Hace seis años, Yara al Hasbani acababa de maquillarse antes de bailar en una representación de Romeo y Julieta en Damasco, Siria, cuando se enteró de que su padre había sido torturado hasta la muerte.

“La niña murió en ese momento”, cuenta esta joven de 24 años, que lleva tres en Francia, donde intenta reconstruir su vida a través de la coreografía.

Esta semana participa en la primera edición del festival Primavera de la Danza Árabe en París, donde presenta Unstoppable, un solo de 12 minutos que rememora su exilio.

Ahora se siente a años luz de la época en la que, como miles de sirios, participó con su familia en las manifestaciones contra el régimen de Bashar al Asad al principio de la revuelta en 2011.

La muerte coreografiada

Su padre fue detenido en 2012, y 23 días después, el cadáver fue entregado a la familia. “Le dijeron a mi tío que había muerto por un paro cardíaco”, dice Al Hasbani, que iba a clases de baile profesional en la capital siria.

Esta damascena, que lleva el pelo corto y teñido de rubio y un piercing en la nariz, supo que había llegado la hora del exilio en 2014, cuando recibió amenazas. “¿No sabe con quién está hablando? Tenga cuidado”, le decían por teléfono.

Tras una estancia de un año en Turquía, llegó a Francia y recibió clases de danza en Rochefort y en La Rochelle, en el oeste del país.

“En Rochefort, bailaba en los parques”, recuerda con una sonrisa.

Se instaló en París en 2016. En la plaza del Trocadero y en la de la República se encontró con su primer público extranjero.

Logró suscitar emoción con una coreografía en homenaje a los cientos de niños muertos en un ataque químico en agosto de 2015 contra la región rebelde de Guta Oriental, cerca de Damasco.

“Me inspiré en fotos, imité las posturas de los niños acurrucados”, explica.

Enfadada tras un segundo ataque en armas químicas este año en la misma región, la bailarina quiere seguir “alzando la voz para que la gente no olvide”.

Al principio le costó acostumbrarse a la vida parisina, pero recuerda la emoción que sintió al ir por primera vez a la Ópera Garnier.

“Cuando se abrió el telón, rompí a llorar”, dice Al Hasbani, quien se presentará pronto a una audición para estudiar coreografía en el Centro Nacional de Danza Contemporánea en Angers, en el centro de Francia.

Danza para los niños

La joven sueña con conocer al coreógrafo contemporáneo sueco Alexandre Ekman, con el que le gustaría trabajar.

También quiere llevarles ropa de baile a los niños del campo de refugiados sirios de Zaatari en Jordania y darles clases de danza.

Yara al Hasbani está entre los siete coreógrafos invitados a presentar sus obras en la Primavera de la Danza Árabe junto a los libaneses Alexandre Paulikevitch y Pierre Geagea, y el tunecino Imed Jemaa.