En Ghana, si un difunto tuvo una vida longeva, morirse es una celebración; una fiesta con cientos de invitados por lo que familias enteras se endeudan.

Hace algunas semanas, un video de un grupo de hombres bailando y acarreando un ataúd se volvió viral, lo que catapultó a la fama esta tradición, aunque al mismo tiempo se volvió parte de los tan famosos memes que circulan por internet y redes sociales.

La pandemia de Covid-19 ha cortado de raíz este rito, haciendo que muchos familiares prefieran incluso no enterrar a los suyos.

El ghanés Kofi Mawutor perdió a su hijo de 30 años a finales de marzo y, aunque la fecha de su entierro permanece fijada para el próximo 2 de mayo, la familia todavía duda sobre si seguir adelante con un modesto funeral al que acudan pocos asistentes.

“Decidimos enterrarlo en mayo. Tenemos que determinar si será un acto privado a medida que se vaya acercando el día”, explicó a EFE Emil Agordzo, tío de Mawutor.

Servicio privado “no honra a nadie”

En caso de no serlo, la única opción que les queda es la de retrasar el sepelio, ya que como consecuencia de la expansión global del coronavirus -que en Ghana ya suma 1.100 casos y en torno a una decena de muertes- el Gobierno no permite más que 25 dolientes por rito fúnebre.

“En nuestra sociedad, los funerales reúnen a las familias. Tanto los que están lejos como cerca se unen en luto junto a la afligida familia. Un entierro privado no puede honrar al difunto. Va a ser duro”, medita Agordzo.

El tío de Mawutor está más acostumbrado a despedirse de sus seres queridos en ceremonias con cientos o incluso miles de invitados, que incluyen en ocasiones vistosas ofrendas a los espíritus de los antepasados, banquetes, bailes tradicionales y el retumbar de los tambores que acompañan al muerto en su último viaje.

Pero ese proceder incumple los protocolos básicos de distanciamiento social, prohibición de reuniones, no dar la mano y el uso de desinfectantes que el Gobierno y la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerdan a cada minuto.

Mawutor no se encuentra solo ante el gran dilema de cómo dar sepultura a su hijo.

Gloria Alomele, cuyo esposo falleció hace aproximadamente un mes por causas ajenas al coronavirus, afronta un desafío similar, ya que la familia del difunto insiste en celebrar un funeral apropiado para honrar su memoria.

“Por lo que a mi respecta, podemos hacer un entierro privado (primero) y celebrar los ritos funerarios multitudinarios más tarde”, cede ella ante la incertidumbre de cuánto tiempo durará esta pandemia que ya ha causado casi 200.000 muertos y unos 2,8 millones de contagiados en todo el mundo, al cierre de esta edición.

Morgues colapsadas

El deseo de celebrar entierros de acuerdo con la tradición -en eventos multitudinarios que duran de viernes a domingo: desde que el cuerpo es retirado de la morgue, velado, sepultado y honrado en un gran banquete con orquesta y carpa- está provocando además otro problema: las cámaras mortuorias de algunos hospitales ya no dan abasto.

Según confirmaron a EFE fuentes médicas del Hospital Regional de Bono en Sunyani (centro-oeste), su depósito de cadáveres está colapsado debido a que muchas familias se niegan a recoger a los suyos mientras aguardan a que se levanten las restricciones impuestas por la emergencia del Covid-19.

“Los ghaneses creen que no se puede celebrar un funeral si no congrega a una gran multitud. Por lo tanto, nadie quiere venir a buscar a los suyos y, por esa razón, la morgue está llena”, detalló el director médico de esta clínica, Emmanuel Kofi Amponsah.

Como consecuencia, quienes fallecen por enfermedades ajenas al coronavirus -sobre todo a causa de malaria e infecciones respiratorias- no tienen cabida; lo que podría desembocar en que el hospital, según Amponsah, obligue a las familias a llevarse a sus seres queridos a casa inmediatamente después de su muerte.

El 20 de abril, el gobierno ghanés levantó un confinamiento de tres semanas en Accra y en la ciudad de Kumasi (sur), dando luz verde a la apertura de negocios no esenciales pero manteniendo la prohibición de grandes congregaciones y la paralización de los colegios.

Pese a realizar más de 60.000 test de detección -además de mantener una estrategia agresiva de rastreo de contactos- al menos el 77% de los casos de Covid-19 fueron transmitidos localmente, según el Servicio de Salud de Ghana (GHS), las autoridades siguen preocupadas y son cautelosas.

“No será la mejor manera de hacerlo”, lamentó Alomele sobre el entierro insulso que, lejos de los valores que marcan la cultura ghanesa desde tiempos inmemoriales, le aguarda a su marido.

“Será una forma muy triste de verlo partir y la pérdida será todavía más dolorosa. Pero dado que no sabemos cuánto durarán las medidas anunciadas por el Gobierno, no podemos mantener su cuerpo en la morgue para siempre”, zanjó resignada.