La dinámica política 2025-2026 se perfila como el momento de resolución de una disyuntiva histórica, donde las nuevas iniciativas de derecha han logrado instalar una situación en la que se pone en juego la remodelación general del Estado y la democracia, tal como fueron definidos en las negociaciones políticas de finales de los años 80.

El paulatino agotamiento del esquema posdictatorial condujo a una crisis con varios rostros: un evidente estancamiento de la economía, con consecuencias negativas para la gran mayoría de familias que intentan vivir de su trabajo; la depredación irracional de ecosistemas, el calentamiento global y la emergencia hídrica; la inseguridad y la creciente dificultad para vivir vidas tranquilas en las ciudades; el desprestigio de prácticamente toda forma de institucionalidad; y, por cierto, un proceso de binominalización fáctica de la política, que la ha conducido a un atolladero.

El bloque progresista frente a una nueva derecha

Aun inmadura, la emergencia de las nuevas derechas logró ser detenida en parte por el triunfo de Gabriel Boric hace cuatro años. Hoy el escenario es diferente. El bloque progresista, sin voluntad de ampliación de su convocatoria, parece haber asumido la inevitabilidad de su derrota.

Se configura entonces el momento de despliegue de la nueva política de derecha, que buscará la remodelación general del régimen de los 90, no a través de unas cuantas reformas conservadoras, sino con la implementación de una nueva forma de Estado oligárquico, con una creciente disolución de la democracia, la conculcación de derechos y, en general, un creciente sometimiento de la mayoría de la población a los grandes negocios.

Esa es la magnitud de la disyuntiva actual, que, hay que aclarar, no fue creada por los problemas del gobierno de Boric o el agotamiento progresista. Ni siquiera se puede decir que responde de forma directa a los comportamientos de un conglomerado político u otro. Es mucho más profundo que eso: se trata de la larga crisis del orden neoliberal y la forma en que esta se experimenta y da lugar a una cierta racionalidad en el mundo popular.

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El combustible de la nueva derecha

Pero reconocer eso no exime de responsabilidad a ningún espacio político. Aunque parezca haberse perdido de vista hace ya mucho tiempo, la cuestión de la política es la sociedad. Eso lo comprende la nueva derecha, que habla un lenguaje eficaz y despliega una suerte de política extractivista que se sirve de los temores e insatisfacciones de la mayoría desfavorecida como verdadero combustible para el impulso de sus liderazgos.

En la misma medida, la política progresista y de izquierda parece renunciar a convocar a los sectores populares y se refugia en el sistema político en búsqueda de su propia reproducción. De esa suerte, intentar prolongar el oficialismo tal cual existe constituye una alternativa totalmente carente de utilidad.

El desafío de un nuevo vértice político

Si no emerge un nuevo vértice en la política que desestructure la pendularidad estéril y proponga un nuevo camino, no habrá en la escena más que la fuerza refundacional de la derecha antidemocrática.

Para ser efectivo, ese nuevo lugar debe emerger desde una clara disposición aliancista —primera definición—, orientada a articular un nuevo campo de fuerzas en el escenario político, constituido por posiciones, trayectorias y complexiones ideológicas diferentes, de manera democrática y sin hegemonismos; hilvanados, en segundo lugar, por una clara vocación antineoliberal que ofrezca al país un camino efectivo de superación de la crisis actual; y, de una forma nueva, en tercer lugar, con sentidos reales y convocantes para los segmentos medios y bajos de nuestra sociedad, a los que hay que escuchar con apertura y con los que hay que dialogar incluso cuando no piensen como nosotros.

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