El académico estadounidense, considerado uno de los teóricos más influyentes del siglo XX en el campo educativo, estuvo en Chile y fue lapidario, pero optimista a la vez, sobre el futuro de los profesores si se empoderan de su rol estratégico en la sociedad.

Uno de los autores más relevantes de la corriente de la “educación crítica” del mundo, Michael W. Apple, visitó Chile en momentos complejos para la educación. Quien ya fuera pesimista sobre el sistema de educación de libre elección de nuestro país, indicando que “Chile es un experimento fallido en materia educativa y modelo en el mundo en la implementación de vouchers y agendas neoliberales, ha desarrollado su trabajo en torno a los vínculos entre poder, conocimiento y escuela.

El docente de la Universidad de Wisconsin dice que lamenta el retiro del proyecto enviado por la expresidenta Michelle Bachelet que reemplazaba el CAE por un crédito estatal, diferenciado por ingresos, y la sanción del Tribunal Constitucional que sepultó la iniciativa que prohibía el lucro en la educación.

Sobre un avance que debilita la educación pública en todo el mundo, el conferencista señala que internacionalmente la derecha ha sido hábil en conectarse con los temores de la gente y convertirlos en trabas para las políticas públicas. “Eso le da a estos gobiernos una gran ventaja respecto a los grupos oprimidos para quienes las escuelas siguen siendo lugares de importancia. Las personas más pobres saben que si no lo logras completar la enseñanza secundaria no podrás ser útil al sistema”, dice durante la conferencia “¿Puede la educación cambiar la sociedad?”, que tuvo lugar en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Apple saca de la cotidianeidad otro caso ejemplar: “En un sólo estado de mi país se gasta más en cárceles que en todo lo que se invierte a nivel nacional en educación. Es decir, el sistema está dispuesto a darle vivienda y comida gratis a las mismas personas a las que les niega esos derechos antes de ir a prisión. Luego, esas cárceles se privatizan y la clase trabajadora es educada para ser contratada como guardias en estos sitios”, señala.

No deja fuera su crítica a los medios de comunicación y un rol de control que crece con la exponente velocidad de las nuevas tecnologías en una carrera en la que los profesores llevan cierta desventaja “Día a día el rol del profesor como transformador dentro de las escuelas es puesto a prueba por los discursos hegemónicos que los medios extienden”, dice antes de entrar en su tesis principal acerca de cuánto puede hacer el maestro como agente de cambio enfrentado a un camino cuesta arriba.

“Si el ciudadano lo quiere y se reposiciona en este escenario, puede comprender cabalmente y cambiar el rol de la educación en la sociedad como un derecho, el cambio es posible”, explica sobre la tesis principal de su publicación que sigue a los exitosos “Ideología y currículo”, “Educación y poder” y “Educar como Dios manda”.

“Creo que lo primero es dejar de hacernos la pregunta de qué puedo hacer yo por la sociedad y pasar a ver quiénes son los que controlan hoy esas transformaciones. Para ello, un buen ejercicio es pensar en el “nosotros” muchas veces como una palabra peligrosa que también puede ser usada como una forma de exclusión. El neoliberalismo es algo cuya meta está más allá de la clase y el racismo, es documentar la educación y tomar parte de la transformación social”, recomienda.

En ese mismo sentido, hay que ponderar -dice- el rol de las escuelas como parte clave y fundamental de la sociedad, pero no ver la sociedad como lo que “está fuera”. La sociedad también es lo que sucede dentro de la sala de clases. En esos espacios se han logrado cosas importantes sobre cuestiones de género e identidad, en la lucha por el cuerpo y la inclusión. La falta de acción nos puede llevar por el camino del cinismo: criticar las cosas pensando que ya nada tiene solución. Y ya hay demasiado cinismo en el mundo”, cree Michael Apple.