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En 1915, Federico Ehrenfeld y su esposa Elfride, colonos alemanes, adquirieron la Isla Guacamayo en Valdivia, donde prosperaron en la agricultura y ganadería, contando con herramientas y máquinas alemanas aún funcionales. Tras convertir el lugar en un atractivo turístico, un incendio en 2011 y nuevos propietarios han dejado en riesgo cientos de elementos históricos. Germán Ehrenfeld busca resguardar estas reliquias en un museo, ante la posibilidad de que terminen enterradas o convertidas en chatarra.

Cientos de máquinas agrícolas y elementos patrimoniales traídos desde Alemania entre finales del siglo 19 y principios del siglo 20, podrían terminar enterrados o reducidos a chatarra, a la espera de alguna organización interesada en resguardarlas y exponerlas. Esta es la historia de la Isla Guacamayo de Valdivia.

En 1915, Federico Ehrenfeld y su esposa Elfride, colonos alemanes que llegaron a Valdivia, compraron la Isla Guacamayo, una extensa porción de tierra de más de 700 hectáreas, ubicadas al sur poniente de la ciudad, abrazada por los ríos Guacamayo y Tornagaleones.

Desde un principio, y durante décadas, se dedicaron a la agricultura y ganadería. Hortalizas, mantequilla, longanizas y otras delicias que fusionaban la tradición chilena y alemana eran producidas en el fundo, que en su época de mayor auge tuvo más de 100 personas viviendo allí, contando incluso con su propia escuela.

El devastador terremoto de 1960 hundió parte importante de los terrenos, pero los Ehrenfeld continuaron con la producción agrícola y ganadera. Todo ello con la ayuda de herramientas, como arados, carretas, arneros, estiradoras y otras tantas máquinas a tracción animal traídas directamente de Alemania y que están operativas hasta el día de hoy, a pesar de los años.

Con el siglo 21 encima, Germán Ehrenfeld, nieto de los colonos, se dedicó al rubro turístico. Durante cerca de 5 años, los visitantes llegaban en catamaranes a la isla para comer asado, anticuchos y empanadas; observar recreaciones históricas de la época de la conquista española y sobre todo, apreciar las máquinas y utensilios con el sello alemán, que provocaban un viaje al pasado, las cuales eran exhibidas en un gran galpón.

Aquello culminó en 2011, cuando la casa patronal de los Ehrenfeld se incendió. Germán estuvo en coma por una semana y terminó con la reconstrucción del 30% de su rostro, afectado por las quemaduras.

El futuro incierto de la Isla Guacamayo

Actualmente, la isla tiene nuevos dueños, aunque Germán Ehrenfeld y su esposa siguen allí como arrendatarios por un tiempo limitado. A la vez, en la isla permanecen los cientos de máquinas y utensilios históricos, sin embargo, el nuevo dueño les alertó que no está interesado en mantenerlos, y que terminarán enterrados si no los retira. Por esta razón, Germán espera que alguna organización pueda adquirir todo y convertirlo en un museo.

Para el docente del Instituto de Historia de la Universidad Austral, Fabián Almonacid, todos estos elementos son muy valiosos y debiesen ser parte de un museo.

Una visión similar planteó la directora académica de la Universidad San Sebastián, Lorena Liewald, cuya sede en Valdivia está ubicada en terrenos que pertenecieron a la familia Ehrenfeld. Para Lorena, sería “triste” que toda la maquinaria termine siendo chatarra.

El tiempo pasa y va haciendo lo suyo. Los expropietarios de la Isla Guacamayo deben dejar este pedazo de tierra en medio del agua que guarda miles de historias. Hasta ahora no hay luces de que algún organismo público o privado pueda hacerse cargo de este patrimonio material que da cuenta del pasado agrícola y la fusión de las culturas chilena y alemana tan arraigada en esa zona del país, que podría terminar bajo tierra o en la basura.