Chile presentará el circo de tradición familiar, una manifestación artística popular profundamente arraigada en la vida cultural del país, como candidato a convertirse en Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
A diferencia de los grandes espectáculos circenses industriales, el circo tradicional chileno se estructura en torno a familias y clanes que transmiten su oficio de generación en generación.
Malabaristas, trapecistas, payasos, acróbatas, iluminadores y montajistas aprenden desde la infancia a levantar conmovedoras funciones en un entorno donde hogar y carpa se confunden, asimilando artes mediante la práctica diaria y la convivencia comunitaria.
Uno de los rasgos más distintivos de este tipo de circos es el modo de vida trashumante de sus miembros, con grandes caravanas de vehículos viajando por todo el territorio nacional, desde el altiplano en el norte hasta la Patagonia en el sur, montando y desmontando sus carpas según la temporada.
Su carácter ambulante ha permitido que los espectáculos lleguen a las zonas más retiradas del país, rincones rurales, localidades pequeñas y barrios periféricos en regiones, ofreciendo cultura y entretenimiento a cientos de comunidades, transformando su llegada incluso en un hito social anual para algunas comunas.
El sentido del circo tradicional chileno
El circo es más que su dimensión familiar e íntima, sino que sostiene decenas de oficios que, sin este ecosistema cultural, desaparecerían: desde quienes arman la carpa hasta quienes diseñan los vestuarios y números, cada rol es importante, un conocimiento especializado que bebe de tradiciones latinoamericanas, europeas y locales que forjaron el circo como experiencia desde el siglo XIX.
“No hay familia en Chile que no haya ido al circo y disfrutado de él; eso es algo muy valioso”, señaló la subsecretaria de Patrimonio Cultural, Carolina Pérez, que subraya la necesidad de su preservación en tiempos donde este tipo de espectáculos ya no son tan frecuentados como antaño.
“Este reconocimiento cultural pondrá en valor un patrimonio popular de nuestro país y respalda esta práctica como una tradición que pertenece no solo a las chilenas y chilenos, sino al mundo entero. Estamos expectantes ante la decisión final”, agregó la subsecretaria a través de un comunicado.
Junta a esta candidatura, otros países de América Latina y el Caribe también postularán sus propias manifestaciones culturales a ser reconocidas como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, pasando por el son cubano, la representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa en México y la construcción de quinchas en Panamá.
Se suman el joropo venezolano, el cuartero de Córdoba de Argentina, el compás de Haití, el arte Ñai’upo paraguayo, la música y la danza aimara de Sarawja en Perú, la Festividad de la Virgen de Guadalupe en Bolivia y el bram navideño y el sambai de Gales Point Manatee de Belice.
Los resultados de las candidaturas se anunciarán tras la deliberación del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que celebrará su vigésima sesión del 8 al 13 de diciembre en Nueva Delhi, India.