Formadas por Estados Unidos y dotadas de equipamiento de última generación, las fuerzas especiales afganas son reconocidas por su capacidad. Pero al verse obligadas a actuar en todo el país y privadas en parte del apoyo aéreo estadounidense, se encuentran al borde del agotamiento.

Los talibanes están llevando a cabo desde hace tres meses una ofensiva en todos los niveles gracias a las retirada definitiva de las fuerzas extranjeras, casi terminada. Han tomado el control de vastos territorio rurales y amenazan a las grandes ciudades.

El avance de los insurgentes sorprendió por su dimensión y su rapidez. Las tropas regulares afganas sólo han podido oponer en la mayor parte de los casos una débil resistencia, obligando a las fuerzas especiales a llenar ese vacío.

Según el general Haibatullah Alizai, de 35 años y jefe de esas unidades de élite, la reducción del apoyo aéreo estadounidense ha vuelto su tarea aún más difícil.

“Es mucho más complicado ahora. Pero luchamos en muchos lugares, en diferentes líneas del frente, y esto se vuelve difícil. Pero no tenemos otra alternativa: es nuestro país”, declara a la Agence France-Presse.

En junio, una unidad de élite de una veintena de hombres sufrió una emboscada en la provincia de Faryab (norte). Tras haber esperado en vano por refuerzos, fue masacrada por los talibanes.

El número total de las fuerzas especiales es un asunto clasificado. Pero según dos fuentes de seguridad se trataría de 40.000 en el ejército, 8.000 en la policía y 8.000 en los servicios de inteligencia (NDS).

Con sus gafas de visión nocturna, sus fusiles de asalto estadounidenses y otras armas modernas, esas unidades han sido un dolor de cabeza para los talibanes desde su aparición en 2008.

“Nunca una batalla perdida”

“Las operaciones especiales en Afganistán fueron preparadas a nuestra imagen y semejanza”, explica Todd Helmus, analista del centro de reflexión estadounidense Rand Corporation. Los miembros de las fuerzas especiales “son muy buenos” y están “muy bien entrenados”.

Su formación es mucho más completa que las de las fuerzas regulares, a menudo rudimentaria. Aprenden a mantenerse juntas, se ejercitan en las técnicas de tiradores de élite y en los asaltos aerotransportados, y participan en ejercicios con balas reales.

“Estos valientes soldados nunca perdieron una batalla. Y nunca perderán una”, aseguraba en 2017 el general John Nicholson, por entonces comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, cuando los tropas especiales participaron en la operación que costó la vida a Abdul Hasib, jefe de la filial afgana del grupo yihadista Estado Islámico.

Pero los analistas estiman que las fuerzas especiales siempre han sido muy dependientes de la asistencia internacional, ya sea para la obtención de información de inteligencia o la logística, y se encuentran debilitadas por la partida de las tropas extranjeras.

“Asistimos al fracaso de esta política. Y ahora se admite que evidentemente tenemos que entrenar a esas unidades para que sepan combatir solas, de manera de que ya no nos necesiten”, constata Helmus.

Según el general Alizai, la formación y entrenamiento de las fuerzas especiales ya no están garantizados hoy en día por los estadounidenses sino por los propios afganos.

Con la retirada de las fuerzas de la OTAN, las unidades de élite son la última línea de defensa del poder afgano.

“Lo único que frena actualmente el avance de los talibanes son las fuerzas especiales y la aviación”, confirma a la Agencia AFP Vanda Felbab-Brown, analista del instituto estadounidense Brookings.

“Más sacrificios”

Las fuerzas especiales “son utilizadas para todo tipo de situaciones y lanzadas de una crisis a otra, sofocando el fuego sin poder apagarlo”, agrega esta experta.

Esas unidades fueron desplegadas por ejemplo en julio en Qala-i-Naw (oeste), primera capital provincial atacada por los talibanes desde que comenzó en mayo la retirada definitiva de las tropas extranjeras.

También fueron utilizadas para defender Kandahar (sur) y Herat (oeste), segunda y tercera ciudades más grandes del país.

Pero a menudo se encuentran libradas a su suerte. Entre los soldados muertos en Faryab -un video publicado posteriormente deja pensar que fueron masacrados por los talibanes tras haberse rendido- se encontraba el mayor Sohrab Azimi, una estrella en ascenso del ejército afgano.

Su muerte provocó conmoción en las redes sociales. Su padre, Zahir Azimi, un general retirado, acusó a la jerarquía de no haber apoyado a la unidad de su hijo.

“En ese caso, las fuerzas especiales fueron simplemente abandonadas por el ejército regular”, que las dejó “hacerse masacrar”, estima Felbab-Brown.

Algunos temen que este tipo de episodio se repita. Pero el general Alizai sigue convencido de que sus hombres van a resistir.

“Cada día perdemos hombres extraordinarios, grandes hombres, muy buenos oficiales, suboficiales y soldados”, dice. Pero “eso no va a desmoralizar a nadie (…) Estamos listos para aceptar más sacrificios”, concluye.