A pocos días de abandonar la mesa del Senado, espero haber contribuido, durante este año, a mejorar el clima político en nuestro país y a robustecer el respeto por las instituciones. Agradezco a Dios por haberme permitido desempeñar esta tarea en la que tuve la oportunidad y el honor de entregar mi humilde aporte a mejorar la calidad de vida de los chilenos y sus familias.

Hace exactamente un año, al asumir como Presidente del Senado, comencé mis primeras palabras rindiendo un homenaje al Cabo 1º de Carabineros, Álex Salazar, asesinado el día anterior. Diez días más tarde, segaron la vida de la Sargento 2º de Carabineros Rita Olivares; y, cuando aún no se cumplía un mes liderando la corporación, el Suboficial Mayor, Daniel Palma, también fue víctima de un mortal ataque. Todos ellos partieron cumpliendo su juramento de rendir sus vidas en el desempeño del deber y a cuyas familias me correspondió acompañar en aquellas horas tan difíciles.

Por eso, si al asumir la conducción del Senado, ya tenía la convicción de que la gran prioridad de Chile era recuperar la seguridad ciudadana, los brutales asesinatos de estos 3 carabineros mártires, reafirmaron dramáticamente esa convicción.

En medio del dolor y la indignación, que estremecieron el alma de Chile y remecieron las conciencias de todos, propuse impulsar un inédito fast-track legislativo para despachar los proyectos de ley más necesarios y urgentes que permitieran enfrentar con decisión la grave crisis de seguridad que vive nuestro país.

A los pocos días, la Agenda de Seguridad, recibió el apoyo del presidente de la Cámara de Diputadas y Diputados de ese entonces, Vlado Mirosevic, y después, del propio Gobierno, a través de la Ministra de Interior, Carolina Tohá y del Presidente de la República, Gabriel Boric.

Agenda de seguridad

El 15 de abril, desde el Congreso, anunciamos junto al Ejecutivo la priorización de una agenda legislativa de 31 proyectos de ley para enfrentar la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado. Por primera vez, poníamos plazos definidos a leyes que llevaban, incluso, más de 10 años tramitándose.

Esta propuesta cayó en buena tierra y dio fruto, demostrando el liderazgo y la convocatoria del Senado. Nos trazamos metas, plazos y asumimos este compromiso con rigor, seriedad y sentido de urgencia, con plena consciencia de que lograrlo era imprescindible para proteger mejor la vida y la seguridad de las personas.

Lejos de quedarse en el plano de las promesas y las palabras vacías, la Agenda de Seguridad, se convirtió en una prioridad nacional y en menos de un año, logramos despachar 23 de los 31 proyectos priorizados.

Aprobamos proyectos tan importantes como:

– La Ley que sanciona los actos preparatorios de sicariato
– La Fiscalía Supraterritorial
– Ley de Usurpaciones
– Leyes que protegen la labor de Carabineros y la Policía de Investigaciones
– Leyes que protegen el transporte público
– Ley que prohíbe el porte de combustible en el contexto de una manifestación callejera
– Ley que sanciona el uso de celulares en cárceles
– Ley de llamado a servicio a carabineros en retiro
– La nueva Ley de Ciberseguridad
– Ley que establece la obligatoriedad de registros audiovisuales de acciones policiales y aquellas que facilitan la expulsión administrativa en caso de migración irregular, entre tantas otras.

Y aunque aún tenemos 7 importantes proyectos pendientes para su despacho, como el que crea el Ministerio de Seguridad, el que moderniza el Sistema de Inteligencia del Estado o el que crea la Defensoría de las Víctimas, (que están muy cerca de aprobarse), pienso que el resultado que logramos con este trabajo mancomunado, riguroso y hecho con sentido de urgencia, ha sido positivo para Chile.

La Agenda de Seguridad es un buen ejemplo de lo que podemos hacer cuando hay un esfuerzo colectivo sostenido por quienes son capaces de anteponer el bien común de los chilenos a su posición política o ideológica.

El Senado, a lo largo de sus más de 200 años de vida, ha demostrado ser un pilar fundamental en la arquitectura de la República de Chile, porque es el espacio en el que tienen lugar los grandes debates y acuerdos nacionales, y donde aún, en una sociedad a ratos frenética y cortoplacista, las materias más complejas pueden ser discutidas con altura y profundidad, sin que ello sea un obstáculo para actuar con celeridad y sentido de urgencia.

Una inédita declaración transversal

Lo anterior se refleja en el respeto y grandeza con que el Senado conmemoró los 50 años del 11 de septiembre de 1973. Un aniversario que, por diferentes motivos, se vivió en un contexto de extrema polarización y crispación en nuestro país. Mientras algunos enfatizaban las diferencias que separan a los chilenos, el Senado cumplió con su misión poniendo el acento en aquello que compartimos respecto del significado y aprendizaje de aquella fecha.

En medio de las rencillas, se escuchó la voz del Senado a través de una inédita declaración transversal, fruto de una reflexión serena, franca y diversa, y con tono sobrio y sentido republicano, entregamos una señal conciliadora y de responsabilidad institucional al país, marcando un contraste con las demás instituciones políticas.

Creo que la propia historia, y no me refiero a esa de siglos, sino aquella de los últimos años, nos ha dado la razón a quienes, hace apenas dos años, nos opusimos con poderosas razones, a aquellos que pedían poner fin a esta bicentenaria institución, pilar fundamental de nuestra República y de nuestra democracia; y gran espacio para el diálogo sincero y la construcción de los acuerdos que permitan generar los cambios para transformarnos en un país desarrollado.

Lamentablemente, esa meta país se ha alejado en los últimos años.

El alma de Chile está dañada

El 18 de octubre de 2019, una ola de violencia y destrucción hirió el alma de Chile y nos remeció hasta nuestros más profundos cimientos. Fuimos testigos de aquellas horas oscuras de nuestra historia reciente, cuando se cuestionó la legitimidad de los consensos básicos de nuestra convivencia nacional, desconociendo sus enormes aportes a Chile, llegando incluso a poner en riesgo la propia democracia.

A pesar de la vorágine nacional de aquellos días, fuimos capaces de abrir espacios democráticos y deliberativos de entendimiento, demostrando que era posible resolver los problemas de la democracia con más democracia: y así, responsablemente, fue la propia ciudadanía la que decidió rechazar las propuestas constitucionales, poniendo fin a este episodio de nuestra historia.

Creo que gran parte de las graves dificultades por las que atravesamos y los urgentes desafíos que tenemos pendientes, comparten una raíz común: el alma de Chile está dañada y no estamos respondiendo a su llamado, que nos exige dejar de lado nuestras diferencias y agendas para poner en primer lugar las prioridades que nos demanda la realidad.

Tengo confianza en la capacidad de Chile para ganarle a la adversidad que, tantas veces a lo largo de nuestra historia, hemos superado. Porque que cada vez que nos unimos sin importar nuestra ideología, credo, origen social, no sólo hemos salido adelante, sino, además, realizado hazañas que parecían imposibles.

A pocos días de abandonar la mesa del Senado, espero haber contribuido, durante este año, a mejorar el clima político en nuestro país y a robustecer el respeto por las instituciones.

Agradezco a Dios por haberme permitido desempeñar esta tarea en la que tuve la oportunidad y el honor de entregar mi humilde aporte a mejorar la calidad de vida de los chilenos y sus familias.