En esta propuesta todas las cosas se derrumban de verdad y sorpresivamente, una a una, en la medida en que es total el desenmascaramiento de las conductas y valores de una familia tipo actual.

E irá ocurriendo en coherencia con los recursos escénicos que se utilizan para darle fuerza y presencia a una tragicomedia sobre tres formas contemporáneas de discriminación: racismo, misoginia y homofobia.

El humor, el absurdo, incluso, lo ridículo también forman parte del texto de la joven y talentosa dramaturga, Carla Zúñiga (Prefiero que me coman los perros) y de Manuel Morgado (Ojos azules opacos), director de la cia. Teatro del Antagonista.

"Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual" | Cia. Teatro del Antagonista
“Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual” | Cia. Teatro del Antagonista

Sin embargo, son opciones que no se usan para moderar las situaciones de discriminación, sino para exacerbar los argumentos y la estupidez humana.

La obra alude a una joven haitiana que, para escapar de los abusos que ha sufrido por ser mujer, lesbiana y de raza negra, suplanta a una muchacha e intentará ser feliz insertándose en una familia conservadora y patriarcal.

Cortocircuitos y clímax

En el proceso de desarrollar una voz dramatúrgica propia, Carla Zúñiga crea un lenguaje duro y descarnado, de contrastes lógicos y sicológicos que ayudan a una valiosa comprensión de la conducta del ser humano.

A su vez, el director construye este sistema de cortocircuitos otorgando a cada integrante del relato una estridencia simbólica al conversar, reflexionar y discutir.

Pero todo en un contexto familiar cotidiano, donde cada cual cumple un rol habitual, lo que acentúa el contrapunto de sentido y de valores frente a la vida.

De este modo, van asomando los ejes que sustentan la vida de cada personaje, la rigidez de sus conceptos y estructuras, y el terror y rechazo compulsivo hacia las personas que no encajan con sus esquemas.

Un elemento interesante se advierte cuando la obra enfrenta juicios y prejuicios sociales, escupidos por los representantes de esta familia modelo.

"Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual" | Cia. Teatro del Antagonista
“Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual” | Cia. Teatro del Antagonista

Allí, la palabra dramatúrgica agrega en quienes viven del desprecio social, una suerte de fascinación que surge de no entender por qué una joven negra pretende integrar una familia de blancos.

Y, lo más importante, permite que por los orificios que generan las convicciones fallidas se cuele la energía suficiente para cuestionar y/o derribar la discriminación.

También llama la atención la enorme estructura escenográfica que se construyó para mostrar los diversos espacios en que se desarrolla la historia.

La maquinaria teatral y sus crujidos dan cuenta de rigidez estructural y de cambio, de fragilidad y riesgo, además de obligar al elenco a una exigencia adicional.

Sus siete integrantes manejan muy bien el gesto actoral desbordado de esta tragicomedia que, en manos del director, alcanza clímax que dan velocidad y dinamismo al relato y al derrumbe de las falacias sociales.

Una obra cuyo extenso y curioso título, sentido y punto de vista se plasman en escena, junto con abordar un tema conocido -como es la discriminación- con una mirada fresca, fiera y fogosa.

Matucana 100. Jueves a sábado, 20.00 horas; domingo 19.00 horas. Entrada general $ 6.000; estudiantes y tercera edad $ 4.000; jueves popular $ 3.000. Hasta el 25 de noviembre.

"Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual"
“Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual” | M100