Probablemente ha escuchado mencionar que en Chile las personas de 50 años ya son consideradas “viejas” para el mercado laboral, lo que trae aparejado una serie de temores e incertidumbres respecto a perder el empleo a partir de dicha edad. Lamentablemente esto no es una mera creencia o temores infundados, sino que es un hecho avalado por las cifras y la evidencia.

Un reciente estudio del OCEC UDP titulado “Análisis de la desocupación en Chile: ¿cuánto dura y cuál es la magnitud del desempleo de larga duración?” reveló que la duración del desempleo tiende a aumentar con la edad y también el porcentaje de desocupados en desempleo de larga duración, es decir, que llevan buscando trabajo por 12 meses o más.

Este patrón puede explicarse, en parte, debido a las dificultades de inserción en empleos dependientes a medida que aumenta la edad, lo que se asocia a los prejuicios o actitudes negativas de los empleadores respecto a los trabajadores mayores. La evidencia ha documentado que los empleadores suelen percibir a los trabajadores de mayor edad como menos productivos y más difíciles de capacitar que los jóvenes, resistentes al cambio y más renuentes a aprender e incorporar las nuevas tecnologías, entre otros (Rosen y Jerdee, 1976; Taylor y Walker, 1998; Remery et al, 2003; Van Dalen, Henkens y Shippers, 2010).

Estas percepciones negativas hacia los trabajadores de mayor edad ciertamente contribuyen al hecho de que a estas personas les cueste más que a los jóvenes conseguir un empleo asalariado, lo que puede elevar los tiempos de búsqueda de trabajo a los desocupados o empujarlos hacia el autoempleo si desean mantenerse ocupados.

Las cifras dan cuenta de que al trimestre febrero-abril 2023 los desocupados de 15 a 24 años exhibieron una duración del desempleo de 2,9 meses, cifra menor al 3,4 registrado en febrero-abril 2022. Los desocupados de 25 a 34 años tuvieron una duración del desempleo de 4 meses en febrero-abril 2023, reduciéndose respecto a los 5,1 meses de hace un año atrás. El segmento de desocupados de 35 a 49 años también registra una disminución de la duración del desempleo en el último año, pasando desde 6,9 meses a 5,8 meses.

Por el contrario, entre los desocupados de 50 años y más se evidencia un aumento de la duración del desempleo en comparación a un año atrás, pasando de 8 meses en febrero-abril 2022 a 8,6 meses en febrero-abril 2023. De esta manera, no sólo los desocupados de 50 años o más tienen mayor duración del desempleo, sino que, en el último año la brecha se ha ampliado respecto a los grupos etarios más jóvenes.

Asimismo, al trimestre febrero-abril 2023 el 6% de los desocupados de 15 a 24 años estaba en desempleo de larga duración, cifra que aumenta a 9,4% entre los desocupados de 25 a 34 años, a 12,9% entre los desocupados de 35 a 49 años y a 19,6% entre los desocupados de 50 años y más. Así, prácticamente 1 de cada 5 desocupados de 50 años y más se encuentra en situación de desempleo de larga duración. Esto último es altamente preocupante, pues el desempleo de larga duración está asociado a riesgo de pobreza, deterioro del capital humano y problemas de salud mental y física, entre otros.

Si bien estas cifras logran capturar lo que ocurre con quienes quedan clasificados como desocupados de 50 años y más, también ocurre que en este segmento hay un desempleo “oculto” dado por la existencia de personas que se desalientan de buscar trabajo debido a que creen que por su edad no le darán empleo y, por ende, en la estadística oficial no son clasificadas como desocupadas, sino que como inactivas.

En efecto, al trimestre febrero-abril 2023 había 54.874 personas de 50 años y más fuera de la fuerza laboral que no buscaron trabajo porque creen que por su edad no le darán empleo. Si se corrige la tasa de desempleo del grupo de 50 años y más, incorporando a estas personas la tasa de desempleo sube del 6% al 7,7%.

Estos obstáculos que enfrenta el segmento de 50 años y más enciende una alerta sobre las condiciones del mercado laboral para las personas de mayor edad, lo cual es crucial en el contexto de la discusión previsional y en un escenario de envejecimiento de la población. Esto da cuenta que no se pueden tomar medidas aisladas como elevar la edad legal de pensión sin abordar primero las dificultades de empleabilidad que afronta la población de mayor edad en nuestro país.

Esto también pone de manifiesto el desafío del diseño apropiado de instrumentos para mejorar la empleabilidad y cuáles son los segmentos hacia dónde deben ser dirigidos. No necesariamente los grupos con mayor desempleo de larga duración son aquellos en los que hoy se están priorizando los esfuerzos desde la política pública y por ello, esta evidencia puede ser usada como insumo con este objetivo.

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