El monarca inglés fue intervenido a inicios de esta semana a causa de la enfermedad, la misma que lo ausentará del trono por el tiempo que dure su recuperación.

El pasado viernes el Palacio de Buckingham emitió un comunicado de prensa donde anunció que el Rey Carlos III del Reino Unido se sometería a una intervención quirúrgica a causa de un “agrandamiento de la próstata”.

“El rey fue ingresado este mañana en un hospital de Londres para un tratamiento planificado. Su Majestad quiere agradecer a todos aquellos que han enviado sus buenos deseos durante la última semana y está encantando de conocer que su diagnóstico está teniendo un impacto positivo en la concienciación ciudadana sobre la salud”, detallaron en esa oportunidad.

En el mismo comunicado, los representantes de la Familia Real explicaron que la intervención se debe a un agrandamiento de próstata “benigno”, lo que se traduce en la afección urológica conocida como Hipertrofia benigna de próstata, la que tiene una prevalencia del 80% en los varones cerca a los 80 años, tal como en el caso del Rey.

Hipertrofia benigna de próstata: la enfermedad del Rey Carlos III

La hiperplasia benigna de la próstata es un crecimiento anormal de la próstata, pero no es un cáncer, aclara el Urólogo de RedSalud Santiago, Oscar Storme.

“Lo que sí produce este crecimiento es una obstrucción de la vía urinaria, ya que la próstata está por fuera del uréter, que es el tubo por donde uno orina, y al ir creciendo va obstruyendo esta vía y va generando algunos síntomas”, detalla el especialista.

Algunos de estos síntomas son “la necesidad de orinar frecuentemente; aumento de la frecuencia en la noche, lo cual afecta mucho el sueño y la calidad de vida del paciente; dificultad para comenzar a orinar, a veces intermitencia en el chorro, goteo después de la micción; y esta sensación también de no vaciar completamente la vejiga”, agrega Storme.

La sintomatología puede ser muy leve y no necesitar ningún tratamiento, pero en casos más avanzados, cuando se afecta la calidad de vida, se debe optar por tratamientos médicos o quirúrgicos, como en el caso del Rey Carlos III.

Mientras que el tratamiento no quirúrgico consiste en el uso de fármacos, pero cuando estos no ayudan, el paciente comienza a tener complicaciones como “infecciones urinarias, sangrado, cálculo de la vejiga, incluso algunos pueden tener una insuficiencia renal y requerir diálisis por un diagnóstico o un tratamiento precoz de esta hiperplasia prostática”.

Algunos, inclusive, “llegan a una retención de orina y necesitan una sonda Foley, que es una sonda que va en la vía urinaria de forma permanente y o hasta que se resuelva quirúrgicamente su enfermedad”, detalla el especialista.

Cirugías para la Hipertrofia benigna de próstata

Después de ello es que se hace necesaria la intervención quirúrgica. Dentro de estas se considera la anectomía transvesical, la que el especialista describe como una “cirugía abierta en el cual lo que se hace es resecar todo el adenoma del crecimiento prostático que obstruye la vía urinaria”.

“Y dentro de esta, el concepto es un poco el mismo, desobstruir la vía urinaria, y esto se puede hacer con un receptoscopio que ocupa electricidad, y actualmente tenemos la alternativa de usar la última tecnología que es el láser de próstata, en lo cual uno puede hacer una resección más completa de todo lo que es el tejido que obstruye la vía urinaria”, detalla.

Otra opción es la intervención con tecnología Resum, la que, según describe el urólogo, consiste en usar “vapor de agua, generar un daño térmico en el adenoma prostático que obstruye la vía urinaria y esto nos va a permitir que el paciente tenga un mayor calibre de la uretra y poder orinar mejor”.

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Lo positivo de esta tecnología es que durante el mismo día de la intervención el paciente “se va para la casa con una sonda Foley que ocupa siete días y posteriormente se retira esta sonda y el paciente puede volver a sus actividades de forma precoz”, dice.

“La diferencia de la cirugía abierta o la cirugía endoscópica no Resum, que podría ser por ejemplo en láser o en la recepción con electricidad, es que los pacientes generalmente requieren entre tres y cuatro semanas de reposo en casa, no en cama, pero sí de no hacer fuerza y no reintegrarse a sus actividades laborales normales”, explica el urologo.