Recordamos la obra “La historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar”, llevada a las tablas por la Cía. Teatro del Canto (María Izquierdo, Elvira López y el músico Cristián Molina), como una forma de homenajear a Luis Sepúlveda, fallecido en España producto del Coronavirus.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Más de una producción teatral ha subido al escenario a partir de los relatos de Luis Sepúlveda (1949-2020), el escritor chileno derrotado por la pandemia viral en España, autor del inolvidable clásico “Un viejo que leía novelas de amor”.

Luis Sepúlveda será recordado por su trabajo como periodista, cineasta, novelista y cuentista. Entre sus títulos obras destaca “La historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar”, convertido en un gran montaje familiar, estrenado en 2017 en el Teatro UC y, después, con temporada en el GAM.

En manos de la Cía. Teatro del Canto (María Izquierdo, Elvira López y el músico Cristián Molina), la obra recoge las ideas y emociones que dinamizan el cuento, escrito en 1996.

“La historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar” habla de muerte y de vida, de abandono y acogida, de respeto a la diversidad, de la vida comunitaria y del mundo animal.

Una gaviota, infectada por el petróleo, derramado en el mar, le encarga su polluelo a Zorbas, un gato que piensa y habla como humano, igual que sus congéneres.

Más aún, en una experiencia inédita, el mundo gatuno es capaz de comunicarse con ambas aves, a través de un lenguaje común y espontáneo.

No es primera vez que se dotan de cualidades pensantes y parlantes a los animales de tierra, mar y aire: generalmente el recurso se utiliza para entregar una visión de la sociedad real, sus contradicciones y bondades.

Algo de esto pasa en el libro y en la obra, cuyo formato musical y de cuentacuentos agrega acciones físicas, canto y manipulación de objetos para dibujar a los protagonistas y su entorno material.

"La historia de la gaviota y del gato que le enseñó a volar", foto de Jorge Sánchez-GAM (c)
“La historia de la gaviota y del gato que le enseñó a volar”, foto de Jorge Sánchez-GAM (c)

Juego y emociones

El montaje es un torbellino continuo de escenas que se ordenan de una manera dinámica, llenas de humor y emotividad, en una cadencia que se considera adecuada para el público infantil que asiste junto a sus padres.

La música, el canto, el baile y el cuentacuentos son asumidos por el cuerpo actoral de una manera lúdica, compleja en sugerencias e ideas, con todos los instrumentos a la vista, con un espectador que puede observar su mecánica de uso.

En realidad, gatos y gaviotas no pierden su adn silvestre-salvaje, sino que hay una especie de sincretismo con lo humano que el autor les atribuye, en una ecuación que entrega vida propia al resultado escénico.

"La historia de la gaviota y del gato que le enseñó a volar", foto de Jorge Sánchez-GAM (c)
“La historia de la gaviota y del gato que le enseñó a volar”, foto de Jorge Sánchez-GAM (c)

María Izquierdo es la narradora y su versatilidad vocal le permite insertar personajes que se mencionan en la historia

Elvira López, en tanto, se concentra en el negro, peludo y sabio Zorbas, el líder en la magna misión de enseñar a volar al polluelo que, por supuesto, es acechado por los gatos “malos”.

El músico multi instrumentista Cristián Molina es fundamental: su trabajo no adorna la escena, sino que entrega piso y techo al cuento al construir el entorno de los espacios emotivos y narrativos.

Entre todos hacen que los instrumentos, la utilería funcional, el canto y la dimensión actoral, grafiquen, orienten, expliquen y sugieran detalles que no se actúan o narran.

Un montaje que muestra un alto nivel del teatro dedicado a la familia y que tiene todos los atributos para volver al escenario a una nueva temporada, no sólo como homenaje a Luis Sepúlveda