El club de la pelea es una película de culto de 1999, con un protagonista disociado y sus personalidades, el uso de la violencia como catarsis, además de críticas a la sociedad consumista.

¿Cuánto ha cambiado Chile y la política desde 1999 al presente? Veinte años después del estreno, la violencia fue utilizada con fines políticos, superando la institucionalidad y justificada por intelectuales progresistas. Varios referentes de la izquierda la legitimaron bajo un supuesto “malestar incubado”, el trampolín perfecto para llegar a La Moneda.

Vieron en la violencia una purga e identificaron enemigos de clase y de las identidades. Olvidaron que la política trata sobre lo plural y su preocupación sobre el mundo, la cual confiere un sentido al espacio en común mediante la acción, con puntos de vista, interpelaciones y libertades. Una convivencia ajena a toda dominación y a la violencia, parafraseando a H. Arendt.

Chile enfrenta desafíos en seguridad y en otros indicadores, no solo materiales, ante un año clave en lo electoral. El escenario parlamentario y presidencial está en marcha, y los candidatos pululan por doquier. La derecha chilena tiene su propio club de la pelea con personalidades, programas y rivalidades, olvidando que la ideología no garantiza la comprensión de la realidad y que el adversario es la izquierda.

Evelyn Matthei

En la vereda hay tres candidatos desplegados: Matthei, Kast y Kaiser. La exalcaldesa de Providencia, representa a la derecha que prefiere percibirse en el centro, heredera del Piñerismo y de un bagaje estatal tras dos gobiernos a los cuales la izquierda les negó “la sal y el agua”.

La centroderecha ha sido condescendiente frente a las torpezas y despilfarros del gobierno de Boric en temas fundamentales. Las encuestas posicionan a Evelyn Matthei en el primer lugar de las preferencias, pero es arriesgado confiar en el discurso tecnocrático y la moderación para ganar la carrera presidencial.

José Antonio Kast

J. A. Kast ya no es novedad y anunció su participación en la elección sin primarias. Cuenta con huestes ordenadas y un partido en ascenso, aunque a ratos caen en la tentación de la soberbia, al percibirse únicos e impolutos en la vereda opositora. Desde el partido republicano, con errores y aciertos, enarbolaron banderas impopulares para enfrentar el monopolio progresista en pos del bien común y el resguardo de ciertas instituciones relevantes en lo espiritual y trascendente. Lo anterior, ha significado que, desde la izquierda, el gobierno y el fuego amigo los tilden de extremos, sin que nadie refiera qué entenderemos por “extremo”. Pero en política la consigna parece “argumento”, aunque no tenga lógica, salvo vaguedades proféticas como la “defensa de la democracia” y el “resguardo de los derechos” frente al avance de la ultraderecha.

Johannes Kaiser

Johannes Kaiser es el naipe que desordenó la baraja política más allá de la derecha. Se ha posicionado en corto plazo y levantó un reluciente partido. No busca agradar a todos y estableció un discurso atractivo de orden y seguridad. Algunos dicen que es el Milei chileno, debido a la movilización de personas en redes sociales y a lo largo de la franja. Aunque no es comparable del todo con el león, debemos estar atentos a lecciones del otro lado de la cordillera. Por ejemplo, Milei estableció acuerdos con la “derechita cobarde” para gobernar, pero mantiene la cojera de no contar con mayorías en el parlamento de la nación. Sumado a las movilizaciones sociales recientes en tono insurreccional y antidemocrático que enfrenta en la ciudad de la furia.

Las derechas chilenas tienen que superar el dilema, unirse para reconstruir Chile y derrotar a la izquierda universitaria, octubrista, comunista e insurreccional. Esa que puño en alto utilizó a un recién nacido y volverá a las calles a destruir.

Por Rodrigo Ojeda
Profesor de Historia

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