La cinta “independiente” grabada en Londres y dirigida por el chileno nos muestra los conflictos que se generan al confrontarse una comunidad judía ortodoxa y dos jóvenes -la hija de su principal rabino y su mejor amiga- que se aman, en una relación prohibida por la tradición religiosa.

Ronit (Rachel Weitsz) fue sorprendida con Esti (Rachel McAdams) por su padre, el rabino más importante la comunidad judía ortodoxa de Golders Green, Londres. Ronit, ante el rechazo de la comunidad, se va a Nueva York donde se convierte en una reconocida fotógrafa. Hace años que Ronit ha dejado de tener contacto con su padre y la comunidad de Golders Green.

Desobediencia parte con el padre de Ronit planteando ante otros rabinos y religiosos judíos que Dios hizo -en los extremos- a los ángeles (que sólo pueden hacer el bien) y a las bestias (que sólo se guían por sus instintos), y, al final, a hombre y mujer al medio, con la capacidad de elegir (entre el bien y los instintos).

Ronit vuelve a Londres para despedir a su padre. Al llegar se entera que Esti se ha casado con Dovid (Alessandro Nivola) -un antiguo amigo de ambas-, un joven rabino que se ha transformado en el discípulo preferido de su padre y su seguro sucesor.

A partir de ese momento se reabren pasiones y temores, resurgen recelos y rencores, y la frase del inicio de la cinta se instala como el trasfondo de la historia.

Desobediencia es una cinta que, a partir de un hecho local de una comunidad muy particular, habla de temas universales, como son las reglas de la comunidad versus la libertad de elección de cada cual, el deber ser versus los instintos y las pasiones, la capacidad de contención, de regular y de decisión de la colectividad versus el libre albedrío.

Destaca en la cinta la notable puesta en escena, donde, además de las muy buenas actuaciones de sus protagonistas, el conjunto de los personajes como las ambientaciones aportan una atmosfera creible e impregnada de cultura judía.

Naomi Alderman, autora de la novela Disobedience en la que se basa la película, vivió en la comunidad donde transcurre la historia.

Sebastián Lelio -haciendo una película “internacional”- mantiene una continuidad con sus cintas Gloria y Una mujer fantástica, protagonizadas por mujeres que deben luchar con ambientes machistas y conservadores, donde los anhelos personales y las decisiones individuales deben confrontarse con los prejuicios y los preceptos de comunidades ortodoxas, conservadoras y muchas veces castrantes.