Un estudio realizado por un equipo de investigación de Atapuerca, indica que el consumo de perro fue una práctica habitual entre los pobladores de El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca en España, desde el periodo Neolítico hasta la Edad de Bronce.

En Atapuerca, una localidad de la provincia de Burgos en España, encontraron restos fósiles que, tras ser estudiados, demostraron que el ser humano consumía perros hace 7.000 años.

Esto habría ocurrido durante un largo periodo de tiempo que va desde el Neolítico, entre el 6.000 y 4.000 a.C a la Edad de Bronce, entre el 3.300 al 1.200 a.C.

La acción de comer perros se conoce en la ciencia como ‘cinofagia’, concepto que nació a partir de un plato elaborado con carne de perro en países asiáticos como Vietnam, Corea, China y algunos países africanos. Pero hasta ahora, esta costumbre en Europa eran solo teorías.

Sin embargo, hoy lo confirman los restos fósiles encontrados en Atapuerca. “Diversas marcas de actividad humana han sido reconocidas sobre un total de 130 restos óseos de perro recuperados en diferentes niveles de ocupación. Tanto en contextos domésticos como funerarios identificados por los especialistas a lo largo de las minuciosas excavaciones”. Así se especifica en el comunicado publicado por la Universidad Complutense de Madrid.

Esta evidencia nos indica que a lo largo de 2.000 años los habitantes de El Portalón (comunidad que existió en Atapuerca) consumieron carne de perro. Aunque por el escaso número de restos podemos afirmar que de una manera esporádica”, explican.

A esto último agregan que, existe una posibilidad de que solo se alimentaran de estos animales durante periodos puntuales de escasez y hambruna. Sin embargo, también pudieron usarla en rituales o en un consumo que podría significar un lujo.

¿Cómo se estudiaron los restos fósiles?

El estudio publicado en la revista de divulgación Archaelogical and Anthropological Sciences, fue liderado por María Ángeles Galindo Pellicena y Nuria García García, de la Universidad Complutence de Madrid (UCM).

Además, también participaron investigadores de la Universidad de Burgos, el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), el Centro Mixto UCM-Instituto de Salud Carlos III y el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.

Desde el trabajo paleontológico, lo más complejo del estudio habría sido “identificar positivamente los restos de perro (Canis lupus familiaris) y distinguirlos de los del lobo (Canis lupus lupus), el agriotipo o especie salvaje de la que procede la forma doméstica”, dice el comunicado.

Eso dificultó las pruebas porque las diferencias morfológicas entre la estructura ósea de perros y lobo son mínimas. A pesar de esto, hubo un criterio que simplificó el trabajo y fue compararlas por tamaño. “En esos momentos el perro doméstico era significativamente más pequeño que el lobo”, explican.

El descubrimiento clave para confirmar el consumo de perros fueron los resultados de la identificación de las diferentes marcas que tenían los fósiles. Un trabajo que se llevó a cabo por Nohemi Sala, investigadora del CENIEH. “Se revelan marcas de corte, fracturas intencionales, evidencias de alteración por fuego, cocción y presencia de mordeduras muy posiblemente humanas”.

Si bien, el consumo de esta especie, ubicado en esa zona de Atapuerca durante el Neolítico es escaso, sería una de las evidencias más antiguas de consumo de perros en la península ibérica. “Las evidencias aportadas por El Portalón apoyan un posible cambio en el uso del perro desde el Neolítico, donde apenas se observa cinofagia, hasta períodos posteriores (Calcolítico, Bronce) en los que el uso ritual y su consumo se hacen más frecuentes”.

Estudio científico
Este artículo se basa en un estudio científico que puede ser sometido a nuevas pruebas para ser validado o descartado. Sus resultados NO deben considerarse concluyentes.