En el año 2021, un niño de Castellón, España, fue hospitalizado por jugar Fortnite. Este joven, progresivamente, abandonó actividades esenciales como salir a jugar, mantener hábitos básicos de higiene e interactuar con el exterior. Por esta razón, su familia buscó ayuda médica, lo que culminó en dos meses de hospitalización debido a su adicción al juego.

En las aulas, los profesores enfrentamos una lucha constante con los estudiantes, quienes frecuentemente buscan utilizar sus teléfonos celulares. Muchos de los juegos que emplean, como Clash Royale, Hay Day o Among Us, ofrecen “premios” diarios. Es decir, recompensas inmediatas que estimulan la producción de dopamina en el cerebro. Si bien esta hormona genera placer de manera natural y aporta beneficios, también es responsable de las sensaciones asociadas al consumo de alcohol, marihuana y otras drogas. Los dispositivos electrónicos, lamentablemente, tienen un efecto similar en niños y adolescentes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el tiempo de exposición a las pantallas a un máximo de 2 horas diarias para menores de 7 años, siempre bajo supervisión de un adulto que asegure contenido adecuado para su edad. En el caso de los adolescentes, este límite se extiende a 2,5 horas por día.

Oportunidades, peligros y desafíos

A pesar de estos límites, es innegable que los dispositivos también ofrecen oportunidades valiosas: permiten el acceso ilimitado a información educativa sobre dinosaurios, planetas u otros intereses, y son herramientas útiles para los deberes escolares. Aunque también abre la puerta a la publicidad personalizada y el fácil acceso a contenido inapropiado, como pornografía o violencia extrema, que son problemáticas alarmantes.

Dato anecdótico: en el pasado el ingreso a plataformas de adultos requería validación con tarjeta de crédito, hoy basta con un simple clic. En Chile, según IndexMundi, hay 1,31 celulares por habitante, ubicándonos en la posición 54 de 215 países. Es decir, en el percentil 26 de acceso mundial.

En el contexto escolar, competir con los estímulos que ofrecen las pantallas es un desafío. Un pizarrón y un adulto explicando matemáticas, historia o química suelen resultar poco atractivos para los estudiantes. Aunque los colegios han introducido herramientas tecnológicas como proyectores, computadores y tablets, el contenido educativo no puede igualar la gratificación instantánea de juegos como Clash Royale. Esto disminuye el interés por aprender, generando comentarios como “qué lata” o “que termine pronto la clase”.

El 24 de marzo de 2019, el diario El País publicó una nota titulada “Los gurús digitales crían a sus hijos sin pantallas”. Según este artículo, los líderes de grandes compañías tecnológicas, como Google, envían a sus hijos a escuelas libres de tecnología y restringen estrictamente el uso de celulares en sus hogares.

Este enfoque no es nuevo: en una entrevista de 2010 con The New York Times, Steve Jobs reveló que limitaba el uso del iPad en casa, mientras que Bill Gates también ha reconocido imponer restricciones al uso de dispositivos en su familia. Estas medidas reflejan cómo incluso quienes diseñan estas herramientas reconocen su potencial adictivo.

Un llamado a limitar el uso de celulares

Señor Apoderado: comunico a usted que desde la escuela hacemos un llamado a limitar el uso de dispositivos electrónicos en sus hijos, especialmente durante las vacaciones escolares. Sabemos que, por razones laborales, muchas familias deben dejar a sus hijos solos en casa, dificultando el monitoreo constante.

En estos casos, recomendamos el uso de controles parentales como Google Family Link, YouTube Kids o aplicaciones como Kaspersky Safe Kids. Estas aplicaciones nos ayudan a tener una mejor gestión del tiempo de nuestros hijos, abriendo espacios para otro tipo de actividades: conversar, pintar, hacer deporte o comunicarse con algún otro niño.

Es urgente construir una cultura que valore y proteja uno de los recursos más valiosos de nuestra sociedad: la mente de cada individuo. Los dispositivos electrónicos, al bombardearnos con estímulos constantes y disparar la dopamina, pueden alejarnos de lo más esencial: el contacto humano y las experiencias que nutren nuestro crecimiento personal.

No se trata de negar la tecnologías en las escuelas y casas, sino que tenemos la tarea de liderar los cambios en nuestra futura sociedad como adultos responsables, en el uso de estas nuevas herramientas a favor del progreso de la vida humana.

Por Rodrigo González Onell
Profesor de Matemática y Computación
Magíster en Liderazgo y Gestión Educativa

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