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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

Gustavo Gatica, el joven psicólogo que quedó ciego por disparos policiales durante el estallido social, se convierte en el tercer diputado más votado del país a los 27 años. Su objetivo es promover una política dialogante y centrada en escuchar a la ciudadanía. Se compromete a trabajar por mejorar la calidad de vida de las personas y rechaza los indultos a exmilitares y agentes condenados por violaciones a los derechos humanos. Sus principales banderas serán la salud mental y la seguridad, criticando el discurso de mano dura de la derecha. Gatica también cuestiona tanto al Gobierno de Gabriel Boric como a la izquierda, reconociendo que el estallido social fue una manifestación de malestar que la política no ha sabido abordar.

La vida del joven psicólogo Gustavo Gatica dio un vuelco hace justo seis años, cuando los disparos de un policía en pleno estallido social lo dejaron ciego. El pasado domingo volvió a dar un importante giro al convertirse, con solo 27 años, en el tercer diputado más votado del país.

Es consciente de que a partir del próximo marzo, cuando tome posesión de su escaño, entrará a una de las instituciones peor valoradas: “Un amigo me dijo: ‘suerte en esa cloaca"”, recordó entre risas durante una entrevista con EFE en Santiago.

Su intención, sin embargo, es “hacer una política más dialogante” y “generar dinámicas de escucha”.

“Me gustaría aplicar lo que he hecho durante estos años en psicología clínica: la escucha activa”, asegura, tras ser elegido como independiente en la lista oficialista, y confirma que renunciará en diciembre a su trabajo atendiendo a víctimas de delitos.

“Mejorar la vida de la gente”

Gatica llegará a un Congreso donde la oposición rozará la mayoría (76 de los 155 diputados) y donde la derecha más radical será la fuerza hegemónica del sector, con 42 parlamentarios.

“A mí se me mandató como diputado electo trabajar para mejorar la calidad de vida de la gente. Si tengo que sentarme con alguien que políticamente no piensa igual, lo voy a hacer. De eso se trata la democracia”, agregó.

Sin embargo, tiene una línea roja: los indultos que plantean figuras como Johannes Kaiser y su Partido Nacional Libertario a exmilitares encarcelados por crímenes de lesa humanidad en la dictadura y a los exagentes condenados por violaciones a los derechos humanos en las masivas manifestaciones de 2019, en las que Gatica perdió la visión y se convirtió en un símbolo del abuso policial.

Esos indultos, señaló, “están fuera de los márgenes democráticos”. “Voy a usar las herramientas que tenga en el Congreso para que no ocurra. Es dar señales a la sociedad de que esas cosas pueden volver a ocurrir impunemente y me parece muy grave”, denunció.

Salud mental y seguridad, sus banderas

Sus grandes banderas van a ser la salud mental -“pensaba que era un tema que solo interesaba a los jóvenes, pero en campaña me he dado cuenta de que es transversal”, admitió- y la seguridad, la gran preocupación ciudadana.

“El Estado ha estado al debe los últimos años. Además, la seguridad es un derecho habilitante. Para ejercer con libertad el derecho a la educación, primero necesitamos estar seguros”, apuntó.

Sin embargo, es muy crítico con el discurso de mano dura que enarbola la derecha y con “el clima de terror” que, en su opinión, ha creado el candidato presidencial José Antonio Kast.

“Está ofreciendo la salida más simple y a la gente le hace sentido porque quieren una solución ahora, pero esas soluciones son mentira”, alertó.

Gatica instó a la oposición a ir más allá y a analizar qué está detrás del aumento de la delincuencia en Chile, algo que a su parecer es consecuencia de “un sistema injusto, lleno de grietas, que promueve la desigualdad”.

“El estallido no fue de izquierdas”

También tiene cuestionamientos hacia el Gobierno de Gabriel Boric: “Faltó mayor dureza para enfrentar esas grietas”, sentencia. Además, hace una autocrítica desde la izquierda para tratar de explicar el avance de la ultraderecha seis años después de las protestas que pusieron entre las cuerdas la institucionalidad chilena y en las que se pidieron mejoras en educación, salud o pensiones.

“Cometimos el error de pensar que la gente era de izquierdas y no. Era más bien una manifestación de malestar”, reconoció, sobre unas protestas en las que ahora se ha dado cuenta de que coincidieron, por ejemplo, “gente que se identifica de derechas y que quería acabar con los abusivos peajes en las carreteras con profesores que querían cambiar el sistema de educación de raíz”.

Ese malestar, en su opinión, no ha desaparecido: “El estallido fue solo el síntoma de algo mucho más subyacente y que la política se tenía que encargar de solucionar y no lo hizo. Probaron con dos procesos constituyentes, pero ambos fracasaron”, destacó.

Su nueva vida coincide con la recta final del juicio contra Claudio Crespo, el excarabinero acusado de dispararle varios balines al rostro, una sentencia que lo tiene “esperanzado” porque las autoridades “hicieron una investigación muy seria”.

“Si termina con una condena, que es lo que yo espero, se va a dar una señal también a la sociedad de que estas cosas no pueden ocurrir en esta democracia que estamos constantemente construyendo y cuidando”, concluyó.