasiones. Para deshacerse de ella, su madre quizo casarla con su sobrino, a lo que ella se negó rotundamente pues se había enamorado de un secretario de nombre Raffaele Pansardi, con quien finalmente contrajo matrimonio en 1917 a pesar de la desaprobación de su madre.

Leonarda, que era un mujer muy supersticiosa, se convenció que  su madre la había maldecido para que jamás fuera feliz  e intentó de todo para poder acabar con el supuesto hechizo, pero nunca pudo sacar esa idea de su cabeza.

Tras la boda, Leonarda (23) y Raffaele se fueron a vivir al Lauria, el pueblo de origen de su esposo, pero al poco tiempo se mudaron a Lariano, una comuna en Avellino en Italia. En 1930 un fuerte terremoto destruyó el hogar de la familia, por lo que se trasladaron a Correggio, donde comenzaron desde cero. En dicho pueblo, la mujer se transformó en una vecina modelo y abrió una pequeña tienda jabón.

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Un día la mujer visitó un adivino, quien le dijo que ella tendría hijos pero que todos morirían a temprana edad. Tal como el hombre le advirtió, durante su matrimonio Leonarda quedó embarazada en 17 oportunidades, sin embargo, tuvo tres perdidas espontáneas. Como si la mala suerte no la hubiese golpeado lo suficiente, 10 de sus hijos murieron siendo muy pequeños y por diversas razones y enfermedades. Esto hizo que la mujer se volviera sumamente protectora con los otros cuatro que quedaron con vida.

Cuando la Segunda Guerra mundial comenzaba a azotar Italia, su hijo mayor Giuseppe anunció que se uniría a la Armada italiana y partiría a la lucha en 1939. Esto enloqueció a Leonarda, quien temía por la vida de su hijo favorito, por lo que tuvo la idea de que la única forma de mantenerlo sano y con vida, era realizar sacrificios humanos.

Tal como también cuenta el sitio Cultura Colectiva, Leonarda era considerada en su comunidad como una especie de vidente, por lo que se aprovechó de esa situación para llevar a cabo sus crímenes. Eligió a tres mujeres de mediana edad que la fueron a ver en busca de una guía para su futuro, el cual no pudieron tener por culpa de Cianciulli.

Una mujer soltera de nombre Faustina Setti, fue la primera víctima. Leonarda le dio esperanzas que encontraría al amor de su vida en otra ciudad, por lo que la incitó a escribirle cartas a sus familiares y amigos para contarles que se iría de viaje por un tiempo. El día de su partida, Setti regresó a la tienda de Leonarda, quien gentilmente le ofreció una copa de vino, al que le había agregado una poderosa droga.

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Cuando los efectos de la droga la hicieron perder el conocimiento, Leonarda aprovechó para matar a la mujer, drenar su sangre y descuartizarla en nueve piezas. “Coloqué los trozos en una olla, usé siete kilogramos de soda cáustica, la misma que usaba para hacer jabón. Lo mezclé hasta disolver, era una papilla espesa, oscura, que vertí en varios recipientes y después arrojé a una fosa séptica”, señaló la mujer en su declaración oficial, relato que luego sería revelado en un libro de sus memorias llamado  An Embittered Soul’s Confessions.

Pero no conforme con lo que le hizo al cuerpo, encontró una solución para la sangre. “Había guardado toda la sangre en una vasija, esperé hasta que se coaguló, la metí al horno, la molí y mezclé con harina, azúcar, huevo, chocolate y mantequilla para hacer unas deliciosas galletas para el té. Hice un montón de galletas crujientes que después serví a mis visitas, aunque Giuseppe y yo también comimos”, agregó.

El proceso lo repitió con otras dos mujeres, una de nombre Clementina Soavi, quien soñaba con encontrar su trabajo de ensueño como profesora en una escuela para damas lejos de su pueblo, y Virginia Cacioppo, una cantante soprano a quien le prometió que su vida cambiaría en Florencia.

De Cacioppo señaló: “Terminó en la olla, como las otras dos… su carne y su grasa eran blancas, cuando se había disuelto le agregué una botella de colonia, y después de un largo tiempo hirviendo puede hacer un jabón cremoso bastante aceptable. Le di barras a mis vecinos y conocidos. Las galletas también eran mejores: esa mujer era muy dulce”, reconoció en su declaración.

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Preocupada por la falta de noticias, la cuñada de Cacioppo decidió poner una denuncia en la policía donde además aseguró que la última vez que vio a la mujer fue entrando a la tienda de Leonarda.

Pasó poco tiempo antes que la mujer decidiera revelar la verdad y confesar sus crímenes por los que fue sentenciada a 30 años de prisión y tres años en un asilo penal.

Los asesinatos de Leonarda pasaron a la historia de Italia y se convirtieron en varias películas de ese país y en una obra que también fue puesta en escena en Broadway. Además, las cosas que utilizó para sus asesinatos son parte del museo del crimen de Italia,

Leonarda falleció en 1970 en el asilo penal y nunca se arrepintió o pidió perdón por sus crímenes.

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