Millones de personas han sido privadas deliberadamente de alimentos, agua y medicinas. Y frente a este crimen atroz, la comunidad internacional no habla de selectividad, sino de la vigencia o no del derecho internacional.

En una reciente columna el embajador de Israel en Chile sostuvo que existe una “indignación selectiva” respecto de lo que ocurre en Palestina. El representante del gobierno de Netanyahu en Chile parte de una premisa equivocada: que el repudio al genocidio en Gaza obedece a sesgos políticos y no a principios universales.

En Chile y en gran parte del mundo, no hay selectividad, hay derecho internacional. Hemos condenado siempre la violencia, venga de donde venga, porque nuestra posición no tiene fisuras, la vida de todo ser humano merece protección, cuestión que ni Israel ni sus representantes en Chile podrían presumir.

Pero lo que ocurre en Gaza no es una guerra: es un genocidio. Decenas de miles de personas, hombres, mujeres y sobre todo niños, han sido asesinados bajo bombardeos masivos en zonas densamente pobladas, más de 80 mil toneladas de bombas han sido arrojadas en Gaza. Millones de personas han sido privadas deliberadamente de alimentos, agua y medicinas. Y frente a este crimen atroz, la comunidad internacional no habla de selectividad, sino de la vigencia o no del derecho internacional.

El embajador israelí lo que intenta es lisa y llanamente desviar la atención cuestionando la metodología con que Naciones Unidas declaró la hambruna en Gaza. Tergiversa la realidad para confundir y ocultar lo esencial: Israel no solo mata con bombas, también mata de hambre, y con sus palabras pretende también asesinar la verdad.

La ONU no inventó criterios nuevos para Gaza, aplicó herramientas que llevan años en sus manuales, reconocidas por la OMS y utilizadas en múltiples crisis humanitarias. El hambre en Gaza no es un relato, es un hecho verificado, con niños muriendo cada día por inanición.

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Chile, en coherencia, se sumó a la causa presentada por Sudáfrica, porque sabe que el respeto al derecho internacional es la única base posible para una paz justa y duradera, no es antojadizo ni selectivo, Chile basa su postura en el derecho internacional, el mismo que Israel viola sistemáticamente, para acusar una persecución ficticia.

Por eso, no solo no es correcto hablar de “indignación selectiva” sino que es derechamente un atentado a la verdad, una mentira que busca relativizar un genocidio. Lo que sí existe y el embajador ignora, es un clamor transversal contra toda forma de violencia y, al mismo tiempo, la exigencia legítima de que un Estado cumpla con sus obligaciones más elementales frente a la vida humana.

Relativizar estas obligaciones bajo la excusa de la “selectividad” no solo es injusto, es peligroso, porque erosiona las normas que protegen a todos los pueblos, sus palabras denotan una evidente “moral selectiva” y solo alejan una posibilidad de paz con discursos que alimentan el odio con excusas y premisas falsas.