Es absolutamente discriminatorio el “te queremos mientras no seas un problema” y pese a cualquier relato que pudiera usar este colegio en particular para defender lo contrario, su historial demuestra que al final del día, se trata de eso.
Hace bastante tiempo tenía esta columna en mi cabeza, y buscando darle una estructura respecto a lo que quería decir me encuentro con la noticia que, nuevamente, un colegio en Concepción cae en vulneraciones al derecho a la educación de un niño TEA, amparado principalmente en que es particular y no posee PIE.
Convenientemente para este relato, este colegio es el mismo donde mi hijo sufrió una situación muy similar, donde también me vi obligado a judicializar y que luego de pagar un costo emocional bastante alto, se logró ganar en la Corte Suprema.
Lamentable es entonces ver que todavía hay colegios particulares que parecieran no querer, o no interesarles, aprender de estas situaciones, sino más bien blindarse cada vez más en un aspecto judicial más que en uno humano. Y en particular para el colegio aludido en sendas noticias, ya que al ser un colegio de Iglesia se jactan de potenciar valores llamados “cristianos” como la solidaridad o la empatía, cayendo en una evidente contradicción al este respecto.
Antes de continuar quisiera aclarar que no solo soy un padre de niño TEA, sino también hijo, nieto y amigo de profesores que entiende los desafíos que existen dentro del aula, las limitaciones en cuanto a la formación y herramientas disponibles para los docentes.
Esta reflexión más bien apunta hacia las administraciones de los colegios (particulares principalmente) y también hacia la comunidad escolar en conjunto, y en particular a la de este colegio, que por experiencia pude vivir como se organizan para actuar como verdaderas barras bravas. Defienden al colegio ciegamente (como si de un club de fútbol se tratase), llegando al punto de atropellar sin ningún reparo a otro miembro de su misma comunidad. Sintiéndose con el derecho de excluir, discriminar e incluso castigar a niños que, en muchos casos, más que cualquier otra cosa, necesitan algo básico: ser validados y escuchados.
Entiendo que cada caso es único, y se llama “espectro autista” porque no existe una “regla general” para la condición de cada niño, y si bien es prácticamente imposible generalizar, el argumento del PIE que los colegios particulares utilizan en este tipo de casos para justificar su actuar negligente o insuficiente no los exime de una condición básica para entregar el servicio educacional: considerar a los estudiantes como personas. Ya que, en muchos casos, como el mío, el colegio sencillamente opta por una posición de observador pasivo, no media entre apoderados que organizan grupos de protesta contra estudiantes ni tampoco y elige un camino reactivo, sancionatorio respecto a las situaciones que se producen.
Y en este aspecto la ley, y en particular la circular 586 de la SUPEREDUC es bastante clara al respecto, no solo existe un protocolo para actuar frente a estos casos (el conocido como DEC) sino también una bitácora de eventos cuyo objetivo es encontrar patrones de conducta y elementos que pueden generar una desregulación, el objetivo de esto es evidente a simple vista: que las situaciones de crisis vayan disminuyendo para lograr una integración del niño al aula y al ambiente.
Este protocolo, por experiencia, muchas veces no se aplica o se aplica de forma inadecuada, alimentando el relato del colegio frente a los apoderados que, sin tener toda la información y muchas veces con un sesgo en esta lógica de “fanatismo” por el establecimiento, encuentran un solo culpable en este asunto: el niño.
¿Los colegios tienen realmente un “lugar de la calma”? ¿Llevan al niño ahí, o solo lo mencionan? ¿Cuántas veces? ¿Una? ¿Dos?, cualquier padre de niño con condición TEA entenderá que estas interrogantes tienen una respuesta que probablemente les haga salir una leve carcajada. Y es porque muchas veces las respuestas nos llevan a concluir que aún nos falta mucho por avanzar y hasta este momento, ¿he siquiera mencionado algo que no pudiese implementar un colegio cuya mensualidad es de $500.000? ¿O requiera cambiar su condición a colegio acogido a un proyecto de integración (PIE)?
Un nuevo colegio
En mi caso personal luego de vivir el calvario que están pasando muchas familias con hijos TEA y pese a ganar en la Corte Suprema, obligando al colegio a la reintegración, optamos por lo más sano: cambiarlo a un colegio con PIE.
Pero aquí viene la ironía, pese a estar acogido al proyecto, lo que más ha cambiado en mi hijo ha sido una cosa que cualquier colegio debería tener: ser validado y escuchado. Uno no puede estar donde lo quieren tener, y lamentablemente los colegios no deberían tener esa postura: no querer a un miembro de la comunidad.
Es absolutamente discriminatorio el “te queremos mientras no seas un problema” y pese a cualquier relato que pudiera usar este colegio en particular para defender lo contrario, su historial demuestra que al final del día, se trata de eso.
Nuestro nuevo colegio apoya en la mediación con padres que comprensiblemente no siempre entienden cómo funciona esta condición, y orgullosamente puedo contar que pasamos de una situación de prácticamente una crisis diaria en uno de los colegios más caros de Concepción, a haber observado aproximadamente 5 crisis durante todo 2025, donde la mayoría se dieron al inicio del año escolar producto de la dinámica de “guerra” que tenía mi hijo en su cabeza.
Porque al final el problema es ese, muchas veces niños tan concretos al observar constantes situaciones que ellos califican como “ataques” por parte no solo de sus pares, sino también de los que deberían sentir como apoyo dentro de la comunidad (asistentes de la educación, directores de ciclo y dirección del colegio) los hace caer en una lógica de “todos están contra mí” y una vez ahí, la reparación se vuelve muy difícil.
Y si bien mi historia tiene un final feliz, quisiera cerrar esta reflexión mencionando que “el papel aguanta todo”, o en este caso, las redes sociales.
Es muy difícil no sentir impotencia al leer comentarios no solo de fanáticos del colegio, sino también de gente que livianamente critica a los padres por judicializar esto, comentarios del estilo “porque insisten en mantenerlo ahí” abundan, porque yo mismo los viví, y ese tipo de comentarios no resisten análisis.
Este tipo de situaciones no se judicializan muchas veces para obligar a los colegios a mantener a los niños a toda costa en las comunidades, sino que también sienta precedentes, uno tras otro, para convertir esta discusión en un tema que los colegios particulares no puedan esconder más debajo de la alfombra y los lleve no solo a implementar medidas mínimas (no relacionadas a un PIE), sino a comportarse como personas.
Porque al final la discusión no se trata de si debe haber o no PIE en los colegios particulares, sino que tan empáticos podemos ser como comunidad y como sociedad con el que es diferente. Y si la discusión no puede avanzar mediante cambios auto impuestos por las instituciones educacionales, no hay otra alternativa que reclamar un trato digno mediante los tribunales.
Todos tenemos derecho a opinar, pero quisiera cerrar haciendo un llamado a no olvidar que muchas veces se habla de niños y familias que han sufrido humillaciones que nunca pensaron vivir en sus vidas.
Los niños no eligieron “actuar contra el reglamento escolar”, muchas veces están expresando una frustración gigante por no ser escuchados, integrados o validados en una sociedad que en pleno 2025 aun discute si apartar o no a quien es diferente.
Giorgio Carniglia
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